sábado, 31 de octubre de 2009

No tiene pérdida


—Vaya
al final del pasillo; tome lo que es el ascensor rojo hasta la tercera planta; luego vaya hacia la izquierda, o sea a la derecha, y verá otro pasillo muy largo. Hacia la mitad, a la derecha, o sea a la izquierda, hay un letrero que pone Dra. López, o Vázquez, algo parecido. Al lado está el ascensor para bajar a la segunda. Allí mismo está la sala de espera. No tiene pérdida.

Tenía pérdida. Por los pasillos del gran hospital de Madrid, echo de menos mis zapatos voladores y la brújula de explorador. En la sección de neumología, una enfermera vuelve a explicármelo todo y también ella concluye con el “no tiene pérdida”.

Ya he renunciado a llegar a mi punto de destino, cuando me detiene un paciente. Tendrá unos 50 años y luce un discreto pijama azul limpio y recién planchado. Me pregunta muy educadamente si puedo dedicarle un par de minutos. Nos sentamos y me explica que no le gusta el hospital y menos en víspera del día de los difuntos; que comprende que no pasa nada, pero le da mal rollo.

Hablamos también de otras cosas y cinco minutos más tarde se queda tranquilo. Como ya no recuerdo en absoluto dónde estoy, de dónde vengo ni a dónde voy, se lo pregunto a una señora vestida de blanco que empuja un carrito cargado de ropa.

—¡Ay, padre, no sé!

Una enfermera más cualificada vuelve a marcarme la hoja de ruta.

—No tiene pérdida.

—Sí que tiene, sí.

—¿Cómo dice?

—No, nada; cosas mías.

Tras diez minutos más de travesía, llego mi destino, donde me espera Eugenio:

—Por poco bajo a buscarte. ¿Te has perdido?

—¡Qué va! No tiene pérdida.

8 comentarios:

Isa dijo...

Usted y sus anécdotas...¡eso de ir de negro es atrayente! qué bien...
Espero que su amigo esté mejor y, ya de paso, pídale un mapa y así se ahorra preguntar...

Almudena dijo...

Si no fuera porque a veces era necesario perderse para que ocurran ciertas cosas... Yéndome yo también por los cerros de Úbeda, dé gracias que es hombre y sacerdote, que lo de los zapatos es una de las crueldades más absurdas con que nos castiga la sociedad a las mujeres. Ah! y feliz víspera de todos los santos. Es una de mis fiestas favoritas.

Bernardo dijo...

A mí me pasó algo parecido hace dos semanas en el MD Anderson de Madrid. Te tenían que abrir la ficha en un sitio, te ponían la vía intravenosa en un segundo sitio, y te ibas con tu "grifo" pinchado en el brazo a la otra planta, donde ya te hacían las pruebas.

Y tú vas pensando en tus cosas y ni escuchas las indicaciones, ni te importan realmente, y al final ni te enteras de por dónde vas. Eso sí, ascensores encontré un montón.

Al final resultó que para mi prueba ni siquiera hacía falta que me pusieran una vía, pero fui absorbido por la máquina de procesamiento de pacientes.

Posdata: como he mencionado el nombre del hospital, le doy permiso para que borre este comentario. A su discreción.

Historias del Metro dijo...

No sé si será el mismo hospital, pero yo cada vez que voy a la Jiménez Díaz se me pone cara de Paco Martínez Soria con las gallinas bajo el brazo. Menos mal que la gente es muy amable...

Enrique Monasterio dijo...

En efecto, Historias del Metro, ése es el hospital

Yuria dijo...

La pérdida fue afortunada: le sirvió para tener un momento filosófico, "Adónde vamos y de dónde venimos"...,
y para el post de hoy. Mereció la pena,...

saludos

Anónimo dijo...

he encontrado esta ley de Murfy, y tiene toda la razon:
La posibilidad de perderse es directamente proporcional al número de veces que le digan "no puedes perderte".
ya se sabe, no tiene perdida!
:-D
Carmen

Nieves dijo...

XXD, la anécdota es divertidísima.

Todo esto está muy claro, don Enrique, lo que pasa es que usted siempre estuvo preguntando el camino a mujeres. ¡¡Tenía que haberle preguntado a un hombre!! entoces sí que no tendría pérdida.

Si no entiende lo que quiero decir, Kloster se lo explicará bien. ;)