A los curas nos mira todo el mundo. Yo al menos soy consciente de estar siempre en una especie de “gran hermano”, rodeado de cámaras que captan mis gestos más insignificantes. Me está bien empleado, por vestir de forma tan insólita. Soy un elemento pintoresco en el paisaje urbano de Madrid. Hace años me agobiaba un poco saberlo. Ahora me sale por una friolera.
No sé cómo se llama la mendiga que me observa todos los días. Se lo tengo que preguntar. Es una mujer joven: 25 años, me dijo hace un mes. Anteayer, en cambio, aseguró que 23. Se ve que está acostumbrada a contar lo que le parece.
Se sienta en el suelo en la entrada lateral del mercado. Tiene una delgadez extrema y un color enfermizo, pero sonríe cuando paso a su lado. No me pide nada: ella sabe muy bien que la he visto. Junto a ella, su hijo, de dos o tres años, siempre está comiendo algo: un bollo, un helado… El crío es guapo, pero está demasiado gordo.
Cuando les doy limosna, me detengo para charlar un rato.
—¿Estás enferma?
—¡Nooo!, lo que pasa es…
Y habla y habla a toda velocidad, con un lenguaje confuso, para explicar que tenía un empleo, pero que su chico, o sea su marido, que era gitano, se fue a la cárcel; que ha hecho una entrevista de trabajo hace meses, que no la admitieron porque tiene que arreglarse los dientes; que su hijo le ocupa todo el tiempo…
Hace un par de semanas le dije que podría trabajar unas horas limpiando en una iglesia cercana. El párroco me había sugerido que le ofreciera esa posibilidad; pero la mendiga respondió que no, que no podía ser, que el médico le prohíbe hacer esfuerzos porque está enferma, aunque no mucho. Bueno, que está muy débil y lo que quiere es trabajar en Caprabo…, y me lanzó una mirada entre agresiva y recelosa antes de concluir:
—Aquí estoy bien. No necesitamos nada. Si acaso el niño...
He vuelto a verla anteayer. Se levanta como un resorte y me para en medio de la calle:
—Oye, han matado al gallego.
El gallego era un mendigo alcohólico que parecía tener cierta autoridad sobre el resto de los pordioseros de la zona.
—¿Qué ha pasado?
—Vinieron unos y le dieron una paliza. El Samur lo llevó al hospital. Cuando volvió tenía la barriga hinchada, como si fuera a parir. Hoy no ha venido.
Baja mucho el tono de voz:
—Dice la vieja del quiosco que se ha muerto y que se lo han llevado los municipales.
—Tú no quieres terminar así, ¿verdad?
Se le pone una carita de niña asustada. Vuelvo a explicarle que, si quiere, puede salir de la calle. Y le repito una vez más lo que debe hacer; pero no me escucha. Solo me mira, con una mirada triste y resignada, mientras dice que no y que no con la cabeza.
—¿Quieres que rece por el gallego en la Misa?
—Yo soy muy católica, y creo en Jesús, en la Virgen y tengo una medalla del Papa que se murió…
—Entonces reza un poco tú también, y…
Me lanzo a una especie de catequesis de urgencia. La mendiga sonríe. Al fin parece que me está atendiendo un poco, pero no: su sonrisa está muy lejos de aquí. Me interrumpe:
—Yo vi al Príncipe y a la Letizia cuando la boda. Hoy es su aniversario. ¡Estaban más guapos…!
17 comentarios:
¡Qué triste historia! Me acordé de Victor Hugo... Y pensar que en México hay miles así. Unos por "nuestra culpa" y otros porque "quieren"... ¿Qué se puede hacer?
Claro, el ser cura te permite hablar y escuchar a gente como esta joven madre. Y qué bien lo haces y lo cuentas. ¿Qué es Caprabo?
Uf,qué difícil hablar con quien no quiere escuchar. Hay que andar como en una partida de ajedrez, con estrategias...
Caprabo es una cadena de supermercados en España:
http://es.wikipedia.org/wiki/Caprabo
Bonita historia. Me ha recordado lo fuerte que puede ser el rechazo de una persona a la realidad. ¿Estamos creando una sociedad donde vivir es tan duro con el alma que muchos prefieren tomar la tele como "su" realidad?
Pero Padre, yo creo que ya se lo da usted todo. Lo que ella necesita es exactamente su escucha, su sonrisa y su oración,(esto a lo mejor ella no lo sabe) y es todo lo que usted le da. Ella ya está de vuelta de tantas cosas... a pesar de sus pocos años. Y nos precederán en el Reino de los Cielos (A mí sin duda)
Pero ese niño...
Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro; pero lo que tengo te lo doy: En nombre de Jesucristo, el Nazoreo, echa a andar"
Hch 3, 6
Mola
¡Qué difícil resulta pararse a dedicar un poco de tiempo a esos pobres! Me doy cuenta de que a veces ni les miro... Gracias por su historia.
¿Puedo "secuestrar" a Homero para ponerlo como enlace a este blog en una página web?
Naturalmente, Altea
rezamos x la mendiga!!!
(quedan mendigos en Espana?)
¿Donde vives, Marta?
en Alemania... me quedé pensando:
es un cura realmente un big brother?
una persona que está ahí para ir por el mundo juzgando y diciéndole a los demás lo que tienen que hacer?
es eso o no?
muchas veces me da la impresión de que hay demasiada gente que ve así a los sacerdotes...
y si nos habla -alguna vez- del tema... tal vez podría ser interesante...
a Patzarella, pienso que la respuesta a tu pregunta es: ayudarlos!
A big saludo!
El relato breve más condensado de contenidos que he leido nunca (al menos que yo recuerde). hay tantas cosas y tantas moralejas de fondo...
Diría todo lo que me ha parecido, pero estoy en el trabajo y no es plan. Solo decir que me ha hecho pensar....
Marta- Yo no creo que sea eso, o sea un gran hermano. Lo que pasa es que no es habitual ver por la calle a un cura de sotana o clergyman y a la gente eso le sorprende y mira. Desde luego ver a un cura, como ver a una monja o a un fraile te hace pensar. Probablemente en ocasiones te hace pensar "demasiado" como para soportarlo. Al final una sotana o un hábito es como una campana que llama a nuestras dormidas conciencias. A mi me gustaría que se vieran ma´s sotanas y hábitos por las calles. Lo encuentro muy útil para recuperar la presencia de Dios generalmente perdida en el abismo de inútiles pensamientos.
hola sr. embajador, no me refería a lo que piensas tú ó lo que pienso yo... me refiero a lo que piensa, o más bien, lo que siente mucha gente
:-))
saludos!
Todos y todas somos esa mendiga en algún momento de nuestra vida. En mi trabajo tengo oportunidad de encontrarme casi a diario con la pobreza, el desconsuelo, la pérdida de nosotros mismos, a menudo me desespera el hecho de ver con claridad el camino que deben tomar "las mendigas" para mejorar su situación y experimentar su rechazo...he aprendido a respetar que cada persona tiene su instante de ver y su proceso. Muchas Gracias
Impresionante el caso de la mendiga,padre.
Recuerdo cuando en España me llamaba la atención la agresividad de los mendigos a diferencia de los nuestros(en Chile) que son sumisos y resignados.
No estoy haciendo un juicio de valor, sino comparando situaciones.
Desconozco si esa actitud de encono que yo observé en Madrid, Oviedo, Gijón, Toledo y otras ciudades españolas por parte de los pordioseros es habitual, o si simplemente me tocaron casos excepcionales.
Pero, a fin de cuentas, es solo un detalle en las mil historias, reales o simuladas, de la mendicidad a la que usted con tanto esfuerzo trata de socorrer y mitigar.
Saludos.
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