martes, 30 de abril de 2019

Volamos



Hace exactamente doce años comenzó a volar este globo.
—Cómo pasa el tiempo, don Enrique.
—Y usted que lo diga, doña Clotilde.
Era mayo de 2007 y acababa de terminar un retiro. Vivía en esta misma casa de Madrid y alguien me instó con sólidos argumentos a entrar en la blogosfera. Le contesté que la palabra blog me parecía horrenda.
—Prefiero llamarlo globo, la verdad. Al fin y al cabo poner una página en la red es como soltar un balón al aire para que flote sin rumbo en el espacio en busca de otros semejantes.
Desde entonces la blogosfera ha crecido mucho. Es como el universo, que, al decir de los expertos, está en continua expansión desde el instante mismo del big-bang.
 En este singular firmamento hay millones de blogs como el mío creados por gentes de todos los pelajes, lenguas y re­ligiones, que, no contentos con navegar por la red, ponen un escaparate y dan la cara, porque quieren ser vistos y expresarse a su manera.
Aquí uno encuentra de todo: especialistas en origami que trafican con figuras de papel; poetas incomprendidos (valga la redundancia); coleccionistas de bolígrafos; sectas destructivas; profetas alucinados que anuncian catástrofes siderales; políticos que matan por un  puñado de votos; navegantes solitarios sedientos de compañía; ideólogos con pocas ideas o sin ninguna en absoluto; adolescentes con acné en el alma; anoréxicas que se cuentan nuevos trucos para matarse de hambre sin que lo note mamá; depresivos afligidos; alcohólicos anónimos; borrachos conocidos; novelistas sin editor; cantantes sin discos; personajes en busca de autor; traficantes de mugre; obsesos sexuales; genios de cualquier doctrina que ofrecen sus servicios a bajo precio; misioneros heroicos que cuentan mil historias; sacerdotes que asesoran espiri­tualmente a quien lo pida...
En la blogosfera hay también restos de blogs abandonados que giran en órbita como harapos de recuerdos deshilachados. Hay versos perdidos, páginas de personas muertas, que nadie se ha molestado en cerrar, y proyectos de blogs que no se hicieron, y ahí siguen, ocupando un “espacio” que uno no sabe hasta dónde llega, en qué consiste, dónde está ni quién controla. 
La blogosfera es una ciudad aún más extensa que la Nínive del Profeta Jonás. Y, como en todas las ciudades, la vida va por barrios. Hay suburbios que es mejor no frecuentar para no correr el riesgo de recibir una cuchillada, de ser estafado por un gánster virtual o de ser corrompido con sobredosis de sexo salvaje.
Por tanto la blogosfera es peligrosa, sí, como Madrid, Nueva York o Tokio. Pero no hay que huir ni encerrarse en el gueto. Al contrario: hay que entrar; hay que crear nuevos barrios, urbanizar los viejos, limpiar la basura, poner un buen servicio de alcantarillado y echar la red (o sea, la web) para pescar, como Jesús pidió a San Pedro. Hay que crear nuevos ambientes, “remansos de aguas limpias” diría San Josemaría, y  ponerse la escafandra anti-mugre para explorar la selva: los leones esperan.
Hemos de inundar de contenidos saludables  este universo que está surgiendo y ya nos posee como Matrix. Es un deber. Gota a gota hay que llenar el mar. 
Cómo no recordar aquel punto de "Camino":  Eres, entre los tuyos —alma de após­tol—, la piedra caída en el lago. —Produce, con tu ejemplo y tu palabra un pri­mer círculo... y éste, otro... y otro, y otro... Cada vez más ancho.    ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?
Yo ya lancé la piedra una vez —el blog es un globo sonda—, y ahora, doce años después, vuelve al ruedo. Entrad sin miedo, malditos. Se admiten okupas.





4 comentarios:

Antuán dijo...

Hola! ¡Allá vamos! Lo que más me gusta es el tipo que lanza una piedra al mar; pero si es ella (como dicen los costeros) la que nos las trae con la arena hacia la orilla. Disfrute leyéndolo. Yo no tengo globo, me animaron pero no. me gusta entrar en otros. En Intagram. No mucho. hoy por casualidad mientras se secaba la preparación para dos cosas pequeñas que quiero pintar. A cambio de un favor que me han hecho de llevarme unas cartas con libro para mis hermanos: "Se buscan rebeldes" para Carmelo que está a punto de partir como cada verano y una pequeña semblanza de don Alvaro para Pablo. Lo que si tengo en el disco duro es un archivo : "En medios de trasporte" de cosas que me han ido sucediendo con gente. Hay que aprovechar todas las ocasiones para hablar de Dios o de lo que se tercie; porque tampoco se trata de ir repartiendo estampitas. Somos sociables, eso es lo que importa aunque no tengamos las mismas ideas. San Josemaria decía en Argentina : "Que sepais ir del brazo de los que no piensan como vosotros... y más cosas. ya me entendéis. Adiosle

Cordelia dijo...

¡Hay que ver la de peces que había dando coletazos sin ton ni son hasta que les cayó encima la red! Algunos bichos abisales ni con red, menos mal que les dió la piedra en el coco y salieron a ver quién había sido.
Quedan muchos allí abajo, como ovejas sin pastor. Miran hacia el cielo, igual si ven sobrevolar un globo se asoman a mirar.
Gracias por el chichón

Papathoma dijo...

Recuerdo haber hecho muy buenas amistades en este globo. Y recuerdo un montón de cosas más, tan personales que no quiero compartirlas ahora. Empezamos una nueva etapa, cuando casi todos los bloggers que seguía, se han pasado a Instagram o similar y han abandonado el barrio. Bienvenidos todos. Volemos, pues.

Romano dijo...

Yo soy de los solitarios en la blogosfera. Leo hasta el final los pequeños mensajes que encuentro disimulados, casi olvidados en los grandes murales y me pierdo los carteles de neón, gigantes y luminosos.
Solo participo en los barios más profesionales, sectoriales, donde solo se comentan temas de ciencia, tal vez de economía, pero rara vez se escucha el bostezo de un niño o se percibe la mirada de un anciano.
Por eso es importante que vuele el Búho. s uno de los globos que nos permiten percibir realidades ocultas que no chillan, ni gritan, pero están ahí, en los silencios del oscurecer y que nos cobijan los amaneceres fríos.

Sus ondas llegan muy lejos, querido Globo, casi como las gravitatorias del Big Bang, como campanadas, para recordarnos que nuestras preocupaciones son relativas, que siempre hay llamadas profundas que debemos atender.
Gracias.
Así se ven las cosas desde el camino.