sábado, 27 de diciembre de 2008

Orvallo

Al fin, después de una semana de sol, la costa asturiana ha amanecido envuelta en nubarrones grises y negros, con una brisa fría estimulante y un sirimiri, que aquí llaman orvallo, capaz de serenar los ánimos y de calmar las prisas de los ansiosos. Asturias ya se parece a Asturias.

A las 12 del mediodía me he plantado en Gijón. Enfundado en un chaquetón impermeable, con los prismáticos de pajarero colgados del cuello y los zapatos voladores “Masai”, me he dejado empapar por el orvallo paseando junto a la playa. La ciudad aún bostezaba con la resaca de la Navidad. Entre los caminantes nadie llevaba paraguas. En esta tierra, como en la mía, la lluvia y el paisaje son la misma cosa.

La bruma había borrado la línea del horizonte y la mar aparecía inquieta, como si calentara motores para un temporal. Las gaviotas, gritonas como suelen, jugaban con el viento y las olas. A lo lejos, una moto náutica corría de este a oeste dando tumbos en el agua

Ya sé que casi nadie comparte mi entusiasmo por esta llovizna que nos ha visitado de pronto. Ni siquiera los que me acompañan en Solavieya están muy contentos; pero hace tanto tiempo que no paseaba, sin prisas, bajo el sirimiri familiar y confortable del Cantábrico…

Me han dicho que mañana volverá a salir el sol. Espero que se equivoquen.



13 comentarios:

pepito dijo...

La navidad pasada estuvimos en Asturias y paseamos por Salinas, en Avilés.

Me das envidia sana, pero envidia al fin de al cabo.

Saludos.

Susy dijo...

Yo si que comparto esa alegria del orvallo.Soy asturiana de naciminto y vivi alli durante 39 años,jejejeje.Ahora vivo en Zaragoza y que quieres que te diga,aqui no sabe llover,jajajaj.
Como bien te ha dicho Jose,(mi marido) las navidades pasadas las psamos en Aviles que es mi villa del alma.
No sabemos cuando volveremos pero ya hay ganas....
Besines

Anónimo dijo...

Sí, yo comparto tu entusiasmo y no me pierdo una línea ni un anuncio de todos lo que nos ofreces.
God bless you, kid.

Anónimo dijo...

Aprovechelo y disfrute todo lo que pueda, ya sabe lo que le espera luego en Madrid.

Atiza dijo...

A mí, también me encanta la lluvia y detesto los paragüas.
Y es que, deja el cutis tan estupendo que una se quita años y se ahorra un pastón en potis.

Anónimo dijo...

Esa sensación de txirimiri o del orvallo que usted llama,solo la entendemos los que hemos disfrutado de la lluvia sin paraguas y sin prisas.Al lado del mar se convierte en algo que no se puede explicar.Aproveche que es una suerte.

Historias del Metro dijo...

Qué suerte haberse llenado los pulmones del aire húmedo del Cantábrico. Seguro que entró en San Pedro a hacer una visita... no? Digo yo! En el otro extremo, al lado del parque Isabel la Católica, está mi casa. Ha subido hasta Deva caminando, por el paseo de la playa? Sentarse en el lavadero de Deva es como estar en la gloria, y al lado hay una Iglesia muy bonita. Ha visto el Belén del sanatorio Marítimo? Ha probado ya una sidrina en la Plaza Mayor? Le doy ideas por si tiene ratines. Aunque la sidrina tiene que ser con compañía. Si no, puede dar muy mala impresión, jeje. Ah! En el parque Isabel la Católica, seguro que ya lo sabe, tiene un montón de pajaritos varios... Desde Granada, sin lluvia...
Yo.

Ludmila Hribar dijo...

Me recuerda mi viaje a Galicia....en Santiago de Compostela y los autoadhesivos "Santiago donde la lluvia es arte".... no hay dudas que tambien con lluvia es precioso! Aunque hubiese preferido que no lloviera todo el tiempo ;)

Enrique Monasterio dijo...

Y si tu casa está aquí ¿qué haces en Granada? Ven a Gijón y preséntame a María, que ya va siendo hora.

Anónimo dijo...

No me creo eso de que a ninguno de los vistiantes del blog le moleste la lluvia.
A mí (que también soy del norte) eso del orvallo o sirimiri no me inspira nada. Prefiero la luz y este cielo azul navarro que tanto engaña porque es compatible con frío que pela.

Enrique Monasterio dijo...

El orvallo duró poco. El cielo se nos ha vuelto azul otra vez.
Pascalle, a ti lo que te molesta es tener que ir a la pelu después del chaparrón.

Anónimo dijo...

A mi no me importa la lluvia si es solo un día y no tengo que ir a.muchos sitos. Donde vivo los pies son las ruedas del coche, que hay que llevar a todos lados. Así que me encantaria poder ir andando debajo de la lluvia, por un día. Pero sin duda prefiero el sol frío de la Navidad madrileña. Cosas de viejo!

Historias del Metro dijo...

Jajaja...tiene toda la razón! Y lo que daría yo por pasear a María por San Lorenzo, llevarla hasta la Muyerona, por la calle Corrida... Pero ahora la familia más viajera se encuentra en León, pasando más frío que otra cosa! María tiene más ganas de conocerle que yo qué sé, y como se le está cayendo toda la pelusita de la cabeza, me dice que para cuando quiera conocer a don Enrique, va a parecer una bolita de billar! (y es que la niña es muy coqueta)...