Ayer estuve en la Puerta del Sol. No es una gran proeza, desde luego, pero a los que vivimos en Madrid se nos pasan los años y aun los decenios sin visitar los lugares más representativos de la Villa y Corte.
Yo, por ejemplo, no he estado en el Jardín Botánico desde hace lustros y aunque en muchas ocasiones paso junto al Parque del Retiro, no soy capaz de recordar cuando entré la última vez. Lo mismo me ocurre con la mayor parte de los museos y, desde luego, con el centro antiguo de la ciudad, que cada día parece más inaccesible.
La Puerta del Sol es el centro del centro. Hace años la atravesé a duras penas en un taxi, entre grúas, hormigoneras, barreras protectoras y un estrépito colosal. Ayer me acerqué en Metro y emergí en medio de la Plaza, que aparecía remozada y llena de vida.
Nada más salir a la superficie se me acercó un sujeto vestido con un chaleco amarillo reflectante y un gran letrero: “compro oro”. Luego comprobé que hay docenas de hombres-anuncio con el mismo reclamo:
—Buenos días, caballero. Le compro todo el oro que tenga.
—¿Tengo yo cara de ser un vendedor de oro?
—Seguro que en la iglesia tiene algo que ya no le sirve…
Más adelante, sentado en el suelo, un tipo de aspecto extraño hacía sonar una gigantesca tuba de madera, de cuatro o cinco metros de largo, mientras movía rítmicamente su brazo izquierdo. La tuba sólo emitía una nota, una especie de mugido profundo, como el grito de un avetoro melancólico.
Seguí caminando. Un mendigo muy anciano, que dijo llamarse Andrés, se lanzó sobre mí cantando jaculatorias. No le negué la limosna de la palabra. Nos sentamos en el remate de una fuente y me contó su vida a toda velocidad con tal cúmulo de fantasías y contradicciones, que no hubo más remedio que darle unas monedas. Se quedó contento el viejito. Yo creo que más satisfecho por la charla que por la limosna.
Dicen que en la Puerta del Sol hay cacos manilargos especializados en hurtos veloces de persona a persona. Yo, por si acaso, me abroché a conciencia el bolsillo interior de la chaqueta antes de bañarme en la multitud. La gran mayoría eran inmigrantes: ecuatorianos, árabes, indios, chinos, negros (perdón, subsaharianos)… Algunos vendían cosas, otros vegetaban al tímido sol del mediodía.
Entonces vi al torero: era un anciano de rostro venerable y resignado, que se había subido sobre un cajón decorado con la bandera de España. Vestía un traje de luces harapiento y una montera que le estaba estrecha. Permanecía completamente inmóvil, en pie, como una estatua decadente y humilde. Le eché una moneda, pero no pude charlar con él. A mi “buenos días” sólo respondió con un imperceptible movimiento de los ojos.
Volví a sumergirme en el Metro. Me vino entonces el recuerdo de San Josemaría, que, cuando visitó Londres por primera vez, se sintió abrumado en medio de la calle al contemplar el espectáculo de las gentes que iban y venían, de todas las partes del mundo, de todas las razas y lenguas.
“Al considerar ese panorama —recordó en alguna tertulia años después— me desconcerté y me sentí incapaz, impotente: Josemaría, aquí no puedes hacer nada. Estaba en lo justo: yo solo no lograría ningún resultado; sin Dios, no alcanzaría a levantar ni una paja del suelo. Sin embargo, dentro de mí, en el fondo de mi corazón, sentí la eficacia del brazo de Dios: tú no puedes nada, pero Yo lo puedo todo; tú eres la ineptitud, pero Yo soy la Omnipotencia. Yo estaré contigo.”
Ahora, mientras escribo este post, hago el propósito de volver a la Puerta del Sol cuando llegue la primavera y meterme entre la multitud para mirar a los ojos de los vendedores, de los mendigos, de los cacos, de los parados…, y echar unas parrafadas. No se me ocurre una excursión más atrayente.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
sábado, 6 de marzo de 2010
La Puerta del Sol
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
10 comentarios:
Y si los negros vienen de Jamaica, también se les dice subsaharianos? Habrá que preguntar primero la procedencia, no? Anda que....
Que no es mi España, que me la han cambiado....
Hay una orquesta de rumanos,creo, que tocan cerca de S.Ginés música clásica y da gusto oirles.
Pues tiene usted razón , D. Enrique, yo también vivo en Madrid y pasan los años sin que pase por la Puerta del Sol pero mañana iré, y usted debería hacer lo mismo, porque es la manifestación contra la peor barbarie de la historia de la humanidad, vamos a gritar contra el aborto. Un abrazo y ...¡nos vemos en la Puerta del Sol!
Me encanta leer su blog (o globo, como quiera) porque rebosa humanidad, esa humanidad que usted lleva dentro, Don Enrique. Gracias por regalarnos cada día esta dosis de sensatez y reflexión.
Esto realmente no es un comentario a su post, simplemente es una sugerencia que en lugar de enviarsela por correo la pongo aquí por puro sentido práctico. No lo hago con la idea de que sea publicado, pero usted decida lo que crea conveniente. Me gustaría que hablara un día, si le parece oportuno por supuesto, de los llamados libros de autoayuda. Yo he leído alguno (El caballero de la armadura oxidada y ¿Quien se ha llevado mi queso?) y me han parecido muy interesantes por el mensaje que invita a salir de uno mismo, pero me gustaría conocer una opinión como la suya. Gracias por todo.
Lo de la ineptitud de uno y la Omnipotencia de Dios me ha venido al pelo pensando en la educación de mis hijos(me ha reconfortado,gracias)
Se perdió el spider-man de la Plaza Mayor. Es un señor gordo, muy gordo, que va disfrazado de spider-man, pero con un traje seis o siete tallas más pequeño que el suyo.
Los niños salen corriendo cuando le ven...
Menos mal que los que no somos de Madrid sí visitamos esos sitios cuando vamos...porque merece la pena verlos...y pintorescos a veces, sí, tiene usted razón...
Eso que usted sintió y que san Josemaría notó en Londres me pasa a mí también a veces, y eso que no vivo en una gran ciudad, por tanto, gracias por recordrme que yo caro que sola no puedo nada, pero con Dios sí; Dios lo puede todo.
Gracias.
Yo me he tirado diez años de mi vida pasando por la Plaza Mayor y Sol unas cuatro veces al día... Es un lugar diferente, donde parecen concentrarse todas las razas y todas las personas raras del mundo, creo que yo también alguna vez escribí algún post sobre ello. Por cierto, que jamás se me acercó un comprador de oro, y sé muy bien quién es el torero, y también el spiderman-loca que campa por la Plaza Mayor. Menos mal que no vio usted al hombre que va vestido de señora brasileña en paños menores bailando samba. Porque es un susto terrible. Hay un hombre negro muy curioso pidiendo siempre sentado en el Mac Donalds. No sé si es ese el que se le acercó...
Publicar un comentario