No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
martes, 18 de agosto de 2009
Poemas de agosto (VII)
Hoy quiero reproducir un poema de Rocío Arana. Lo escribió en su blog hace tres meses y bastaría con poner un enlace, éste; pero no me resisto a reproducirlo entero, porque es una joya y yo soy un modesto ladrón de joyas. Lo copio con la introducción que ella misma puso.
Rocío es ya una gran poeta que tiene, entre otras, la virtud de hacerse querer verso a verso. Yo la sigo todos los días aunque ella no lo sepa, incluso cuando escribe sobre maquillaje, porque su prosa también poesía.
No sé que foto poner. Quizá el cisne, que es la viva imagen de la elegancia.
Mi abuelo ha muerto.
Mi abuelo, que hacía maquetas de trenes, que disfrutaba comiendo y bebiendo buen vino, que le chiflaba la zarzuela y canturreaba Katiuska con un oído horrendo y que tenía una fe enorme, recia, concreta: era un hedonista católico, o sea, según mi amigo Pablo, un tipo chestertoniano.
Y que siempre he pensado lo que acabo de decir: recuerdo ahora este poema, aún inédito, que escribí hace unos cuatro o cinco años cenando en Maestu, en el choco que los albañiles acababan de terminar, ideado por Papote y, como él mismo dijo, su última gran obra.
EN EL CHOKO DE FELIZ MEMORIA, FUNDADO POR MI ABUELO
A Papote
Hay trenes que caminan hacia adentro. Hay un fuego creciendo en una casa fundada sobre roca, y al calor de manos que trabajan y acarician, arden todas las brasas de la noche. Hay un hombre que teje sus memorias, un hombre que vivió la vida buena y que sabe decirla, celebrar la dicha con el vino. Tiene manos de acero poderoso que cincelan un monte con la luz en la cima, tañidos de campanas, iglesias derruidas, todo un mundo para viajar en tren. Hace muros, derriba la tristeza, sonríe mientras baja con mesura una legión de rudos escalones, y a su lado los días se diluyen, caramelos felices en la boca de un niño que repite quiero más, y nunca tiene más, y busca siempre.
2 comentarios:
Anónimo
dijo...
Gracias por el robo. Osea, gracias por compartir la joya robada.
2 comentarios:
Gracias por el robo. Osea, gracias por compartir la joya robada.
¡¡¡GRACIAS!!!
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