Hace
seis meses Manuel Vicent, poeta, escritor y columnista, publicó en El País el artículo
que ahora reproduzco. Hay alguna
afirmación que me cuesta compartir, pero en líneas generales me parece un texto que merece ser difundido y aplaudido.
Por
organismos internacionales de toda solvencia España ha sido declarado el mejor
país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para
viajar solos sin peligro por todo su territorio. Según The Economist, nuestro nivel democrático está muy por encima de
Bélgica, Francia e Italia. Pese al masoquismo antropológico de los españoles,
este país es líder mundial en donación y trasplantes de órganos, en fecundación
asistida, en sistemas de detección precoz del cáncer, en protección sanitaria
universal gratuita, en esperanza de vida solo detrás de Japón, en robótica
social, en energía eólica, en producción editorial, en conservación marítima,
en tratamiento de aguas, en energías limpias, en playas con bandera azul, en
construcción de grandes infraestructuras ferroviarias de alta velocidad y en
una empresa textil que se estudia en todas las escuelas de negocios del
extranjero. Y encima para celebrarlo tenemos la segunda mejor cocina del mundo.
Frente a
la agresividad que rezuman los telediarios, España es el país de menor
violencia de género en Europa, muy por detrás de las socialmente envidiadas
Finlandia, Francia, Dinamarca o Suecia; el tercero con menos asesinatos por
100.000 habitantes, y junto con Italia el de menor tasa de suicidios. Dejando
aparte la historia, el clima y el paisaje, las fiestas, el folklore y el arte
cuya riqueza es evidente, España posee una de las lenguas más poderosas, más
habladas y estudiadas del planeta y es el tercer país, según la Unesco, por
patrimonio universal detrás de Italia y China.
Todo
esto demuestra que en realidad existen dos Españas, no la de derechas o de
izquierdas, sino la de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que
gritan, crispan, se insultan y chapotean en el estercolero y la de los
ciudadanos con talento que cumplen con su deber, trabajan y callan.
2 comentarios:
¡Que barbaridad! Vamos, que somos los mejores con diferencia. Y a mucha honra. Yo también digo que si puedo salvar una vida; estoy a favor del trasplante de órganos después de la muerte. Mi padre fue donante de sangre hasta los 80 que ya le dijeron: buen hombre es mejor que ya no siga. Pero se de más de uno/a que lo hacen. Y nuestro País se pone ya desde hace meses como san Lucar de giris. Buscando el solecito y la buena cocina... saben apreciar lo bueno. Y familias numerosas ¡Es una gozada! cada vez se ven más: padres jóvenes con 3 y 4 niños ya. Y hijos jovenes llevando a sus padres a dar una vuelta. Y de los políticos mi hermana decía algo así: apretón de manos y patás en la espinilla, mientras los ciudadanos trabajan y callan. Desde luego. No se para que nos piden opinión. Adiosle
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