martes, 22 de mayo de 2012

Taquito (y IV)



Aquella noche, por primera vez en muchos años, Taquito durmió de un tirón y al despertar, se encontró tan contento y descansado como si hubiese estado en la cama mes y medio.
―Qué sueños más raros he tenido últimamente, pensó. Me parece que el espejo mágico me ha gastado una broma.
Después de desayunar, con cierto temor, llamó al jefe de los esclavos:
―Dile a Ana que venga inmediatamente.
―¿Ana, señor? No tenemos a nadie con ese nombre… Si quiere, le envío a Lucía, que…
Zaqueo negó con la cabeza en silencio y decidió retirarse a su habitación secreta, a pesar de que, sin la presencia de la niña, no era lo mismo y empezaba a estar harto del espejito.
Estaba a punto de abrir la puerta de los siete cerrojos, cuando oyó el griterío de la gente.
―¡El Mesías! ¡Ha llegado Jesús, el Hijo de David!
Todos los habitantes de la ciudad habían salido a la calle, y Zaqueo, que algo había oído decir de Jesús de Nazaret, no quiso ser menos. Echó a correr por los pasillos y se encontró rodeado de sus propios esclavos, que corrían en la misma dirección sin cederle el paso.
Ya en la calle por poco le da un ataque: las gentes formaban una muralla que le impedía ver al Señor. Zaqueo entonces trató de hacer lo de siempre. Dando un empujón al que tenía más cerca, le gritó:
―¡Eh, tú, quítate de ahí o digo a mis criados que te echen a latigazos!
Pero el tipo aquel pareció no enterarse.
Entonces Taquito vio a Ana. Estaba allí mismo, a pocos metros, y le hacía señas para que le siguiese. Taquito fue corriendo tras ella y, como los dos eran tan pequeños, se colaron entre las piernas de la gente hasta llegar a una especie de plazoleta presidida por un árbol muy alto. Era una higuera.
―Ahí tienes la solución ―le dijo entonces Ana―; te subes a la higuera y verás a Jesús la mar de bien. Como pesas poco, seguro que eres capaz de subir hasta arriba.
Taquito se enfadó:
―¡Estás loca! Se reirían todos de mí. Soy un personaje importante en esta ciudad. ¿Te imaginas que el alcalde se tuviera que subir a una farola para ver lo que pasa en su pueblo?
―¡Anda, Taquito, no te des tanta importancia! Demuestra que, por una vez, eres capaz de ser el más alto.
Entonces Taquito se quitó la túnica nueva que se había puesto para la ocasión y trepó por el tronco de la higuera como una ardilla.
―¡Qué gozada! No sabía que esto era tan fácil.
Ya en lo alto llamó a Ana para que le acompañara, pero la misteriosa esclava acababa de desaparecer por segunda vez.
De pronto, alguien gritó a sus pies:
―¡Fijaos, Zaqueo se ha subido a un árbol!
Las gentes empezaron a reír y a tomarle el pelo: que si parecía un gorrión de los que picotean los higos; que si lo iba a llevar el viento…; pero a Taquito lo único que le importaba ya era localizar a Jesús, que se aproximaba a lo lejos rodeado por sus apóstoles y un montón de amigos.
De pronto, el Señor se detuvo, levantó la cabeza, miró hacia lo más alto del árbol y gritó:
―Zaqueo, baja enseguida, que hoy me alojaré en tu casa.
Por poco se cae del susto el pobre Taquito.
―¿En mi casa? ―preguntó al fin temblando―.
―¿Es que no me invitas? ―dijo Jesús―.
―¡Claro, Señor!, pero yo no soy digno de que entres en mi casa…
―Eso ya lo veremos. Tú ve a prepararlo todo…

  *        *       *
Aquella tarde Jesús entró en la gran mansión de Zaqueo. Cuando se abrieron las puertas, un par de esclavos se echaron a sus pies para lavárselos con agua caliente y calzarlo con unas zapatillas de terciopelo azul. Zaqueo, vestido de gala, le dio el abrazo de bienvenida y ungió al Señor en la frente como mandaban las normas de la buena educación. Un coro de esclavos africanos entonó el canto de bienvenida, y terminada la ceremonia inicial, los criados distribuyeron a los apóstoles por las habitaciones que ya tenían dispuestas para pasar la noche.
―¿Y tu estancia secreta? ―preguntó Jesús a Taquito con una sonrisa de guasa―.
Zaqueo abrió la puerta de los siete cerrojos, entró con Jesús y se quedaron a solas un buen rato. No me preguntéis lo que ocurrió allí, porque no conozco esa parte de la historia. Lo único que se sabe es que al día siguiente Taquito regaló el espejo a unos payasos de la ciudad para que hicieran reír a los niños en las fiestas.
Aquella noche, al terminar la cena, Taquito parecía feliz, pero un poco avergonzado. Al fin se puso en pie sobre un taburete y dijo:
―Hace muchos años yo decidí ser malo y lo cumplí hasta hoy. He sido un egoísta, gruñón, mentiroso y avaricioso. Por eso estaba tan triste. No se puede ser malo y feliz al mismo tiempo. Pero se acabó. A partir de este momento doy la mitad de mis bienes a los pobres y a todos los que he engañado les compensaré pagándoles cuatro veces más.
―Oye, Taquito ―intervino Ana, que estaba sentada a su lado―, ¿y dónde vivirás? Tendrás que abandonar esta casa.
―Cerca de aquí, junto al río, tengo una casita pequeña. No necesito nada más. Allí recibiré a Jesús sin avergonzarme cada vez que venga a Jericó. A ti en cambio no podré mantenerte como esclava…
―¡Mira que eres torpe, Taquito! ¡Tantos años viviendo contigo y aún no me conoces!: soy tu Ángel de la guarda. Así que no podrás prescindir de mí. De ahora en adelante, cuando te mires al espejo por la mañana, piensa que yo estoy al otro lado del cristal sacándote la lengua para que no seas tan presumido.
Zaqueo miró a la niña, pero sólo vio un polvo plateado que se disolvía en el aire con un sonido muy dulce de campanillas de plata.



13 comentarios:

Assumpta dijo...

Yo tambien soy Zaqueo,en verdad,nosoy enana ni egoista,pero vivo en casas grandes,tengo un mal genio tremendo,medio mundo me parecen fariseos ,y el otro medio pecadores,no paraba de reir,y ahora solo rio con álguna de mis magnificas amígas,con mi perro o con mi familia,estoy cansada de lafalta de sensibilidad de las personas,y de lo interesados que somos todos,Ahora,yo no subo árboles por ver la mirada de mi Señor,EL sabe que subo el K2.

Papathoma dijo...

:)

Adaldrida dijo...

Me has hecho llorar y mira que me imaginaba el final...

Clara dijo...

¡¡Me ha encantado!!
Ana... ¡comestible!
Gracias, se lo leo esta tarde a mis hijos.

yomisma dijo...

A veces se me olvida que lo mejor es enemigo de lo bueno. Queremos lo mejor para nuestros hijos y nuestras familias y no vemos todo lo bueno que hay alrededor.
Ignacio: me ayudaras a pedir a Jesús que, como Zaqueo, deje de mirar el espejo de la habitación secreta?

Almudena dijo...

Ohhh... ¡ ! Hasta ahora el mejor cuento de los que le he leído en el globo. Muchas gracias

Antuán dijo...

Yo tambien me subi a la higuera más de una vez pero materialmente a coger higos. Lo que más me ha guatado es lo del coro de esclavos africanos que cantaban aunque los quiero libres pero me gusta que canten porque lo hacen ¡genial! me recuerda la peli de : "la fuerza de uno" no me canso de verla. Ha conseguido mantener la atencion de mas de uno. Emnorabuena! Adiosle

Cordelia dijo...

Tan bonito...

Ignacio Sevillano dijo...

Me ha gustado mucho el cuento, gracias y nos vemos el sabado.¿Se lo puedes contar a mis amigos por favor?

Una lectora habitual dijo...

¡Precioso el cuento!

Vila dijo...

Es un cuento súper chulo! Me ha gustado muchísimo, y aunque me imaginé lo del Angel nunca pensé en este final tan bonito.

El próximo libro para el año que viene podría ser de su colección de cuentos.¿Hace?

Miriam dijo...

Todo genial... y el final encantador. Un ángel de la guarda que saca la lengua tras el espejo, es lo más¡
Grcias por la historia

Marita dijo...

M'ancantao....