Salgo al jardín al terminar la segunda clase de la mañana y me aplico a la lectura de “Las cosas del campo”, un librito encantador de José Antonio Muñoz Rojas, que habla de un mundo casi desconocido para los que vivimos en las grandes ciudades. Las palabras del poeta me traen el sabor y el olor del verano, que en Riaza aún tardará en llegar. Se mastica el polvo y la dureza del campo; se aspira el aroma de las gayombas y el jaramago; se oye el zureo de la tórtola y el amargo serrar de la cigarra. El agro de Muñoz Rojas es una gran sinfonía de colores, de sonidos y de fragancias, que uno añora también aquí, en pleno campo de Castilla la Vieja.
Mi jardín no tiene nada de eso. Es un recinto de unos pocos metros cuadrados rodeados por un seto muy alto, que me impide contemplar el paisaje, y unas sillas blancas que hay que limpiar muy bien antes de usarlas.
Me digo que no puedo poner nada en el blog, porque, en realidad, no pasa nada. Se ha cubierto el cielo, y, aunque la temperatura es agradable, hay una brisa húmeda que incita a ser prudentes.
Levanto la vista del libro y lo veo a pocos metros: es un petirrojo, el más modesto de los pájaros de jardín. Camina por la hierba como suele, sacando pecho, con aires de mariscal de campo. El petirrojo siempre parece estar a la espera de que alguien lo condecore.
Es un pájaro confiado y doméstico, casi como el gorrión urbano. Ahora se ha subido a una de las sillas y parece decidido a venir a mi vera. Trato de no mover un músculo.
Suena el canto repetido del pinzón vulgar, que marca su territorio a pocos metros y un chochín sale del interior del seto volando a gran velocidad, como si le persiguiera alguien. Mi petirrojo lo mira con asombro y sigue avanzando. Se conoce que no me tiene miedo. Ya está a un metro y se ha subido a la mesa. Mueve la cabeza hacia los lados, picotea un hierbajo y lo escupe.
Decido ponerle nombre. Se llamará Luis porque es el santo del día. Es un nombre silbante y pajaril. Le digo:
—Hola, Luis, ¿cómo te va?
Pero Luis no quiere conversación y se aleja asustado.
5 comentarios:
No sabía lo se su astragalo cuidese mucho y disfrute de Riaza la familia por fin ha aumentado Paloma ya es abuela otra vez poner al pajro Luis es una buena idea
Yo en casa, tengo la suerte de poder disfrutar de esos animalitos, no tengo ni idea de qué variedades se trata .... Los miro y los oigo... y me pasman, ellos, con lo que hacen dan gloria a Dios.....
Bellaca:(1. adj. Mala, pícara, ruin. U. t. c. s.2. adj. Astuta, sagaz. U. t. c. s.3. adj. Méx. Dicho de una caballería: Difícil de gobernar. Cfr. DRAE) Querida bellaca (acepción 2). Me acordé de ti y de todos los Luises; como el petirrojo era macho no me pareció correcto llamarle Luisa.
¡Menos mal que no era san Cucufato...! Ese petirrojo debe de tener una abuela la mar de interesante. Yo creía que la frase era "hincharse como un pavo", pero ahora veo que los hay aún más orgullosos...
hola me llamo unai vivo en panplona y tengo un petirrojo como lo alimento????
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