lunes, 22 de abril de 2019

La luna de Pascua…


La luna de Pascua se espejaba en las losas de piedra de la calzada romana. Al búho le gusta dejarse abrigar por esa luz amable de la luna llena, que no deslumbra y parece observarle desde lo alto.
Homero y la luna dialogan desde crepúsculo al amanecer.Aquella noche, sin embargo, solo tenían ojos para Jesús. Entre los olivos de Getsemaní dormían once hombres, mientras su Maestro, echado en tierra, goteaba sangre y pedía auxilio a gritos a su Padre Dios.Solo un apóstol permanecía en pie sin ganas de dormir; Judas Iscariote. María también estaba en vela y, por ser Reina de los Ángeles, ordenó a uno de sus custodios que fuese a confortar a su Hijo.
La luna de Pascua, entre tanto, fotografiaba la escena. 
*     *     * 

 


y el  sueño de los apóstoles
¿Te acuerdas, Señor? Cuando dijiste que todos nos avergonzaríamos de ti, Cefas gritó que eso no ocurriría jamás: aunque fuera preciso morir contigo y cantaran todos los gallos de Jerusalén, él no te abandonaría. Los demás dijimos casi las mismas palabras. ¡Cómo no íbamos a prometerte fidelidad hasta la muerte! Estábamos eufóricos: nos habías llamado amigos y nos abriste de par en par tu corazón. ¡Contaste tantas cosas durante aquella larga sobremesa!... Hablaste del Padre y del Espíritu Santo, nos prometiste que ibas a preparar una morada en el Cielo para que estuviésemos siempre contigo… Además, en el pan y el vino, nos entregaste tu Cuerpo y tu sangre…
Camino de Getsemaní, la luna de Pascua pareció seguir nuestros pasos ciñendo de oro la calzada. Marchábamos despacio y en silencio. Yo trataba de no separarme de ti, procurando que me rozase la  túnica que te tejió María, como hizo aquella mujer que recuperó la salud con solo tocarla. Los soldados romanos ya se habían retirado a sus cuarteles cuando llegamos al huerto de los olivos.
Tu rostro empalideció mientras nos acomodábamos entre los árboles.—Velad y orad —nos dijiste— para no caer en la tentación…
—Pero, Maestro, ¿cómo podremos estar en vela una noche como ésa? Deberíamos tumbarnos en la hierba y seguir conversando hasta que nos venza el sueño. ¡Qué cosas tienes!: hemos cenado cordero y bebido las cuatro copas de vino que manda nuestra santa ley. Tú sabes que todos estamos dispuestos a morir si hiciera falta, pero mantener los ojos abiertos cuando los párpados pesan como si fueran de plomo y el sopor ensombrece la mente...¿Por qué no descansas con nosotros? No tengas miedo. Mañana,al salir el sol, verás las cosas de otro modo… ¿Por qué te inquietas? Aquí estás a salvo, ¿recuerdas?; somos tus amigos.
Han pasado veinte siglos y el Señor sigue en agonía. Su sudor de sangre aún empapa la tierra, y, si afináis el oído, oiréis el eco de sus sollozos y de su oración.
—Padre, si es posible, líbrame de este trago amargo…, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Yo sigo dormido en triste y nutrida compañía. Mientras el diablo y sus secuaces celebran la aparente derrota de Cristo, Jesús lleva sobre sus hombros la basura que le echamos los hombres: la soberbia, la codicia, la lujuria, el odio, la cobardía…
No le carguemos también con nuestro sueño. Pongámonos en pie. Él solo nos pide que le acompañemos alerta y rezando.





1 comentario:

María Emilia dijo...

Nada nuevo bajo la luna sigo dormida, por eso bendigo el insomnio que me permite acompañar al Señor, de los mejores momentos de mi vida.
Feliz Pascua del Señor les deseo un corazón alegre y enamorado donde él siempre pueda habitar.