Desde su
madriguera, Homero contempla la gran diáspora de julio y agosto. El búho no es
ave migratoria. Sí lo son en cambio algunas de sus presas preferidas: el águila
calzada, el alcotán, el ruiseñor, la oropéndola... Él sin embargo nunca se
aleja de su guarida, que es refugio en las horas de luz y observatorio en el
crepúsculo.
"¿Qué pretenden —se
pregunta— esos millones de hombres y mujeres que se encierran en sus vehículos y
se ponen en marcha puntual y velozmente para llenar la atmósfera de gases,
espantar a las aves del cielo y formar hileras rumorosas sobre el asfalto
abrasador del verano?" ¿Descansar?
Seguro que algunos lo logran. Otros, en cambio, terminarán agotados, con la
piel chamuscada por el sol, el abdomen hinchado y la visa enflaquecida.
Parecen olvidar que nadie
descansa mejor que el que se sube a la barca con Jesús. Él querría ir de
vacaciones con esa marea enloquecida que huye cada verano, para conversar con
cada uno a solas, sentado con ellos en la arena de la playa o respirando el
silencio de la montaña. Como aquel día…
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El Señor nos había enviado a predicar por los pueblos
y ciudades de la región y cumplimos la tarea como Él quiso, "sin bolsa,
sin alforjas, sin calzado". Nuestra única arma era la fe, la confianza en
la palabra que debíamos sembrar y en el poder sanador del Maestro. Fueron días
inolvidables; duros, pero fecundos. La cosecha superó todas nuestras
previsiones.
De regreso a casa, estábamos exhaustos pero también
eufóricos.
—¡Hasta los demonios se nos sometían en tu nombre! —dijimos
al Señor—.
Jesús nos escuchó como si no lo supiera todo, como si
no hubiera sido Él el único sembrador, y
nosotros sólo el brazo que lanzaba la semilla.
Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo, estaban
especialmente entusiasmados:
—¡Hemos
de continuar predicando y curando enfermos! Hay miles de personas que nos
necesitan, ¿Verdad, Maestro?
Jesús nos
fue mirando uno a uno: Pedro, cansado y silencioso, reposaba la cabeza en una
especie de almohadón junto a su hermano Andrés; Mateo, en un rincón de la
estancia, trataba de reparar la suela de su sandalia, desgastada de tanto
trajín; Judas, taciturno como siempre, contaba las monedas de la bolsa
pensando, sin duda, que no teníamos suficiente para el almuerzo.
—Habéis trabajado mucho —dijo por fin Jesús—,
y ni siquiera hemos podido reunirnos para comer. Vayámonos todos a un lugar
solitario al otro lado del lago para descansar un poco.
Pedro,
Juan y Andrés salieron a preparar las barcas mientras Judas y Natanael iban a
buscar agua y comida en la aldea vecina. Yo fui eligiendo unos cuantos peces de
los que cayeron en la red la noche anterior.
La mar
estaba en calma. El sol, en lo más alto, plateaba las aguas del lago. La brisa
fresca de levante traía aromas de primavera y parecía dar nuevo vigor a
nuestros brazos, que remaban sin apenas fatiga. Alguien entonó una canción
—quizá fue Jesús—. Así comenzaron nuestras vacaciones, las primeras junto al
Maestro y las más alegres de nuestra vida.
Descansar
con Jesús. Ése es el secreto… Es cierto que aquellas vacaciones fueron muy
breves. Al otro lado del lago nos esperaba una multitud, y el Señor, lleno de compasión,
prolongó la tertulia hasta la caída del sol. Luego tuvimos el enorme privilegio
de repartir entre la gente los panes y los peces que brotaban de las manos del
Maestro.
5 comentarios:
Todos los días rezo por los pasajeros de este globo. Por ti, de forma especial, ya que eres comentadora habitual
Hola. Veo don. Enrique que no pierde el tiempo. Yo acabo de llegar de la calle y antes de incorporarme al breve turno de las cenas. Quería contarles algo. Pero sin retroceder. Los amigos de Jesús, eso queremos ser. Me acabo de cruzar en la calle con Alberto de 15 años un chico tímido pero estaba en el banco lleno de chicas que se reían no se de que. Enfrente del instituto. Esto por lo de la adolescencia. Le pregunté por su madre si tenía trabajo y eso que haber cuando comíamos juntos otra vez. Le gusta la pizza, normal. Estos no tienen vacaciones, su hermana se fue a Ecuador a cuidar de sus abuelos y acabar la carrera. Y el la ultima vez que hablamos me dijo que no creía mucho, que no les hablaban de Dios en el colegio. Al final hizo la Comunión. Yo tampoco llevaba hoy billetero, ni zapatos de repuesto, íbamos solo a celebrar un cumpleaños que nos habían invitado. Solo alguna estampa de san Josemaria por siacá. Llevamos a Dios dentro de nosotros. Podemos decirle al cruzarnos con la gente: Por esto/as tuyos son. Que te encuentren como te encontré yo. Es más el Papa Francisco en: La alegria de vivir, ¿Gaudiun Vitae? en latín dice que tenemos que dejarnos encontrar por Él. Y ya está bien me voy a poner el traje de faena. Adiosle
que el descanso no me traiga camuflada la pereza por favor. Hay tanto que hacer...
Me gusta tanto esa manera de describir a Jesús que tiene el Búho en su entorno cotidiano. Y la grandeza y el misterio de su Palabra.
Vacaciones...
Creo que el Búho puede descansar, pero su dueño, no lo creo. Si acaso, puede que le guste tanto su trabajo habitual que no lo considere trabajo.
Y sus lectores, la verdad es que me dan envidia. Envidia sana, por lo buena gente que son (no digo nombres para no olvidar alguno)
Ale, felices vacaciones a todos.
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