viernes, 19 de diciembre de 2008

El retorno de los brujos


Imparibus dii gaudent, en los años impares se alegran los dioses, decían los antiguos. O sea, que las divinidades paganas de antaño jugaban a los números y eran tan supersticiosas como los echadores de cartas de ahora mismo. Al menos eso se deduce del libro de chascarrillos latinos que tengo sobre la mesa.

—Pues tiene usted razón —afirmó Vanessa Gómez, alias la vidente del pijama floreado, que tomaba el té en animada charla con su amiga y colega Érica Kloster, en el siglo Merche Pajarillas, especialista en tarot y medicina alternativa—. Entramos en un año impar, o sea en un buen año. Además ha nevado en media España, y como todo el mundo sabe, año de nieves, año de bienes.

—Además —apostilló Érica—, la guerra civil española comenzó en un año par y terminó en uno impar. No sé cómo no había caído yo. Y también es cierto que terminamos un año par, o sea desastroso, con crisis económica, recesión y paro. Para colmo ha caído Schuster en el Real Madrid y mi reúma no mejora.

—Bueno, chica, pero ganamos la Copa Davis, la Eurocopa de Fútbol, el Tour de Francia, la Vuelta y el Giro, el oro olímpico en tenis y casi el de baloncesto. O sea que tampoco ha resultado tan horrible. Además, reconócelo, a ti y a mí la crisis nos ha venido de cine. Estamos como nunca. En los viejos tiempos de prosperidad teníamos unas clientes que apenas dejaban cuatro duros. Eran amas de casa aburridas, solteras desesperadas y gentes de medio pelo; pero, desde hace unos meses, ¡qué cambio, cariño!: tengo mi templo lleno de brókeres y empresarios en crisis.

—¿Llamas templo a tu consulta?

—Sí, hija sí. Hay que dejar las cosas claras. Porque fíjate, la televisión nos ha hecho mucho daño. Esas gordinflonas que aparecen en las teles locales y se titulan “videntes” tienen pinta de cajeras de supermercado, dicho sea sin ánimo de ofender. Pero es que no es serio que las llamen por teléfono y despachen en cinco minutos a un espíritu atormentado que les pide ayuda profesional. Están desacreditando la astrología y el personal empezaba a cachondearse de nosotras. Y es que han banalizado la magia.

—Y tú crees que basta con llamar “templo” a tu piso de López de Hoyos…

—No hay color, Érica, cielo. Mira, recibes a los clientes en un salón con mucho lujo: candelabros de bronce, cortinas, aroma de incienso (lo venden los chinos superbarato)… Pones una música adecuada New age. Hay unos discos divinos en el Corte Inglés. Luego les haces esperar diez o doce minutos y, cuando miran al reloj por tercera vez, entras en la sala bien arreglada para el caso diciendo frases en latín.

—No, si te entiendo, pero el problema es que los clientes de ahora te preguntan unas cosas que no sabes qué decir. Como guapos, son más guapos, no te lo niego, y tienen dinero. O sea, que bien; pero ya no quieren saber nada de amores imposibles, de ligues contrariados ni de asuntos del corazón, que en eso, chica, te juro que he tenido unos éxitos que ni te cuento. Elaboraba yo unas infusiones de yerbas de mi pueblo que eliminaban el mal de ojo en dos semanas. Pero ahora lo que priva es el Ibex, el Nasdaq y el precio del barril de crudo. Chica, yo así no aguanto. No querrás que haga Empresariales a estas alturas. Una tiene su dignidad.

—Lo que necesitas es un poco de sicología. Tú les preguntas por sus temores, y si te cuentan que están angustiados, pongamos, por si baja o sube Repsol, te quedas con el nombrecito y les tranquilizas diciéndoles que todo lo que baja, sube, y santas pascuas…

—Muy fácil lo ves tú…

—Al fin y al cabo ellos tampoco aciertan mucho más en sus previsiones. Lo que importa es darles esperanza, ¿no crees?

Vanessa suspiró, soñadora. En efecto, para ella como para la mayor parte del sindicato de brujos, se presenta un año prometedor. El laicismo tiene estas cosas: vuelven los alquimistas y los adivinos. Leo en un periódico digital que ya hay cursos de tarot, astrología y adivinación para los que quieran entrar en el negocio. No se exige gran cosa; por lo que veo, ni el graduado escolar.

—¿Y pagará el INEM las clases?

—Eso me temo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

D.Enrique, es buenísimo. Yo, la verdad es que prefiero contar con la divina providencia!

Anónimo dijo...

Esto es lo que hay.
Pero como todo vuelve a su sitio, verá como esta crisis nos devuelve a los orígenes cristianos de nuestra civilización.
En mi mundo del ladrillo, hormigón, albañilería, etc., cada dia hay más gente que reza pidiendo ayuda a Dios apoyándose, por supuesto, en el esfuerzo humano.
El vivir prescidiendo de Dios nos ha llevado a ésto.
Yo creo que los brujos tienen sus dias contados

Anónimo dijo...

Buenísimo, me ha encantado. Hacía tiempo que no le veía tan inspirado.

Adaldrida dijo...

a ver, quiero datos. Esa conversación, ¿la ha escuchado usted o se la inventa? Bueno, si es lo segundo, ahora que caigo en vez de entristecerme tengo que felicitarle...

Bernardo dijo...

La Gracia es gratis, y por tanto más apropiada para época de crisis.

Enrique Monasterio dijo...

Rocío: una conversación tan real sólo puede ser inventada