Salgo de casa a las nueve en punto de la mañana con la idea
de aterrizar en el cole en menos de media hora. Caen las primeras gotas
típicamente otoñales, ya sin truenos ni relámpagos veraniegos; es una especie
de sirimiri congelado que da a este jueves un aire de lunes provinciano, húmedo
y triste. Empiezo a rezar la primera parte del rosario, y el tráfico se va
espesando poco a poco. No entiendo lo que pasa. Cuando uno hace cada día el
mismo trayecto a la misma hora, no suele encontrar demasiadas sorpresas. Pero
hoy… La hora punta debería haber terminado ya, y sin embargo algo muy gordo
están maquinando los duendes del tráfico urbano.
Antes de llegar a M30, que es la vía de escape que rodea la
ciudad, la caravana motorizada se detiene por completo. Un minuto, dos…, diez.
Salgo del coche para echar una ojeada y compruebo con horror que el atasco
afecta a todos en todas partes. Las calles adyacentes también están colapsadas. Madrid es una foto fija. Suena la sirena de una ambulancia. Tendríamos que
permitirle el paso, pero ¿por dónde?
Quinto misterio gozoso: "el Niño perdido y hallado en
el Templo". Siempre he pensado que debería
enunciarse de otra forma: "los padres perdidos y el Niño en el
Templo": pero hoy no estoy para juegos de palabras. Soy un cura pedido en el
tráfico que tiene que celebrar la Santa Misa dentro de media hora, y me temo
que no va a ser posible. Envío un mensaje a mi teórico sustituto, y recibo una
contestación inmediata: "¿puedes creerte que he salido de casa hace media
hora y solo he recorrido cincuenta metros?" Me lo creo; es el atasco
universal. Ha llegado el fin del mundo. De un momento a otro aparecerá el Hijo
del Hombre sobre las nubes del Cielo.
Termino la segunda parte del Rosario y enciendo la radio.
Todos hablan de otro gran atasco; el que han provocado en Barcelona las
manifestaciones callejeras de estos días.
Cambio de táctica: tengo que pensar qué puedo escribir en el
globo. Llevo ya cuatro días en blanco por culpa de un atasco de ideas que se ha
generado en mi sesera como consecuencia del exceso de trabajo. Ayer por la
noche terminé de redactar un texto demasiado largo sobre una cuestión demasiado
compleja que me encargó un colega al que siempre hago demasiado caso. Antes
dediqué varias horas a preparar las 22 meditaciones de un curso de retiro que
debo predicar dentro de pocos días. Podría resucitar viejos guiones que duermen
en las entrañas del ordenador, pero me resisto a utilizar refritos. Por último,
caigo en la cuenta de que aún no he enviado mi colaboración para "Mundo
Cristiano", y me han sugerido que, para noviembre, hable de la muerte. Digo
que bueno, pero mi pluma no corre con la fluidez de otros días. Además me he
quedado sin tinta.
Son casi las diez de la mañana. Una emisora local explica
que el atasco tiene algo que ver con una huelga de conductores del Metro, con
un accidente en la M40, con la lluvia y, por supuesto, con el gobierno.
A las diez en punto, inesperadamente, los coches desaparecen
y yo salgo disparado. Se diría que han sido abducidos por una nave
extraterrestre, pero no me hago preguntas. Aún llegaré a tiempo de celebrar la
Misa a los niños de 6º de primaria. ¿De qué les hablo en la homilía?
Ya estoy en el altar. Un retaco de diez años, que apenas
llega al atril, hace la primera lectura. Después del Evangelio me decido a
hablar del Santo del día: San Ignacio de Antioquía, que murió mártir devorado
por los leones en Roma en el año 103. Los chavales están súper atentos. No se
pierden una sílaba, sobre todo cuando les describo con detalles la historia de
los leones.
Son las ocho de la tarde. Al fin, en casa. Se han disuelto
todos los atascos.
4 comentarios:
Atasco de coches,atasco de mente,espero qué no haya atasco intestinal??jjjjjj cuídese.
El mundo está fatal
Pues yo si que me atasque con el ordenador. Desapareció todo lo que tenia en el disco duro. La de tortas que me he dado ya. Pero no escarmiento. No voy a clase, me voy apañando y preguntando. He conseguido que me rescaten todo lo que tenia en 10 minutos. ¿Morir? No ¡Gracias! No es mi momento. Tengo muchas cosas que hacer todavía. ¡Que Dios se apiade de mi! Pero yo le digo: ¡Dame tiempo!Que descanse don Enrique. Y a ¡Dios Gracias! Adiosle
Don Enrique, se le echaba de menos en estas esferas de altos vuelos.
Estoy leyendo un librillo, que le recomiendo para su artículo sobre la muerte. Se llama Autorretrato con radiador. Habla de flores, luces, sombras...
Y de San Ignacio (yo no sabía que era de San Ignacio) me gusta mucho la frase de "seré trigo molido por los dientes de las fieras para poder llegar a ser pan" (o algo así).
Usted cuídese mucho.
Pues yo don Enrique me atrevo a sugerirle que rescate viejos escritos. Se lo digo por experiencia, porque a veces busco en su blog algún tema que me apece y leo lo que escribió hace años. Es como un viaje en el tiempo para comprobar que todo, o casi todo, sigue igual.
Menos nosotros, que sumamos años.
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