Hace tiempo estrené en esta misma página tres vocablos completamente originales: el substantivo guarromanticismo y sus correspondientes adjetivos, guarromántico/guarromántica. Me siento orgulloso de haber aportado algo al castellano, y no entiendo por qué los académicos de la Lengua aún no han incluido en el diccionario unos términos tan vistosos. ¿Será porque nadie más los usa? Si es por eso, todo se andará, ya que los conceptos son precisos y las palabras necesarias. Además se me han ocurrido a mí, que casi nunca se me ocurre nada. O sea, que a ver si las vamos difundiendo.
Las traigo hoy a colación porque, gracias a la radio, he descubierto una subespecie que enriquece mi bestiario particular. Se trata del guarromántico espiritualista o maniqueo.
Hace unos días, en efecto, una locutora de voz efervescente entrevistaba a un famoso que canta y que ha ganado no sé qué premio en alguna parte. El muchacho no hablaba de música, sino de su “relación de pareja”, asunto que preocupaba bastante más a la sagaz periodista.
El mozo, más que vocalizar, resbalaba sobre las palabras, deslizándose sobre unas eses aceitosas y silbantes.
—La fidelidad es un asunto espiritual, osssea de sentimientos, ¿mentiendesss? Yo, la cosa del sexo lo veo como algo natural, que no tiene nada que ver con lo profundo de la persona, ¿sabesss? A mí no me importa nada, sabesss, si mi pareja, un día, así por cualquier cosa, puesss tiene un asunto con otro, pero ¿sabesss? como cosa puntual, osssea. Lo que vale es lo que sientes por dentro, osssea, la cosa espiritual, ¿mentiendesss?
La locutora sí que le entendió, y yo también. A ella le pareció “muy bonita” la disertación de su interlocutor. A mí me sumió en la melancolía.
Nos encontramos, en efecto, ante un auténtico maniqueo, modelo siglo XXI, como aquellos antiguos espiritualistas que despreciaban el cuerpo, la carne y el placer de los sentidos, porque suponían que todo eso es obra del diablo.
Nuestro amigo entiende también que lo verdaderamente espiritual son “los sentimientos”, o sea la parte romántica de su personalidad. Lo otro…, no es que sea sucio; es simplemente, trivial. Tú me invitas a…, eso, y yo pago la copa, ¿mentiendesss?
El caso merecería un análisis más largo, pero hoy quiero hacer un par de consideraciones:
Primera: los sentimientos, querido rapsoda, por muy elevados que sean, son tan espirituales como la acidez de estómago. No te rasgues las vestiduras, que todavía hace fresco. Es cierto que a veces nacen por estímulos de naturaleza espiritual, lírica o incluso mística; pero lo mismo cabe decirse de la acidez. La angustia metafísica también puede generar hiperclorhidria en un organismo normal.
Los animales, sin ir más lejos, los perros, los gatos —y hasta los centollos probablemente— tienen sentimientos. Lo que no significa, en absoluto, que sean seres espirituales.
Segunda: el cuerpo humano, con acidez o sin ella, no es una prótesis ni un simple objeto. Somos cuerpo igual que somos espíritu. No hay en el hombre una parte noble —el alma, el entendimiento, el yo profundo— y otra despreciable —la carne, la sangre o el sexo—: somos una unidad. El espíritu conoce con el cuerpo, piensa con el cerebro y ama con las entrañas, con el corazón, con el tacto, con la vista, con lágrimas, con suspiros y sexo.
Todos los amores son corporales y espirituales a un tiempo: el amor paterno, materno, conyugal, filial, de amistad… Yo no sé amar sólo con el espíritu, y, por supuesto, el cuerpo por sí solo tampoco ama.
De ahí que el cuerpo no se alquile ni por dinero ni por capricho. Hacerlo es degradarlo, menospreciarlo. Tampoco se alquila el alma.
Gran cosa la castidad, que nos enseña a amar así, entregándonos del todo y para siempre y que nos ayuda a decir que no, aunque cueste, cuando llega la tentación de convertir el amor en un juego banal de intercambio de fluidos.
Ahora tendría que decir eso tan bonito: ¿mentiendesss?
12 comentarios:
Su blog es realmente muy bueno, por eso crea y creará escuela. Abrazos, usted engancha y necesitamos mucho de eso.
Ojalá se me ocurriera decir las cosas así de bien y de simple en el momento preciso. Me suelo hacer un lío. Gracias.
Y me he reído un montón con lo de los guarrománticos, conozco a cada uno...
No me convence que diga que el sexo es guarro. Es bien rico. ¿de verdad que el sexo es malo?
Muy simpático y muy real. Y perdone, pero lo de ayer de la mendiga y el perfume es sublime, y lo de un cura regalando un perfume a una mendiga, genial. Si me lo permite, era usted la pecadora lavando con el frasco de perfume a Cristo mismo. Magnífico, magnífico. Gracias por su sensibilidad y su continuo testimonio.
Enhorabuena. Me apropio la palabra y la usaré a la primera ocasión.
¿De verdad que has entendido eso, Fred? Lee otra vez el artículo. Se dice exactamente lo contrario.
¿Por qué no nos escribe un día sobre el amor, la rutina y cómo "interactúan"?
Así que, según el chaval, no importa lo que haga por fuera si por dentro siento otra cosa. ¡Qué alivio! Por fin puedo abofetear a alguien sin que eso signifique que tengo algo contra él.
¡Qué bien explicado! ¿Ve cómo se puede ser serio sin ser gris sino todo lo contrario? ¡Hay que ver cómo nos ayuda con mil ideas para el día a día! Y ¿¿cómo nos las arreglábamos antes sin su blog?? Ya ni me acuerdo...
Gracias, Marta. Está bien que los de Bilbao nos demos coba los unos a los otros
Estoy de acuerdo con Marta, antes de su blog mi cibervida era un caos.
Ahora ya estoy más centrada y me río muchísimo.
Don Enrique, tiene usted razón, vuelvo a leeer el artículo y resulta que el sexo valiente no es nada guarro.
Publicar un comentario