sábado, 1 de junio de 2019

Una paloma en mi ventana


La mañana comienza mal. Como todos los sábados, tengo que predicar y celebrar Misa en el Colegio Mayor Zurbarán, y salgo temprano para llegar con tiempo suficiente. Nada más aparcar el coche, caigo en la cuenta de que estoy rodeado por un grupo de personajes que, a juzgar por su aspecto, han pasado la noche en vela conservados en alcohol. Llevan encima una borrachera descomunal y se gritan los unos a los otros en un inglés resbaladizo y poco académico. Como sabéis hoy se juega en Madrid la final de la Copa de Europa y se enfrentan dos equipos  británicos. Dicen que han llegado unos ochenta mil tifosi, la mayoría sin entrada. Entre los que me rodean, la mayoría son partidarios del Liverpool; pero no todos. De ahí, la académica discusión que se produce a pocos centímetros de mí. Uno de los litigantes se sienta en el capó de mi coche, gira su rubicunda testa, me ve sentado frente al volante y dice algunas palabras, entre las que creo distinguir sólo una: sorry. Yo sonrío y aguardo a que el grupo de supporters británicos se disuelva del todo en alcohol.
Al fin se alejan y puedo salir ileso del Citroën. Me dirijo al parquímetro, sigo las instrucciones de la maquinita, meto un euro por la ranura y aparece un mensaje: "Error. Operación cancelada". Se remueven las vísceras del diabólico artefacto, pero no me devuelve la moneda. Hago un segundo intento, e introduzco 50 céntimos con la esperanza de recuperar el dinero o de conseguir el ticket reglamentario. Error. El parquímetro deglute también la segunda moneda y noto cómo se ríe de mí.
—Lo siento, le digo. No tengo tiempo de reclamar y me he quedado sin monedas. Confiemos en la suerte. Tal vez el controlador de la zona comprenda que estás estropeado y me perdone la multa.
Regreso una hora después. No ha habido fortuna: tengo ya la multa en el parabrisas y, por más que busco, no encuentro al funcionario responsable. Habrá que recurrir al Supremo, renunciando, por supuesto al eurito y medio que ha digerido la máquina averiada.
Llego a mi habitación y, al abrir la ventana, descubro a una paloma en plena incubación. Ha instalado su nido en un antiguo macetero que no se usa desde que reformaron la fachada. y ha puesto dos huevos. La saludo respetuosamente, me mira sin decir ni pío y continúa su maternal tarea a medio metro de mi nariz.
Me siento frente al ordenador con la intención de escribir un comentario espiritual. Es inútil. No se me ocurre nada; si acaso, que hoy es el tercer día del Decenario del Espíritu Santo y la paloma okupa, que sigue a lo suyo, puede servirme de recordatorio.



Palabra de honor que no he sido yo, aunque me quedé con ganas

4 comentarios:

Isabel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Antuán dijo...

Yo también madrugué pero ¡Gracias a Dios! no tengo problemas de aparcamiento. Eso si recogí por el camino a una joven estudiante que trabaja con nosotros. Y he decir que le explique a las doce que solo queda una semana para rezar el Reina del cielo. Aunque ella no contesta le dije que si me acompañaba. Y no es por que sea polaca, Habla perfectamente el español. Le conté que mañana es la Ascensión y el domingo que viene Pentecostés osea la Venida del Espíritu Santo y el lunes del Rocio. La Blanca Paloma. Yo recé a mi manera porque la oración no me la acabo de aprender. "Que Dios y la Virgen nos conceda la alegría de vivir. Y hasta le hizo gracia. Después nos tomamos algo de media mañana. Habló con su madre. ¿No sabrás ruso? No es polaco. Me imagino. -Es que tengo un diccionario ruso y una aplicación en el móvil y hago lo que puedo. conozco a dos familias . Una polaca y otra búlgara pero encuentro la ocasión. A la gente hay que explicarle las cosas. Dios tienen su momento. Hay que saber esperar. Y sobre las palomas ¿que le voy a decir? En la cerca de las fieras domesticas, tenemos un palomar, ya vacío pero con mi padre estaba lleno, venían hasta las de la torre de la iglesia, cuando les echaba el grano y más de una vez decía igual que yo les doy ellas también nos darán de comer a nosotros y en ese momento cazaba alguna y las preparaba. Con patatas. ¡Que ricas! Adiosle

Llumla dijo...

Y si “la paloma”, de ser okupa pasa a ser huésped, tanto que mejor.

Fernando Q. dijo...

A veces pienso que el Señor tiene un particular sentido del humor. Sólo -¡sólo!- hay que saber apreciarlo.

Propósito a partir de hoy: cuando se me revuelvan las tripas conduciendo, que me pasa a diario, me acordaré del pelotazo en la cara que sufrió San Josemaría...¡y no dijo ni una palaborta!