jueves, 25 de diciembre de 2014

Navidad


¿De dónde venía la música? ¿Y qué instrumentos y qué voces eran capaces de de crear tanta belleza?
Echado a los pies de mi Esposa, me encontraba rendido de cansancio y  no lograba abrir los ojos. Pensé que, si me despertaba del todo, se rompería el hechizo, que aquel cántico sublime se disolvería en el aire sucio del establo; y yo quería seguir oyéndolo y disfrutándolo un poco más.
Hasta que, de pronto, en medio de la melodía, oí el llanto inequívoco de un niño.
Me puse en pie de un salto. María sostenía a Jesús sobre sus rodillas y había empezado a ponerle unos pañales. El recién nacido tenía los ojos cerrados con mucha fuerza, como si no se atreviera a abrirlos, y lloraba desconsoladamente con gritos y lágrimas. Su Madre entonces lo apretó contra su pecho y le cantó una canción de cuna que jamás había oído antes. El Niño se calmó al momento y mi Esposa me miró con esa carita de guasa que sólo ella sabe poner de vez en cuando.
—Ya ves, José —parecía decirme—. Estabas tan dormido que me dio pena despertarte.
En ese instante caí en la cuenta de que no estábamos solos. El establo se había llenado de ángeles. Eran ellos los que cantaban y bailaban alrededor del pesebre mientras la orquesta del Cielo ponía el contrapunto.
Pero a mí no me distrajeron los ángeles: yo sólo tenía ojos para María y el Niño. Me acerqué a ellos y pregunte:
—¿Puedo…?
—Es tu Hijo —respondió la Madre de Dios—. Tómalo en brazos y cómetelo a besos, si quieres. Tú debes ponerle el nombre que nos dio el Ángel. ¿Verdad que es guapo?
Lo tomé en brazos y lo elevé en alto. Jesús entonces abrió los ojos y me miró. Seguro que era guapísimo, pero mis propias lágrimas me impidieron comprobarlo. 



2 comentarios:

Cordelia dijo...

Precioso. Gracias otra vez

Vila dijo...

Digo lo mismo que Cordelia: gracias de nuevo. ( doña inspiración ha vuelto con fuerza)