Como Shakespeare, más o menos
Querido
maestro: andaba yo esta mañana lleno de dudas pensando a quién dirigir este
e-mail primaveral, cuando mi amigo Kloster me ha sugerido que lo mande algún
escritor de alcance universal.
―¿A
quién se te ocurre? Ten en cuenta que ya escribí a personajes literarios de
renombre, como don Quijote, Dulcinea, Ulises, Miss Marple…
―Yo pensaba
en Shakespeare, Tolstoi, Dostoievski, Calderón…
―De
acuerdo ―le he contestado―; escribiré a uno de los grandes, a Muñoz Seca.
―¿El
de “La venganza de don Mendo”?
―No
te lo tomes a broma, colega; don Mendo es un personaje inmortal como Hamlet o Segismundo.
Y su padre literario es uno de los pocos genios que ha dado el teatro español en
su larga historia.
Lo
que le ocurre a Kloster, como a la mayoría de la gente, es que no valora
demasiado a los que escriben comedias. Piensa que hacer reír es menos
importante que hacer llorar; que, donde haya una buena tragedia, sobran las
astracanadas.
Yo cambio pienso que todas las tragedias que
se han escrito en la historia de la literatura se parecen demasiado. Para mí
que hay una sola tragedia con mínimas variaciones. Pueden estar redactadas en
prosa, en verso o con gorgoritos musicales, pero, a la postre, siempre lo mismo:
el amor imposible, los celos, el odio, las grescas familiares… ¡Qué
aburrimiento, por Dios!
Si a
la Traviata de Verdi le quitamos la
música, el libreto se nos caerá de las manos porque apenas llega a la altura de
un mal culebrón. Y, si Shakespeare nos parece realmente grande es porque ha
logrado salvar de la quema unas historias ridículas, envolviéndolas en el meritorio
celofán de una prosa magnífica, llena de metáforas brillantes y diálogos o
monólogos inolvidables.
(Me
parece oír el ruido de vuestras vestiduras al rasgarse). No sigáis, por favor,
que hace frío. Dejadme que continúe escandalizándoos.
León Tolstoi
comenzó “Ana Karenina” con esta conocida afirmación: “todas las familias
felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial
para sentirse desgraciada”.
Brillante,
pero falso, amigo Tolstoi. Yo habría dicho exactamente lo contrario. Las
desgracias son monótonas y aburridas como lo es el infierno; por eso son
doblemente desgracias. En cambio, la felicidad se viste cada día de un color
distinto. De ahí que el Cielo sea variadísimo, millonario en risas y sorpresas;
como un banquete o un viaje de bodas sin fin.
Algo semejante pasa con el humor. Es variado y
cambiante. En cada país se expresa de una forma distinta. Hay un humor español
y un humor británico, que no se parece en nada, pero es admirable. Y hay un
humor francés, alemán…, incluso chino, aunque nunca he sido capaz de
entenderlo.
Dicen
que el humor envejece. Es cierto, y en eso manifiesta su vitalidad. Evoluciona
con los años, decae, muere y resucita con una vestidura nueva. Los dramas en
cambio no pierden actualidad, porque son fósiles.
Y si
esto es así, ¿cómo se explica que “La venganza de don Mendo” goce de tan buena
salud casi un siglo después de su estreno? Muy sencillo, querido don Pedro;
porque usted no fue sólo un gran humorista. Fue un genio y también un hombre de
extraordinaria cultura ―profesor de latín, griego y hebreo―, que dominaba como
nadie el teatro clásico, las distintas formas de versificación y todos los
recursos de la gran comedia.
¡Y
qué gran final reservó para el último acto de su vida! Aún se ríen los ángeles
en el Cielo recordando su sorprendente entrada en la Gloria. Era el 28 de
noviembre de 1936 y estaba a punto de morir fusilado en Paracuellos del Jarama
por milicianos comunistas.
―”Podéis quitarme la hacienda ―declaró entonces―, mis
tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme la vida; pero hay una cosa que no
me podéis quitar… y es el miedo que tengo.”
Genio y figura, don Mendo; quiero decir, Don Pedro.
17 comentarios:
Ahí me ha dado en todo el medio. Me encanta la venganza de don Mendo. La he leído treinta veces, me sé trozos de memoria y me río en los mismos sitios todas las veces. Hay frases que he incorporado a mi conversación habitual, conde Nuño, henos de Pravia, o las manchas de chorizamen y huevo...
Y brillante también don Alfonso Ussía, sobrino nieto del ínclito, capaz de reírse del sursum corda con elegancia, que contaba en algún libro la siguiente anécdota:
Este epitafio se lo escribió Pedro Muñoz Seca al matrimonio que tenia la portería donde él vivió y que murieron con muy pocos días de diferencia:
Fue tan grande su bondad,
tal su laboriosidad
y la virtud de los dos,
que están con seguridad
en el Cielo, junto a Dios.
El Obispo de la Diócesis de Madrid que tenia que dar su conocimiento lo rechazó con el argumento de que Muñoz Seca no era nadie para asegurar que los porteros estaban en el Cielo, y junto a Dios. Muñoz Seca escribió otro:
Fueron muy juntos los dos,
el uno del otro en pos
donde va siempre el que muere...
Pero no están junto a Dios,
porque el Obispo no quiere.
El Obispo envió una carta a Don Pedro en la que decía "Ni yo, ni ningún otro representante de la Santa Iglesia, intervinimos para nada en el destino de los difuntos, por tratarse de un misterio inescrutable que ni usted, a pesar de su buena voluntad, ni nosotros estamos capacitados para aclarar", y Muñoz Seca escribió el siguiente epitafio:
Flotando sus almas van
por el éter, débilmente,
sin saber qué es lo que harán,
porque desgraciadamente
ni Dios sabe dónde están.
Los porteros se quedaron sin epitafio y el Obispo perdió su sentido del humor.
Después de su entrada de hoy, y todo lo que dice, se come lo que iba a comentar.
Le manda un abrazo
Fernando
Desde la pintoresca y teatral Granada.
Y Don Mendo interpretado por Fernán Gómez es ya la bomba completa.
Con los años Muñoz Seca me gusta cada vez más y Shakespeare me parece cada vez más un pelma, como Garcilaso.
Este artículo ¿lo jugó a las siete y media?
A pesar de que me ha dejado en andrajos :) me gusta su punto de vista.
Lo que ocurre es que para hacer humor bueno hay que tener buen humor. El humor cínico, tan cáustico, no se puede llamar humor. Sólo una mirada a la vez burlona y comprensiva de las propias limitaciones y las ajenas es capaz de hacer reir desde dentro. Y es un equilibrio (iba a decir difícil, pero ¿acaso no son difíciles todos los equilibrios?)
Voy a buscar aguja e hilo para remendar mis ropas :)
Bieeeeen me ha dado una gran alegría y Cordelia también al recordarme una anécdota que había olvidado.
Buenísima entrada. Y el comentario de Cordelia también genial, me he reído cantidad. Qué nivelazo tiene este globo, da gusto leer a diario cosas interesantes.
Yankee
Don Enrique, como tengo muchos amigos cómicos, le he robado (sin su permiso, porque lo he hecho antes de decírselo) la entrada para colgarla en mis redes sociales.
A mí me ha encantado.
Bien por Ustedes, españoles.
De este lado del charco no nos interesan tanto las entradas locales, pero me alegra que a Ustedes les alegre Don Mendo.
Tomate mexicano
Adoro la venganza de don Mendo porque la recitaba mi abuelo. Pero aún más me gusta esa reflexión sobre el humor.
Gracias, Adaldrida, por no echarme en cara la comparación de don Mendo con Segismundo.
Ahí le has dado a don henry en su talón de Aquiles.... La que se va a montar...
Brillante.
Hace bien Kloster en despreciar un poco la comedia, como género. Pero La venganza de Don Mendo no es una comedia, Kloster: es una tragedia tremebunda, ¡morrocotuda!
El de las 2:52, te he cazao el seudonimo. Abrazad a vuestro yerno y aquí no ha pasado nada
Soy profesor de Lengua y Literatura en el País Vasco. Entre esta asignatura y la de Literatura Universal, hay nueve lecturas que incluyen tres suicidios de sus protagonistas (Madame Bovary, la Adela de García Lorca, el Andrés Hurtado de Baroja). En otra se suicidó la escritora (Virginia Wolf) y en Hamlet muere hasta el apuntador. Se completa el panorama con la historia de un rechazo inhumano (La Metamorfosis de Kafka), los relatos de Poe (llenos de personajes anormales), el cenizo de Blas de Otero, y la historia de un amor adolescente fracasado (Los 20 poemas de Neruda).
Ya sé que es sobrecogedor (y hasta kafkiano), pero es la idea que el establishment de la educación oficial tiene de lo que debe presentarse a un adolescente como representativo del ser humano.
Sinceramente, me apunto a Muñoz Seca.
Qué genial es Don Mendo.
"Lávate barba y boca, porque no lo hiciste y tienes manchas de chorizamen y huevo".
"Yo no fui, fue el maldito cariñena que se apoderó de mi..."
Esas frases se me quedaron grabadas cuando ensayábamos la obra hace muchísimo tiempo. Yo era Azofaifa...
Respecto al comentario de Alvaro, profesor en el País Vasco... ¡Cuánto me alegra leerlo! Tengo en un hijo de esa edad, y me han parecido espeluznantes los libros que debía leer. ¿Es que no había algo más edificante, positivo, que tirara hacia arriba de los adolescentes en lugar del pesimismo existencial que destilan esos autores?
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