miércoles, 4 de marzo de 2015

La poda ofende


Los pinos de Valsaín, siempre de puntillas sobre el suelo de Molinoviejo, parecen mástiles enormes cuando se balancean con el viento, tan frecuente en esta zona norte de la Sierra. Nunca se deforman ni se parten por la mitad. Si acaso, cuando el temporal arrecia, a veces cae alguno al suelo con las raíces al aire. Dicen que eso ocurre sólo porque el árbol ya estaba muerto, pero el problema es éste precisamente; la escasez de tierra para alimentar y dar fuerza a tanta raíz. Se conoce que Molinoviejo está edificado como la casa de la parábola, sobre roca, y el jardín ha ido creciendo sólo hacia arriba, no hacia abajo, como ocurrió en otra parábola, la de aquel Sembrador que lanzó la semilla sobre un pedregal.
Para evitar catástrofes, los pinos de Molinoviejo necesitan podas frecuentes. Supongo que de esta forma el tronco se mantiene erguido si redobla el huracán. Hoy precisamente han venido los podadores con toda clase de medios mecánicos y hasta los pájaros han huido del estrépito.
Al terminar, los pinos parecen más limpios y aseados, como yo mismo cuando voy al peluquero y mi amigo Ángel se pasa de la raya con la tijera.
—Hoy te he quitado diez años —me dice—.
—Me has dejado con toda la calva a la intemperie. Y encima te pago por robarme la manta protectora.
Si  los pinos de Valsaín se miraran hoy al espejo se sentirían como yo.  Claro que a ellos les vuelven a crecer ramas suficientes para que los pájaros estén cómodos cuando llegue la primavera. Yo en cambio...



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que foto tan bonita. Da gusto ver el color verde en el jardín. Me temo que a nosotros aun nos quedan semanas de tundra. Ains....

Antuán dijo...

La verdad es que se les ve muy estiraos. Parece un bosque de lápices. Da gusto. Adiosle

yankee dijo...

Muy chulas las fotos. El paisaje de los pinos de Valsaín es único.