lunes, 28 de marzo de 2016

Tenerife (VI)

Hablamos del Papa en una gasolinera



Ayer, domingo de Pascua, me escapé a Santa Cruz. 80 kilómetros de puerta a puerta, la mayor parte por la "autovía del Norte". Encendí la radio del coche nada más salir de Arona para poder recibir a través de las ondas la bendición Urbi et Orbi del Santo Padre. A las once menos cinco de la mañana me detuve en un área de servicio, pero no salí del automóvil; sólo pretendía escuchar con atención el mensaje del Papa sin correr el riesgo de que se perdiera la sintonía de la emisora por culpa de la complicada orografía de la isla.
Tenía la ventanilla abierta, los ojos cerrados y el oído atento a la radio. Esas tres circunstancias contribuyeron sin duda a que me pegara un susto de infarto cuando oí a pocos centímetros de mi oreja izquierda:
—Qué Papa más bueno, ¿verdad?
—Y qué susto me has dado —le respondí—.
Le miré tratando de sonreír. Era un hombre joven, casi un chaval, pequeño de estatura, ancho de hombros, de aspecto plácido y mirada tímida. Llevaba uno de esos chalecos fluorescentes de color amarillo que sirven para hacerse ver en medio del tráfico.
—Perdone, padre…
Le invité a subir al coche para oír mejor al Papa y no tuve que repetírselo dos veces. Sentado a mi derecha, asentía con el gesto a cada afirmación del Santo Padre. Al terminar me preguntó qué era eso de la "indulgencia" y cómo se podía ganar. Me contó que no tiene trabajo, pero que echa una mano "en el transporte" a su hermano Pedrito, que "anda con el camión por toda la isla".
Estábamos en lo mejor de la conversación cuando sonó su móvil.
—Espera un poco, muchacho, que estoy con arreglando unos asuntos con un padre.
Camino ya de Santa Cruz, apago la radio y pienso en lo insólita que sería esta pequeña anécdota en la Península. Aquí pocos se avergüenzan de manifestar su fe, y a los sacerdotes se nos trata con una veneración y respeto que ya casi había olvidado.
Encendí la "radio clásica". Empezaba el segundo movimiento de la "sinfonía número cero de Bruckner"; una buena forma de terminar mi viaje a la capital de la isla. 


2 comentarios:

caminando dijo...

Gracias don Enrique, no me asomo mucho a los comentarios, pero sigo leyendo, anima mucho!!

Anónimo dijo...

Da gusto gente así, anima a imitarle en su amor al Papa.