lunes, 20 de abril de 2015

Últimos días

Los últimos días en la Gran Canaria están resultando particularmente intensos. Sé que regresaré pronto a esta isla, pero las maletas de las despedidas son siempre las más pesadas.
Anteayer, por fin, logré que me recibiera un viejo amigo (pongamos que se llama Manuel). No nos habíamos visto desde el verano de 1964. Él estudiaba cuarto curso de carrera en Sevilla y yo había empezado a trabajar en un bufete de abogados de la misma ciudad. Ese verano me fui a Roma a estudiar teología y mi amigo ―mi gran amigo― no lo pudo soportar:
―Si te haces cura no vuelvas a dirigirme la palabra.
Manuel era de origen árabe, musulmán por tradición y anticlerical por convicción. Además amaba el teatro apasionadamente y soñaba con interpretar a Shakespeare.
El caso es que no me tomé muy en serio sus palabras, y, desde Roma, le escribí tres o cuatro veces. Sólo me respondió una, con un extraño Christmas de Navidad que representaba la escultura en piedra de la diosa Ceres. Unos años más tarde le invité a mi ordenación sacerdotal y me contestó su mujer desde Las Palmas. Estaba recién casado. Así supe su dirección y su teléfono.
Cada vez que he venido a esta Isla he tratado de verlo, sin éxito. Hasta el jueves pasado. 
―De acuerdo, “Monas” ―me dijo―. Nos vemos en casa.
Caminando junto a la Playa de la Canteras, volvimos a hablar de teatro, de política, de la familia, de los hijos, de antiguos amigos, de poesía…
―¿Cuándo tratarás de convertirme? ―soltó al fin―.
¿Te dejarías?
Inténtalo…
 

Por la tarde, otra visita. Estuve celebrando la Misa del domingo en la Parroquia de San Pedro Apóstol de Bañaderos, una iglesia blanca, preciosa y muy bien cuidada. El Párroco ―mi amigo José Luis― me lo había pedido como “un gran favor”. Tendré que explicarle que soy yo quien tiene que darle las gracias por sacarme de Airaga de vez en cuando.
Y al día siguiente fui a ver a un sacerdote amigo que está muy enfermo. Quizá más adelante lo cuente con detalle. Él me ha pedido oraciones, y su sonrisa permanece inalterable.

13 comentarios:

Vila dijo...

Cuente con esas oraciones por quintales!!!

Fernando M Díez Gallego dijo...

Muy interesante, sus relatos sobre sus amigos y sus intentos de ayudarles.
Gracias por esta entrada.
Al final el cariño y la amistad dan fruto siempre.
Desde la idílica Granada,
Fernando

Una lectora habitual dijo...

Esa pregunta de "¿Cuándo tratarás de convertirme?" de su amigo Manuel, ¿no será ya el principio de una conversión?. Yo creo que es señal de que a él le gustaría que fuera así. Ha hecho bien en no hacer caso a eso de que si se hacía cura no volviera a dirigirle la palabra.

Anónimo dijo...

¿Podría decir aproximadamente cuántas veces le avisan que si tal, cual y con el tiempo esa persona termina haciendo lo que originalmente no quería?
Sucede mucho y en particular yo pienso que el sacerdote si quisiera, escribiría un magnífico y elocuente libro, que rayaría en un manual de práctica pastoral.

Loyola Pinto dijo...

Que no pierde su sonrisa "de niño inocente", añadiría yo, con el alma rota de dolor por la noticia... Un abrazo, D. Enrique

Cordelia dijo...

Marchando rezos!

Antuán dijo...

Tener amigos es una buena escusa para salir de casa. Puede darle ¡Gracias a Dios!. Yo también voy de vez en cuando a ver a una vecina de 90 años, el otro dia, no sabía si me mojaría por el camino pero al final hasta salió el sol. Adiosle

Anónimo dijo...

Puedo pedir oraciones por una poli- intención? :)

Enrique Monasterio dijo...

Pues claro...!

Anónimo dijo...

¿Por qué no se anima a escribir lo que propone anónimo de las 21:00?
Verá qué bien tan grande. ÁNIMO

Inés dijo...

Su relato me ha dado ánimos. ¡51 años! Será verdad que al final las oraciones y los esfuerzos siempre dan fruto. Pido oraciones por una cabeza dura parecida... y por mí para que no desespere. ¡Gracias!

Anónimo dijo...

¿Tu que crees?

Teresa dijo...

D. Enrique:
Rezo diariamente por este sacerdote desde que lo leí en su blog. ¿Cómo está?

Le sigo a saltos (a veces muy largos) pero le soy fiel