lunes, 16 de noviembre de 2009

Usar y Tirar



Todo empezó cuando apareció el BIC, no me cabe duda. Hasta entonces escribíamos a lápiz, a pluma o a bolígrafo, pero no era lo mismo. El lápiz se consumía poco a poco a golpe de sacapuntas y, cuando quedaba reducido a la mínima expresión, le colocábamos en la popa una prótesis metálica para alargarlo y así aprovechar la mina hasta el final. La pluma (me refiero a la estilográfica, no me remontaré a las viejas plumillas de mojar) se llenaba en el tintero apretando y soltando el cargador que absorbía el azul elemento. Y el bolígrafo, que llegó en los años 50 con librea de lujo, capuchón dorado y cuerpo de baquelita lustrosa, se presentaba a sí mismo como “una pluma que no se carga”; bastaba con sustituir una vez al año el tubito del interior.

Así vivíamos felices hasta que llegó el BIC de usar y tirar. “¡BIC naranja escribe fino; BIC cristal escribe normal!”, cantaba la publicidad de la época. Y como eran baratos, interclasistas y fáciles de morder por la punta, reventaron el mercado en cuatro días. Jubilamos los tinteros, los secantes, los sacapuntas y los “alargalápices”. Los BIC se compraban, se prestaban, se robaban, se olvidaban… y nos cambiaron la vida.

Lo mismo ocurrió con los encendedores. En los años 60 el mechero era expresión del nivel social y buen gusto de quien lo poseía. Los más rústicos manejábamos unos chisqueros que apestaban a gasolina con plomo y ardían sin moderación con humo y todo. Pero también había mecheros de oro, de diseño, muy adecuados para encender galantemente el pitillo emboquillado de una dama en cualquier fiesta de alto standing, cuando fumar aún no era pecado. Hasta que llegó el BIC: un artilugio de plástico lleno de gasolina súper, con una rueda, una piedra y un regulador de la llama, y aquel ingenio elemental derrotó a la competencia en pocos meses. Entró en los despachos de los banqueros para encender montecristos, y bajó a los tugurios para prender las colillas de los menesterosos.

La revolución BIC nos transportó a un estado de euforia patológica. Fuimos poseídos por el síndrome orgiástico del estreno permanente. ¿Qué importa que el encendedor sea de plástico, si podemos inaugurar uno cada veinte días? Ayer era rojo, hoy amarillo, mañana azul celeste. ¡Viva la novedad! Ya nadie presume de llevar en el bolsillo un reloj de principio de siglo con más cicatrices que un torero, que sigue funcionando como si nada y toca las campanadas del Big Ben. Ya no nos apetec e escribir cartas de amor con la pluma —experta en amores— que nos legó el abuelo. Ya no encuadernamos los libros viejos para conservarlos por generaciones. Ya no mandamos a limpiar o a reparar las maquinas averiadas.

Pronto comprendieron los fabricantes que a nadie le interesa tener en casa algo que dure “toda la vida”. ¿Quién necesita un ordenador eterno? ¿O una tele? Hay que renovar y renovarse sin freno. Hace tiempo que desapareció de los hogares aquel entrañable huevo de madera que utilizaban nuestras abuelas para zurcir calcetines. Los calcetines se usan y se tiran; eso es lo correcto. Ya lo dice IKEA: redecora tu vida, tío, que lo nuevo es bello y la arruga cutre. Tira a la basura lo viejo. O mejor, recicla. No hay bienes de uso. Sólo de consumo.

Y si un día, al mirarte por la mañana en el espejo, compruebas que tú también estás listo para el recicle o para el camión de la basura, disimula, que la cosa es grave: pínchate un poco de botox por aquí, otro poco por allá, y a resistir como un héroe: que nadie sospeche que tienes cien años, porque, para la generación de usar y tirar, los viejos son trastos rotos sin valor.

Sin embargo Su experiencia los hace sabios, y esa sabiduría es parte de su belleza. He dicho belleza, sí; no me he equivocado. No pidamos a los viejos que sean “marchosos” y “enrollados”. Que no hagan el ridículo, por Dios; que no caigan en la tentación de quitarse años, porque los años son parte importante de un patrimonio que nos pertenece a todos.

Este mundo nuestro necesita sosiego, calma, silencio, paz. Reclama la sabiduría de los viejos para que el vértigo de lo nuevo no nos haga morir de inmadurez.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Amén.
;O)

Bernardo dijo...

Buenos días.

Me ha gustado este artículo "demasiado" largo. Me sugiere muchas ideas.

En defensa del boli BIC, diré que ningún otro lanzaba mejor los granos de arroz o bolitas de papel ensalivadas. Épicas batallas en clase. ¿He dicho en clase?

Y sobre el rechazo a lo viejo, lo que más me repugna es la forma en que lo disimulan envolviéndolo en la vanidad y el orgullo de la víctima: "porque tú te lo mereces" es el mensaje. Discurso de serpiente.

¿Renovarnos? Ya nos enseñaron a renovarnos hace dos mil años, muchas gracias. No necesitamos a Saatchi&Saatchi para esa lección.

Anónimo dijo...

Comparto al 100% la opinión. Los años van dando calidez y sabiduría al carácter y vamos aprendiendo que la felicidad no tiene tanto que ver con la estética exterior sino con la armonía, de dentro y de fuera. Cuidar sólo el exterior descuidando el alma nos puede convertir en verdaderos esperpentos.

Lo que ocurre es que a veces al marido/la mujer (hay de todo) se les escapa la mirada (y detrás la imaginación atribuyendo virtudes existentes o no, quien sabe, a personas jóvenes con un físico estupendo. Claramente competencia desleal porque no le ven las 24 hs al día (gracias a Dios por otra parte) pero desprecian inconscientemente lo que tienen al lado- dándose cuenta el/la de al lado.

No sé quieren dar cuenta que no todo es la apariencia y se resisten a profundizar.

Por mi parte le daría dos tortas o una buena sacudida pero eso no sirve para nada más que para que la vecina/ el vecino (es un decir) les parezca más agradeble aún.

Así que no nos queda más que cuidar mucho la imagen mientras intentamos que la mujer/el marido echen raices y profundicen un poco.

En estos caso, ¿que sugiere usted?, ¿un sopapo?...

Anónimo dijo...

Hoy le voy a leer a mi abuela su entrada Don Enrique, estoy convencida de que le va a gustar y me va a decir, "si ya digo yo, gente como esta necesita este mundo que esta panza arriba", sonreirá y me dará un beso.

chon dijo...

no exagere, no pasa nada por ponerse un poco de botox. Se lo digo yo, que tengo en casa un huevo para remendar calcetines (y lo uso). Y hasta creo que se puede ir al cielo aunque uno se haya puesto botox ¿o no?

la nº 7 dijo...

"Que no hagan el ridículo, por Dios; que no caigan en la tentación de quitarse años, porque los años son parte importante de un patrimonio que nos pertenece a todos."
Gracias por dicirlo.

Tengo 52 años y mis padres 100 y 98 años respectivamente y acaban de celebrar el día 9 de noviembre su 72 aniversario de boda. Gracias a Dios siguen manteniendo la cabeza en su sitio, viven en su propia casa, han sido y son un ejemplo para sus 7 hijos, nietos y bisnietos, de fe, entrega y alegre optimismo.

Lucía dijo...

¿Será por eso que los jóvenes se resisten a madurar? ¿ lo verán como una decadencia en vez de verlo como superación?

Me ha encantado recordar los tiempos del bic , aunque si no fuera por el precio preferiría comprar plumas y bolígrafos de más empaque ( aunque esos no se pueden morder en días de nervios).

Juana la Loca dijo...

Oy! Por donde empezar....! BIC cristal mi favorito pues se podían grabar miles de palabras en la superficie con un alfiler. Muy útil para el "estudio". El mechero nunca lo aprecie demasiado pues nunca fume, pero reconozco que lo de los colorines....
Los que quieren disimular los 90 o 100 cumpleaños son los mas empeñados en cumplirlos... Que manía con no quere morirse! Pero es que va todo muy juntito. Las arrugas son medallas que la vida nos impone, y cuantas mas tengas todos sabrán lo mucho que has reído, cantado, pasado noches en blanco, llorado por un hijo, consolado a un amigo..... No te quites las medallas que son hermosas!
Y ya no digo mas.

carlos esteve dijo...

Que gran post! Lo quiero todo y ya....

Bernardo dijo...

¡Felicidades a los abuelos número 7!

Isa dijo...

Me ha encantado su artículo don Enrique. Vamos a un ritmo espectacular. Vivimos en la era de usar y tirar, de lo inmediato, de lo que da resultados al momento; si no, nos desesperamos y nos ponemos nerviosos.
De vez en cuando hay que pararse y pensar; descansar; escuchar.
Sí, nuestros mayores nos tienen mucho que enseñar.

Almudena dijo...

Pues eso. Ni más ni menos.

cecilia dijo...

Que bien dicho! gracias por tan sanas reflexiones.

Ourense San Francisco dijo...

D. Enrique, no me ha gustado la etiqueta... El artículo es demasiado corto teniendo en cuenta no ya la cantidad de cachibaches que hay de usar y tirar, sino que también hay gestores de cuentas de usar y tirar, consultores jr de usar y tirar, que a uno sin haber llegado a los treinta ya le entran los sudores fríos pensando que van a pretender eutanasiarle en breve por "no ser productivo." (...) Me ha gustado lo de que las arrugas son medallas, porque en muchísimos casos las arrugas acompañan a personas entrañables, sabias y tranquilas que no han tenido principios de usar y tirar... Y por no tirar los principios salen arrugas...

Anónimo dijo...

Hoy les he preguntado a las niñas que qué era "tener experiencia en algo" y ...ni una D Enrique, ni una...
Habrá que hacer algo...

Anónimo dijo...

morir de inmadurez, je, en vez de morir de viejo