miércoles, 31 de diciembre de 2008

Amanece


¿Por qué llamamos Nochevieja a la última noche del año? Las noches son siempre nuevas. Sólo nosotros envejecemos. Quizá sea porque cuesta arrancar esta hoja del calendario; querríamos prolongar la noche, envejecerla un poco o hacerla eterna para que no termine.

Nunca he sido trasnochador. “Yo soy un hombre de la madrugada/comprometido con la luz primera”, escribió Rafael Alberti. También yo prefiero el amanecer y tengo una cita cada día con la primera luz del sol. Ahora mismo, en Solavieya, agradezco el privilegio de poder descubrir desde el balcón de mi cuarto cómo despunta detrás de los montes.

Por tanto, no contéis conmigo a las 12 de la noche. No tomaré las uvas, que es un rito respetable y divertido con cierto sabor pagano. A esa hora lucharé con el sueño para celebrar la Santa Misa en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Es la fiesta de la Virgen más importante del calendario litúrgico, y es justo empezar el año con Ella.

¿Propósitos? Sí, soy partidario de hacer pequeños propósitos; algo de eso escribí hace meses; pero hoy prefiero hablar de deseos. Al llegar la Nochevieja, ¿por qué no recordar las ambiciones grandes, aquellas metas enormes, incluso utópicas, que parecían perdidas en el fondo de la memoria, pero sólo están un poco apolilladas? El año nuevo invita a levantar la vista y a soñar como soñábamos antes, cuando el futuro era un reto y no una amenaza; cuando el porvenir aparecía sembrado de promesas.

Pienso que en un día como hoy todos deberíamos elevar el punto de mira del arco sin miedo a lanzar la flecha demasiado alta o demasiado lejos. Los propósitos pequeños a veces desaniman, cuando comprobamos que no hemos sido capaces de ponerlos en práctica aun siendo tan sencillos. Los deseos grandes, en cambio, nunca nos harán sentir la amargura del fracaso. Habrá derrotas, desde luego, pero ya estaban previstas. Lo verdaderamente importante es mantener erguida la cabeza y la vista en la diana.

El que no se cansa de mirar a lo alto descubre que Dios también amanece cada día para decirnos que Él hará realidad nuestros afanes más grandes, incluso el deseo ser santos, que es la aspiración más descabellada.

Ya nace el día 31. Son las siete y cuarto de la mañana y aún falta una hora para que el sol aparezca en el horizonte. Dicen los pronósticos que lloverá en Asturias, pero supongo que eso ocurrirá el año que viene. Ahora hay estrellas en el cielo.


5 comentarios:

Conrad López dijo...

Feiz 2009, don Enrique.

Anónimo dijo...

¡¡¡¡ Gracias Dn Enrique por este año lleno de sentido positivo, común y de humor con el que nos regala cada amanecer... yo estoy con Ud, con lo que dice en su comentario y es lo que le deseo para este nuevo año, lleno de posibilidades... qué veamos... y allá vayamos!!!

Anónimo dijo...

¡Feliz Año Nuevo, D. Enrique!
Y muchas gracias por todos los regalos que nos hace.
Ténganos presentes a todos a las 12

Anónimo dijo...

Y a las 6 de la mañana....si se aguanta.

Ludmila Hribar dijo...

Gracias D. Enrique por ayudarnos a pensar durante el año, - como dice Teresa por los regalos que nos hace....Feliz Año! y que nos encuentre mas despiertos que las primeras horas ;)