lunes, 12 de diciembre de 2011

Los lunes, ¿publicidad?




La revista norteamericana Forbes, publicó hace pocos días una encuesta sobre el grado de felicidad de los que trabajan en distintas profesiones. Muchos se sorprendieron por el resultado: los profesionales más felices son los sacerdotes. En segundo lugar aparecen los bomberos y a continuación los fisioterapeutas, los escritores y los profesores de Educación Especial. Los banqueros aparecen bastante más abajo.
A mí todo esto no me sorprende nada. A Don José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, tampoco. De hecho, hoy mismo ha publicado la siguiente carta pastoral en su diócesis:


Recientemente se publicaba en la revista Forbes, especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, un estudio de investigación realizado por la Universidad de Chicago, en el que se daba a conocer que los sacerdotes conforman el colectivo de profesionales más felices de la sociedad norteamericana. Le seguían el colectivo de los bomberos, y otras profesiones con alto componente humanista y altruista.
Se agradece este dato “provocativo”, que nos da la oportunidad de testimoniar la salud de nuestra vocación sacerdotal, en medio de unas circunstancias más bien adversas. A lo largo de mi vida me han preguntado con frecuencia –y últimamente más- sobre el grado de satisfacción con el que he vivido como cura y ahora como obispo. Puedo decir en verdad que he sido, soy, y con la gracia de Dios espero seguir siendo, inmensamente feliz. Lo cual no implica que en mi vida no haya dolor y dificultades… Por eso mi respuesta ha sido siempre la misma: “Aunque sufro, soy muy feliz”. Sufro por mis propias miserias, pero también sufro en la misma medida en que amo; porque no puedo ser indiferente a los padecimientos de quienes me rodean, ni a la pérdida de sentido en la vida de tantos. Es más, no creo en otro tipo de felicidad en esta vida. La felicidad “rosa”, carente de problemas y de preocupaciones, no sólo no es cristiana sino que, simplemente, “no es”.
Es posible que resulte más fácil entender la felicidad sacerdotal en otro tipo de contextos sociales, como es el caso de los misioneros, quienes ordinariamente pueden “tocar” los frutos de su entrega generosa. Pero, ¿cómo puede un sacerdote ser feliz en una sociedad secularizada y anticlerical? Me atrevo a decir que sería una tentación y un error identificar la felicidad con el éxito social. La Madre Teresa de Calcuta repetía con frecuencia: “A mí Dios no me ha pedido que tenga éxito; me ha pedido que sea fiel”. El camino de la felicidad, pasa necesariamente por el de la fidelidad. La felicidad sin fidelidad es un espejismo, una mentira. No existe felicidad sin fidelidad. Y no olvidemos que la fidelidad comporta pruebas, incomprensiones, purificaciones, persecuciones…
Escuché en unos Ejercicios Espirituales que nuestra felicidad es proporcional a la experiencia de Dios que podamos alcanzar en esta vida. (Por cierto, me atrevo a apostar que la Universidad de Chicago se olvidó de las monjas contemplativas en su estudio estadístico, porque de lo contrario ellas habrían alcanzado el primer puesto en el ranking de “felicidad”. ¡Y si alguno lo duda, que haga la experiencia de tocar la puerta de algún monasterio!).
En definitiva, sólo cuando somos conscientes de que venimos del Amor y de que al Amor volvemos, es cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos con plena alegría. Y si tenemos en cuenta que la felicidad no es perfecta hasta que no se comparte, la segunda clave de la felicidad sacerdotal consiste en ser un instrumento de Dios para la vida del mundo. ¡Humilde instrumento de Dios!… ni más, pero tampoco menos.
 
Ni que decir tiene que la felicidad del sacerdote no es automática por el hecho de haber recibido las Órdenes Sagradas. Difícilmente podrá haber mayor desgracia que la vivencia del sacerdocio en abierta infidelidad. Recuerdo unas palabras del padre Arrupe, quien fue prepósito general de la Compañía de Jesús: “Le pedí a Dios morir antes que serle infiel. Porque la muerte también es apostolado, mientras que la tibieza del sacerdote es la ruina de la cristiandad”. Desligar el sacerdocio de la búsqueda de la santidad, es tanto como divorciarlo de la felicidad.
Nuestra diócesis de San Sebastián necesita sacerdotes, y sacerdotes santos; es decir, sacerdotes felices. También el conjunto de la sociedad los necesita, porque una y otra vez estamos comprobando lo que decía Bernanos: “Un cura menos, cien brujos más”. Y el genial y provocativo Chesterton lo formulaba así: “Necesitamos curas que nos recuerden que vamos a morir, pero también necesitamos curas que nos recuerden que estamos vivos”.
Hoy, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, celebramos en las diócesis vascas el Día del Seminario. En este curso hemos iniciado una nueva etapa en la andadura de nuestro Seminario Diocesano. Es obvio que la escasez de candidatos al sacerdocio que padecemos en estos momentos, puede llevar a un empobrecimiento en su convivencia y formación. Por ello, nuestros seminaristas están ahora integrados en el Seminario de Pamplona, donde, entre semana cursan sus estudios teológicos; mientras que los fines de semana realizan sus prácticas de pastoral en nuestras parroquias. Tenemos el deber de poner todos los medios posibles para que los jóvenes que han sentido la llamada al sacerdocio, puedan discernirla y formarse en el ambiente más enriquecedor posible.
No tengo la menor duda de que el aumento de vocaciones sacerdotales dependerá en buena medida de nuestra perseverancia en la oración, de nuestra fidelidad y amor a la Iglesia de Cristo, y en especial, del testimonio de santidad y alegría de nosotros, los sacerdotes. ¡Que Santa María Inmaculada dé la gracia del “sí” a cuantos sean llamados al “feliz sacerdocio”!
 
San Sebastián 11 de diciembre de 2011 
 
 

8 comentarios:

Mercedes dijo...

Amén.

Relicary dijo...

Jejeje, tiene gracia. Hace escasos minutos me había anotado leer esa carta cuando acabase mi jornada laboral.

Como añadido, el obispo está haciendo unas conferencias vía web que no duran más de 30 minutos acerca del YouCat. Aún no he podido verlas, pero parece recomendable.

¡Buenos días!

DAVID DIAZ CRIADO dijo...

En mi humilde opinion hay una sucesion logica en este camino:
1º Fidelidad
2º Fecundidad
3º Felicidad

yomisma dijo...

Lo sabia, lo sabia: las madres nunca llegaran a la listita esa. Aunque sean mas profesionales que muchos otros.

Cordelia dijo...

Amén, como Mercedes, y a pedir por las vocaciones...
Yomisma, profesionales y felices, si dejamos de mirarnos el ombligo y los miramos a ellos.

Relicary dijo...

Iba a decir una sola cosa, pero diré dos. La primera la cita del jesuita que dice: "mientras que la tibieza del sacerdote es la ruina de la cristiandad". Sobran comentarios.

Me ha encantado la referencia a las monjas pues es un colectivo olvidado.

Y añado lo de "yomisma" acerca de las amas de casa. Todas las que viven realmente entregadas (entregadas, no esclavizadas) a su trabajo merecen un pedestal bien alto, porque hacen cosas que a veces se nos antojan imposibles y construyen heroicidades de los elementos más comunes y cotidianos.

GAZTELU dijo...

Fantástica la pastoral.

GRACIAS POR PUBLICARLA

Vila dijo...

Ya la he podido leer tranquilamente y me ha gustado mucho, sobre todo la oración final.

Esto me ha ayudado a rezar mas por ustedes y por las nuevas vocaciones que tanto hacen falta.
Feliz día