lunes, 21 de mayo de 2007

Es grande ser cura VII. Barro y saliva



—¿Qué se siente cuando el cura dice "yo te absuelvo de tus pecados", y tiene delante, de rodillas, a un tío así..., como yo?

Se cumple ahora un año de aquella conversación. Estaba terminando el curso en la universidad y era época de exámenes, es decir de grandes arrepentimientos, de “ojalás” estériles y de sudores fríos. Llovía como hoy y hacía calor.

Luis había venido a mi despacho y comenzó bromeando, como otras veces:

—Aquí se podrá fumar, ¿no? La ministra no controla la capellanía…

Luego pasamos a hablar de los exámenes, de sus padres “medio separados”, de las vacaciones, de la niña que le gusta, “pero no mucho, bueno, sí mucho, pero tío no estoy seguro…”

Enseguida soltó la extraña pregunta: “¿qué se siente…?” La escribí literalmente en el ordenador y le dije que la utilizaría algún día para poner por escrito la respuesta.

No sé lo que contesté aquella mañana. Pero supongo que lo mismo que diría hoy:

Cuanto más sincero es el que se confiesa, más se agranda su figura a los ojos del cura, y más pequeño e inútil se siente el confesor. El que está de rodillas es un gigante que abre su intimidad de par en par para Cristo la juzgue y la sane. El cura…, no es nadie. Si acaso el trapo sucio que Dios empleará para limpiar el alma del que pide perdón. Por eso escribí ayer que no hay oficio más humilde que el sacerdocio. Y lo comparé con la pluma de ganso que escribió el Quijote o con el pincel de Las Meninas.

Poco después de ponerlo en el blog recordé aquel pasaje del evangelio en el que Jesús cura a un ciego de nacimiento con polvo del suelo y saliva. Ésa es la misión del sacerdote: convertirse en tierra para que Dios lo coja en sus manos, lo mezcle con su saliva y elabore un colirio infalible capaz de devolver la vista a los ciegos.

14 comentarios:

Ángel dijo...

¡Qué grande y hermosa es la Misericordia de Dios!

Anónimo dijo...

El otro día,una chica me contaba así la confirmación de un amigo:
"Ayer muy bien la Confirmación de Ignacio... El que celebró la Misa (no era el Obispo) pidió que de ese grupo salieras vocaciones sacerdotales. Eran como 30 chicas y unos cuatro chicos, o sea que el hombre apuntó con bala..." Es una crónica como otra cualquiera.

Ángel dijo...

Con su permiso, he utilizado este post para poner un enlace en mi blog. Gracias.

Anónimo dijo...

"Si acaso el trapo sucio que Dios empleará..."
Ayer, después de una buena ruta, dediqué un rato a lavar la bici. Después de un rato me di cuenta de que el trapo -sucio, por cierto- había logrado desparramar toda la porquería... Para limpiar bien, el trapo ha de estar limpio.

Anónimo dijo...

Lo del barro y la saliva siempre me ha dado un poquito de asco. ¡Cuánta fe debió tener para dejarse poner eso!

Lo del trapo sucio genial. Y tratando de buscar el rodal menos sucio para limpiar cada mancha, como cuando se daba (yo sigo, pero ya no se lleva) el betún a mano con un trapo, que se va buscando un rodalito más limpio para volver a ensuciarlo.

Y lo del burro del mensaje anterior, impresionante.

q.D.l.b. (que Dios le bendiga)

Enrique Monasterio dijo...

jmn: no quisiera vestirme con galas ajenas. "Lo del burro" es de San Josemaría Escrivá. Y detrás hay una anécdota que otro día te contaré.

Anónimo dijo...

De pequeña cuando me iba a confesar pensaba que el sacerdote tenía delante una tabla pecado-penitencia. Ej.: dos mentiras, copiar en un examen y mangar una goma de borrar= Padre Nuestro. Una patada, dos clases de peyas, y mentir a tu mejor amiga= tres "Padrenuestros" y un Ave María.

Luego, al hacerme mayor, ya me di cuenta que Dios (menos mal) no lleva la cantabilidad de nuestros pecados, la penitencia no es proporcional, no responde a la lógica y además, perdona siempre!!.

Anónimo dijo...

¡Claro que es grande ser cura!
Aparte del ministerio, del que no hay duda, yo que soy muy feminista y no tengo en muy buen concepto a los hombres, sobre todo cuando trabajan, desde que pienso un poco, me admira verles horas y horas en un confesonario, siempre donde les necesitan y el domingo y festivos horas extras. No es un trabajo muy lucido y además no está de moda.Para colmo si van identificados hasta tienen que aguantar que se metan con ellos. Para mi son superhombres.

Anónimo dijo...

La sensación que se siente al ser absuelto es genial, no sé cómo explicarlo, como un chapuzón en la piscina en mitad de un caluroso día de verano. Además la ayuda que te da el cura para que puedas cumplir mejor el propósito de enmienda es de un valor que sólo conoce quien se confiesa a menudo.

Vania Ro Carpio dijo...

Felicidades!!!! Qué bonita reflexión, necesito confesar que esta entrada está muy padre, y bueno, qué puedo decir, no podía haber mejor foto que la de Juan Pablo II.
Muy bien!

Marta Salazar dijo...

"De pequeña cuando me iba a confesar pensaba que el sacerdote tenía delante una tabla pecado-penitencia" ja ja, qué bueno el comentario, una lástima que sea anónimo.

Una tabla excel, tal vez o tipo tablas de multiplicar.

Probablemente los ninos modernos piensen que el sacerdote tiene un mini procesador donde pone la información.

Saludos!

Anónimo dijo...

No entiendo lo de barro y saliva. ¿Qué tiene que ver con lo de ser cura?
También quiero saber si se confiesan los sacerdotes y con quien. ¿Con el obispo? Don Enrique, si usted se confiesa, ¿con qué frecuencia? ¿qué siente?

Juanan dijo...

No sé por qué, nunca había visto lo del barro y la saliva de esta manera, aunque es descarado, por aquello de que Dios creó al hombre a partir de barro y le insufló su Aliento.

Muchas gracias.

Enrique Monasterio dijo...

Fred: el cura tiene que saber que sólo es barro, tierra. Nada más. Si aprende a ser humilde, entonces Jesús lo utiliza como instrumento, deja su saliva (su Gracia), y lo convierte en medicina para curar, para limpiar y para devolver la vista.
No. Los curas no nos confesamos con el obispo, sino con otro sacerdote. Nadie es sacerdote para sí mismo. Yo también necesito recurrir a otro hombre y ver en él a Jesucristo.