Esta vez el "refrito" saldrá en Mundo Cristiano de marzo. Hoy mismo he mandado a la revista este artículo, eleborado con retales de dos o tres entradas del blog. Así queda más redondo. Como veis está escrito en una hora de melancolía.
A mediados de los 70 se hizo famosa en media Europa una canción de Mina a la que acompañaba la voz grave y seductora del actor Alberto Lupo. Éste declaraba su amor a la cantante en un largo monólogo romántico, y ella lo rechazaba, displicente, entonando como estribillo: parole, parole, parole…, palabras, palabras...
Tenía razón Mina: las palabras por sí mismas no son nada. Y sin embargo…
Sin embargo, cuando el pensamiento débil se adueña de la cultura, y la inteligencia es sustituida por el ingenio; cuando ya no importa tener razones sino triturar al adversario, las palabras acaban por serlo todo.
Hace unos días se habló en la prensa de un proyecto de ley en el que los restos mortales de los niños abortados eran denominados “residuos sanitarios”, o sea igual que las compresas o a las jeringuillas desechables.
Eran sólo palabras, desde luego. Una vez cometido el crimen, ¿a quién le importa lo que escriban en la etiqueta del cadáver? ¿Acaso no hemos bromeado llamando “fiambres” a los difuntos de la morgue? Además, de esta forma las mujeres se quedarán más tranquilas cuando un doctor de ademanes bondadosos les asegure que sólo pretende librarlas de unos “residuos sanitarios” bien molidos y listos para el reciclaje, no de un niño vivo, ni de un “feto”, que suena menos duro, aunque signifique lo mismo.
Palabras, sí. Como la que hoy mismo emplea un afamado columnista, que vuelve a hablar de “preembriones” —un término vacío de contenido científico— para justificar los “microabortos” (los asesinatos pequeñitos) practicados en casa, sin molestar a nadie.
Recuerdo haber escrito hace años en esta misma página un artículo titulado “palabras mansas, palabras bravas”. Supongo que diría cosas parecidas a las de hoy. Y ahora caigo en la cuenta de que el mes pasado también volví con la misma cuestión.
Trato de olvidar estos penosos asuntos, pero no hay forma: estamos en “campaña” y asistimos a una orgía de palabras biensonantes que venden aire y de palabras descalificadoras, que son metáforas de puñetazos en el hígado. Hay en el aire envenenado de la política palabras que matan y palabras que anestesian, palabras barricada y palabras 9 milímetros parabellum. Lo de menos es que signifiquen algo.
Abro un diario digital y leo: “el Gobierno tiene previsto aprobar una norma que regule la equidad y calidad de la interrupción voluntaria del embarazo”, es decir, tres eufemismos seguidos sin una miserable oración subordinada para tomar aliento.
Debe ser que se les calienta la boca y ya no saben lo que dicen. “¿Calidad y equidad”…, de un delito? Porque el aborto sigue siendo eso, aunque no se castigue en tres supuestos muy poco frecuentes.
Mejor no darle demasiadas vueltas. Quizá la ministra en cuestión sólo ha buscado un par de vocablos hipnóticos, sedantes y políticamente impecables para ataviarse de progre y chichipiruli, que diría mi amigo Juanan.
Intento cambiar de música y comienzo a preparar una meditación. Me han pedido que hable sobre “celo apostólico” y acudo, como otras veces, al diccionario de
Dejo el diccionario sobre la mesa y veo en el lomo que se trata de un volumen de 1984. Me asalta un presentimiento. No puedo ser tan suspicaz; seguro que el laicismo no ha contaminado todavía al diccionario; pero por si acaso, busco la última edición, que está también en Internet. Veamos: celo, celo…
Me invade la melancolía: “la gloria de Dios y el bien de las almas” han desaparecido misteriosamente. En cambio nuestros inmortales académicos han admitido una acepción nueva llena de lirismo: “cinta de celulosa o plástico, adhesiva por uno de sus lados, que se emplea para pegar.”
Parole, parole…
Me voy a YouTube a ver si encuentro el video de Mina y Alberto Lupo. Creo que lo pondré en el blog.
8 comentarios:
¡Salgo dos meses consecutivos en MC! Juas, yo encantado de ser famoso. Algún día esa columna será miaaaa.
1984... el relativismo cada vez me parece más igual que el doblepensar. Curioso, una de las formas de dominación del Socialismo Inglés sobre el pueblo de Oceanía es precisamente la neolengua, un medio de comunicación eficaz y que impide elaborar argumentos y por tanto el libre pensamiento. Como mucho podríamos decir "Gran Hermano nobueno". Lo grave es que poco a poco todas las palabras se hacen sinónimo de "bueno" o "nobueno".
Además del contenido del artículo que, como siempre es profundo, capaz que le gusta esta adaptación de Martes y 13 de Nina. Saludos desde Argentina
Bueno, y me olvidé de copiar la dirección. Lo siento. http://es.youtube.com/watch?v=wCb9tsGb3gU
"Lo de menos es que signifiquen algo". Ahí está.
Estos retóricos de hoy, que lo justifican todo con cuatro parole...
Como los sofistas.
D. Enrique, le echaba de menos. He pasado una temporada un tanto desenganchada de internet... Magistral artículo el suyo de hoy. De los mejores que le recuerdo. Por favor, deléitenos con ese vídeo. Un saludo muy cordial. Su lectora-amiga.
He visto lo de Martes y 13 y la verdad es que el original no tiene copia. Las palabras hoy en dia te convencen de tonterías de las mayores: conozco un médico que hizo toda una hipótesis acerca de la posibilidad de evitar el tostón del embarazo (lo dice un hombre) implantando el embrión humano en el útero de una vaca. Ya sé, ya sé, qué barbaridad. Me pregunto cuántos se lo habrán creído...
D. Enrique, que bien plantea la dignidad humana incluso microbiológica. Gracias.
Le recomiendo un video parodia de Parole cantada por Mina y Celentano. Está, cómo no, en Youtube http://www.youtube.com/watch?v=HweU-Nc__HE
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