El cielo de Molinoviejo se viste de plomo a media tarde y prepara el polvorín para la tormenta. La brisa desaparece por completo; Los pájaros se esconden y guardan silencio. Sólo una pareja de golondrinas, posadas en un cable al otro lado del muro, charlan sobre el tiempo y se picotean la cola para cubrirse las plumas con el aceite que ellas mismas producen. Estos pájaros piensan que lloverá y se fabrican el chubasquero. Ojalá acierten y llegue pronto la tronada con un temporal rotundo de gotas espesas y aroma de ozono.
En los colegios, cuando se prepara una tormenta, los niños entran en vibración y alborotan de tal forma que es imposible aplacarlos. Sólo cuando descarga la lluvia vuelve la paz a las aulas, se relajan y caen desmadejados sobre los pupitres como extraños seres invertebrados.
Uno, que ya no es tan niño, se comporta exactamente al revés. Mientras se cuece la tormenta, soy incapaz de levantar un dedo: el plomo del cielo se me mete en cada músculo del cuerpo y me atrofia el entendimiento y la voluntad. Por eso, esta tarde me limito a recoger los cojines que cubren las sillas del jardín y a apagar el ordenador para salvar la placa de los caprichos de la tensión eléctrica.
En Ortigosa, el pueblo vecino, un paisano de mi quinta me dice que no pase cuidado, que no lloverá; él conoce muy bien el clima de la zona.
—Pues las golondrinas creen que sí —le explico—.
—Ellas vienen de fuera y yo llevo aquí 50 años.
Son las nueve de la noche. Parece que el cielo empieza a clarear. ¡Si al menos pudiera asomarme esta noche para ver las lluvia de estrellas...!
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
miércoles, 12 de agosto de 2009
La espera
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4 comentarios:
No se aflija, D. Enrique. Aunque despejara, la luna se encuentra hoy bien alta y luminosa. Es como un farol que nos deslumbra cerrándonos las pupilas e impidiendo que percibamos las luces más débiles.
¿Cómo decía Rabindranath Tagore? "Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas."
Bueno, en este caso es la luna la que no nos deja ver las lágrimas (de San Lorenzo).
Aprovecho para pedir una oración por una fiel lectora de este blog -que es quien me lo hizo descubrir a mí- que se encuentra ingresada en el hospital por una operación seria.
Es que estas golondrinas forasteras en el fondo se estaban curando en salud. El día de la tromba de agua en Madrid, en Guadarrama no nos cayó ni una gota.
A lo mejor desde Molinoviejo se puede ver alguna estrella fugaz. Pero este año la cosa va a dejar mucho que desear. ¡Mucha suerte!
A mí me gusta ver la lluvia caer en noches de verano. Mientras miro el cielo gris infinito, mi cuerpo tiembla, no sé si de bienestar o de frío y desaparezco con ágiles alas doradas por el aire húmedo, mojada entre tormentas de rubíes. Las gotas sutiles de la lluvia parecen mágicas y me transforman las noches de verano en cúpulas rosadas, sólo porque llovía.
Este verano estamos teniendo un montón de tormentas de rayos y truenos. La última fue tan fuerte y tan cercana que no pudimos conciliar el sueño...Así que nos bajamos al cuarto de estar a ver los rayos por la ventana. Se iluminaba la noche y se hacía de día por un momento... en una de esas en vez de luz amarilla lo que lució fue de color rojo... Y pensamos: ahí ha caído un rayo an un árbol.
Efectivamente, no fue uno si no varios los árboles que cayeron bajo los rayos.
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