lunes, 14 de mayo de 2007

La extraña sabiduría de la curruca




Curruca es el nombre genérico de varias especies de pajarillos insectívoros, la mayor parte migratorios, que llegan a España en primavera y vuelven a África en otoño. Ya están aquí. Hoy mismo he oído cantar a una capirotada en las afueras de Madrid.

Siempre ha intrigado a los ornitólogos la sorprendente precisión en el tiempo y en el espacio de los largos viajes de las aves. Muchas de ellas parten al mismo tiempo, se citan en lugares concretos (Gibraltar, el Estrecho de Messina, etc. ), pasan al Continente africano el mismo día y vuelven meses más tarde al lugar exacto de donde partieron.

Un conocido ornitólogo británico estudió, en concreto, el comportamiento de las currucas. Observó que preparaban su migración comiendo desaforadamente durante los días previos; que se juntaban en bandadas numerosísimas y que volaban siempre durante la noche.

Comprobó además que, cuando el cielo estaba cubierto, se perdían por el camino y tardaban en llegar. En cambio, si tiempo se despejaba, volaban como flechas hasta su destino.

De acuerdo con ésta y otras observaciones, estableció una hipótesis. Supuso que, tal vez, las currucas se guiaran por la posición de las estrellas. Y decidió comprobarlo.

Llevó a un planetario a unas cuantas currucas adultas. Proyectó en el techo el firmamento con las estrellas en posición de otoño. Los pájaros, inmediatamente, volaron hacia el sur, y al llegar se durmieron. Cambió la colocación de los astros: los situó como si fuera primavera. Y las currucas regresaron hacia el Norte. Repitió una y otra vez el experimento hasta que no hubo la menor duda: los pájaros respondían siempre del mismo modo.

¿Habrían aprendido las currucas de sus padres nada menos que astronomía? Si así fuera, habría que reconocer que se transmiten conocimientos de generación en generación como los hombres. Incluso cabría afirmar que tienen un patrimonio cultural. No es pequeña ciencia ésta de las estrellas.

Pero el ornitólogo hizo un experimento más. Incubó huevos de curruca. Alimento a los pollos recién nacidos y los llevó hasta la madurez sin contacto alguno con otros pájaros de su especie. Luego los llevó al planetario. Se comportaron exactamente igual. En otoño buscaban el Sur, y en primavera, el Norte.

El ornitólogo sólo pudo concluir que, en el minúsculo cerebro de una curruca, en su código genético, alguien había puesto la ciencia necesaria para hacer posible las más complejas migraciones. Y se rindió a la evidencia de que en la naturaleza nada se explica si no aceptamos que existe un fin, no sólo una causa material, un origen. Y el fin nunca nace de la casualidad, sino de una inteligencia, que, en este caso, no es la de la curruca.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay dias que me gustaria ser un pajaro para poder volar bien alto y quitarme de tantos problemas.

Anónimo dijo...

No viene a cuento con su entrada de hoy,pero ya que estamos en Mayo ,mes de la Virgen quiero compartir esta oración de San Bernardo que tanto me gusta. En los peligros,en las angustias,en las dudas,piensa en María,invoca María.No se aparte María de tu boca,no se aparte de tu corazón;y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud.No te descaminarás si la sigues,no desesperarás si la ruegas,no te perderás si en ella piensas.Si ella te tiene de su mano,no caerás;si te protege,nada tendrás que temer;no te fatigarás si es tu guía,llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara.Critina.V

Juanan dijo...

El año pasado estudiamos en Teoría del Conocimiento que algo de información se transmite genéticamente, y que llevamos una serie de actos reflejos "de serie". En mi opinión, esto que le pasa a la curruca también se rige por una causa material. las currucas habrán aprendido a ir hacia el sur o hacia el norte en el momento más idóneo, y eso se habrá transmitido genéticamente.

Bueno, yo no sé mucho de biología. Lo que sí sé es que todo parece tener una causa material, aunque luego hemos de reconocer que no hacen sino servir a los planes creadores de Dios. Dios no creó el mundo en un instante: lo crea desde fuera del tiempo en todos sus instantes (y paradójicamente respetando nuestra libertad).

Anónimo dijo...

Otro caso interesante es el del cuco, los progenitores colocan en nidos ajenos los huevos y para cuando las crías pueden volar, los padres han iniciado ya la migración. Por
lo tanto, los jóvenes cucos han de encontrar el camino en solitario y sin ningún aprendizaje previo. Cómo lo hacen no lo sé.

Anónimo dijo...

¡Qué bonito!. A veces me gustaría ser pájaro para no tener esta capacidad de "contraprogramación" contra el fin natural que tenemos los humanos. Un saludo

Anónimo dijo...

Lo siento mucho,no era mi intención contraprogamar nada ,simplemente me salio.cv

Enrique Monasterio dijo...

Cristina, hablar de la Virgen siempre viene a cuento

Anónimo dijo...

Siento expresarme tan mal. Cuando me refería a la contraprogramación quería decir que los hombres, con nuestra libertad, facultad para querer, podemos "no querer" ir en busca de nuestro fin natural y en eso envidio a los pájaros. El fin de los pájaros supongo que será, entre otros, la supervivencia y el de los humanos la felicidad.

Cristina, tienes toda la razón, con la Virgen las programaciones siempre mejoran. Todo tipo de programaciones, las de los pájaros, los humanos y las de los blogs.

Anónimo dijo...

Hola

Hago un breve alto en el trabajo (ya tengo un hambre que no veo).

¿He leído mal, o "anónimo" en su post del 16/5 dice que le gustaría no tener libre albedrío?

Reconozco que es más fácil vivir sin libertad, pero seguro que Don Enrique tiene muchas cosas interesantes que decir al respecto.

Un saludo

Enrique Monasterio dijo...

No me metas en líos, Bernardo. Seguro que nadie quiere quedarse sin libre albedrío