Después de cuatro días de camino llegamos a Belén de anochecida. El Cielo se había cubierto de nubes y el viento helado de Poniente nos hizo aligerar el paso. Yo no estaba cansado, pero María tiritaba a mi izquierda. Se había bajado del borrico pocas leguas antes y, aunque nunca dejó de sonreír, se apoyó en mi brazo con un gesto de fatiga:
—Prefiero caminar para entrar en calor —dijo—.
—Ya falta poco —le contesté—.
Empezaba a clarear por el Oeste cuando el crepúsculo nos regaló un sol enorme, rojo que encendió en un momento el horizonte. Miré de nuevo a mi Esposa para mostrarle el espectáculo; pero ella iba ensimismada, hablando sin palabras con el Hijo que llevaba en su vientre.
Cuando la veía así, yo procuraba tomar parte en ese diálogo, como en un juego:
—¿Qué nos dice Jesús esa tarde?
María se rió como si hubiese dicho algo muy gracioso:
—Está contento e impaciente por venir a tus brazos. Quiere que yo también me ponga en tus manos y que te quiera mucho, mucho.
Gracias a la luz rosada del atardecer, no se dio cuenta de que me había puesto colorado.
8 comentarios:
¡Que imaginación!
¡¡¡Gracias, lo je esperado tanto!
GRACIAS!.
San José...le debo tanto!...
Muchas gracias!Por el relato navideño, y por sacar un ratito para escribirnos a pesar de estar descansado.
Últimamente apenas tengo tiempo para escribir nada, pero leo el globo a diario.
Ya se acerca el día... Feliz Navidad a todos
Yankee
Por fin!! Además me resulta original por el protagonismo de San José. Me encanta. Gracias!!
PRECIOSO
Por favor don Enrique escriba algo cada día de la Sagrada Familia de Belén...ayuda tanto!Gracias
justo hoy leía en el Belén que puso Dios que cuando lo escribió no pudo escribir mucho sobre san José porque como que se escondía....y me di cuenta que era verdad, que salía muy poco en el libro.
Muchas gracias faltaba este punto de vista
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