Estaba solo, sin más compañía que la de un par de colirrojos y una tarabilla común. El frailecillo miraba hacia el mar, como esperando algo. Quizá aguardaba al resto de la colonia. Estas aves suelen ir en grupos numerosos y descansan juntas en los roquedales más abruptos de la costa atlántica.
Era mi penúltimo paseo antes de despedirme de Asturias. Habíamos ido a la Campa Torres, una magnífica pradera elevada junto al mar, que tiene un museo arqueológico y unas vistas espléndidas de la toda costa occidental de Gijón.
Mientras mis amigos caminaban hacia un "mirador de aves", uno de esos chamizos que nunca sirven para ver nada, yo me entretuve con unas currucas y unos zorzales que revoloteaban en la maleza. Luego me acerqué al límite de la campa que cae en vertical sobre el mar. Aquello tenía cierto peligro, pero asomé la cabeza en busca no sé de que. Desde luego no pensé que me toparía con el frailecillo.
El frailecillo es casi un pequeño pingüino, pero con más clase. Tiene tantos colores que lo llaman "loro marino". Pero no: los loros son aves chillonas y murmuradoras, mientras que el frailecillo es de natural pacífico y contemplativo. Éste, además, vestía hábito de invierno, que es un poco más apagado, como de penitencia.
Al frailecillo le gustan los peces, como a mí, y los pesca de seis en seis con su inmenso pico rojo. Claro que todo esto yo lo sé por los libros, ya que hasta ahora nunca había tenido a un frailecillo tan al alcance de mis prismáticos.
Los pajareros algunas veces sufrimos alucinaciones. No es que mintamos como los cazadores o los pescadores, pero tenemos tantas ganas de ver determinadas especies que acabamos por verlas..., en nuestra fantasía. No fue este el caso, pero ahora iba a escribir que el frailecillo se dio la vuelta y me miró. La verdad, no estoy seguro. Incluso pensé que me despedía con la mano, pero no es posible porque las aves no tienen manos.
Yo sí que le dije adiós, porque me voy de Asturias y no volveré hasta el año que viene. Agité los brazos, pero el frailecillo no se movió. Chillé, y ni caso. Saqué un par de fotos sin demasiado entusiasmo, y entonces sí, dijo "ahrrr gurgur" y se alejó caminando, moviendo la popa, como un fraile rechoncho que llevara las manos en los bolsillos.
Era mi penúltimo paseo antes de despedirme de Asturias. Habíamos ido a la Campa Torres, una magnífica pradera elevada junto al mar, que tiene un museo arqueológico y unas vistas espléndidas de la toda costa occidental de Gijón.
Mientras mis amigos caminaban hacia un "mirador de aves", uno de esos chamizos que nunca sirven para ver nada, yo me entretuve con unas currucas y unos zorzales que revoloteaban en la maleza. Luego me acerqué al límite de la campa que cae en vertical sobre el mar. Aquello tenía cierto peligro, pero asomé la cabeza en busca no sé de que. Desde luego no pensé que me toparía con el frailecillo.
El frailecillo es casi un pequeño pingüino, pero con más clase. Tiene tantos colores que lo llaman "loro marino". Pero no: los loros son aves chillonas y murmuradoras, mientras que el frailecillo es de natural pacífico y contemplativo. Éste, además, vestía hábito de invierno, que es un poco más apagado, como de penitencia.
Al frailecillo le gustan los peces, como a mí, y los pesca de seis en seis con su inmenso pico rojo. Claro que todo esto yo lo sé por los libros, ya que hasta ahora nunca había tenido a un frailecillo tan al alcance de mis prismáticos.
Los pajareros algunas veces sufrimos alucinaciones. No es que mintamos como los cazadores o los pescadores, pero tenemos tantas ganas de ver determinadas especies que acabamos por verlas..., en nuestra fantasía. No fue este el caso, pero ahora iba a escribir que el frailecillo se dio la vuelta y me miró. La verdad, no estoy seguro. Incluso pensé que me despedía con la mano, pero no es posible porque las aves no tienen manos.
Yo sí que le dije adiós, porque me voy de Asturias y no volveré hasta el año que viene. Agité los brazos, pero el frailecillo no se movió. Chillé, y ni caso. Saqué un par de fotos sin demasiado entusiasmo, y entonces sí, dijo "ahrrr gurgur" y se alejó caminando, moviendo la popa, como un fraile rechoncho que llevara las manos en los bolsillos.
5 comentarios:
saludos de los señores del Agua, Marín, y García, entre otros.
Evidentemente, ha sido una desgracia total no poder comentar semejante despedida con unos buenos huevos fritos en el plato.
Sinceramente opino que estaba totalmente premeditado.
Agur
El pájaro parece sacado de un tebeo.
Se parece mogollón a los pingüinos!!!!!!
Buen viaje!
D. Enrique: hoy le enlazo "especialmente".
Un saludo desde el Norte!!
¡Ha visto un frailecillo en tierra! ¡Qué envidia; enhorabuena! Yo sólo he visto uno, en tierra también, pero cubierto de chapapote y más muerto que muerto; allá cuando el "Prestige"...
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