viernes, 16 de enero de 2015

Otra vez aquí

Me recomienda Kloster que no dé tantas noticias sobre cada uno de mis movimientos. Puedo sugerir pistas diciendo, por ejemplo, que ahora estoy a dos kilómetros de un pueblo, una distancia perfecta para dar un paseo si no fuera porque el paisaje se ha teñido de blanco y la suave brisa, que se ha levantado esta tarde, congela hasta los buenos deseos.
Mañana espero hacer una romería a la ermita que aparece allí arriba, casi en el límite de la provincia y, de regreso, pasaré por la plaza del pueblo, que se llena de turistas y de aroma de cordero asado todos los sábados.
Hace tiempo conversé en la plaza con una chiquilla musulmana de quince años. Hablamos de Dios y llegamos a la conclusión de que el suyo y el mío son el mismo.
—¿Tú rezas? —le pregunté—.
—Sí, todos los días. En este pueblo hay ocho mezquitas.
—¿Ocho?
—Son pisos pequeños —me aclaró—, y allí aprendemos y rezamos. Tu iglesia es más grande, pero más vacía.
 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Podría ser cierto si no fuera porque el templo donde oramos, lo llevamos dentro y no se ve. Es cierto porque debería verse y la mayoría de las veces impedimos que puedan verlo los que nos tratan. Los niños son terribles
Almudena

Cordelia dijo...

Ese pueblo casi seguro tiene una farmacia en la plaza, donde al final del paseo se pueden comprar juanolas...

Papathoma dijo...

Tendría razón...si no fuera porque en la nuestra siempre hay Alguien esperándonos y que lo llena todo.