Mi admirado amigo Enrique García-Máiquez he
escrito en la revista “Nuestro Tiempo” un precioso artículo titulado Legalitis y decretiosis. Lo tenía bien a mano, pero hasta hoy no lo he descubierto: estaba demasiado
lejos; en la página 47.
No
voy a resumirlo, que nadie se alarme. Mi tocayo habla del sentido del Derecho
como garante de la libertad y sobre la fiebre legisladora y reglamentista del
Poder, que pone las leyes al servicio del totalitarismo.
El
artículo me parece perfecto. Tanto que, al acabar la lectura, le dedico un
sincero aplauso en la soledad de mi escritorio. Kloster entra entonces en la
habitación para preguntarme:
―¿Se
puede saber qué haces?
―Aplaudo.
¿No lo ves? Estoy completamente de acuerdo con lo que dice mi tocayo. Es más;
yo mismo he expresado muchas veces las mismas ideas.
Kloster
me mira compasivo:
―Ya.
Entonces dime, colega: ¿te parece un buen artículo sólo porque está de acuerdo
contigo? ¿A quién aplaudes? ¿A tu amigo o a ti mismo?
5 comentarios:
Pues si piensas lo mismo que tu amigo y aplaudes a ambos tampoco está eso de fomentar la autoestima, digo yo, ¿o qué? Adiosle
¿Y qué me dice de "el deseo o el sentimiento" como fuentes de derechos individuales? Yo mismo me siento millonario y EXIJO que el Gobierno (me vale cualquiera) corra con todos los gastos necesarios. ¿Acaso no se hace lo mismo con el cambio de sexo? Pues, venga, a apoquinar por Decreto.
Qué país, qué paisaje, qué paisanaje!!
Yo sí que aplaudo: a su generosidad. Que Kloster no le líe. Agradecimientos múltiples.
¡Ja, ja! ¡Buena reflexión!
El dilema es interesante: es muy fácil aplaudir algo cuando en la forma adorna un fondo que coincide con nosotros. Pero, ¿se puede reconocer algo bien hecho, aunque no sea de nuestro agrado?
Y no sé por qué, me viene a la cabeza cierto presidente que planeó romper España mientras la separaba de Dios bajo la bandera del laicismo. Hay que reconocer que su plan le está saliendo a la perfección...
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