Por ser un amante de la libertad, cuando tuvo lugar la revolución en Alemania —la llegada de Hitler al poder— miré con confianza hacia las universidades, sabiendo que siempre se habían enorgullecido de su devoción a la verdad. Pero las universidades permanecieron en silencio.
Entonces miré a los grandes editores de periódicos, que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, permanecieron en silencio, sofocados en el curso de unas pocas semanas.
Solamente la Iglesia se opuso plenamente a la campaña de Hitler, que pretendía suprimir la verdad.
Nunca había tenido yo especial interés por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran amor y admiración, porque solo la Iglesia tuvo el coraje y la perseverancia de defender la libertad intelectual y la libertad moral.
Debo confesar que lo que antes había despreciado, ahora lo admiro incondicionalmente
Albert Einstein (Time Magazine, dic. 1940)
7 comentarios:
Le escribo por el post anterior de la chica con depresión, me impactó mucho ver cómo un sacerdote que no padece esta terrible enfermedad, la entienda y la explique tan bien.
Jesús, que tenía motivos de sobra para padecerla, no la experimentó, lo explica tan bien un médico psiquiatra Brasilero en su libro " análisis de la inteligencia de Cristo" Augusto Jorge Cury.
Ah, vaya, qué bueno. Yo tenía pensado que la Iglesia también calló por miedo y que incluso al principio frivoleó con Hitler. Me quita un peso de encima.
Rocío, con Hitler no se podía frivolear. Era o con él o contra él, y contra él costaba la vida. Y normalmente no sólo una vida, sino la de todos los cercanos: familia, amistades, círculos...
La Iglesia cuando calló (y por callar entendemos no declarar abierta y públicamente una oposición frontal) lo hizo por prudencia y por responsabilidad, y por seguir ayudando y protegiendo a todos cuantos podía. Habría que contar la historia de todos los sacerdotes, religiosos, miembros de organizaciones católicas y católicos de a pie que murieron en los campos y que fueron amenazados y perseguidos, la gran mayoría de ellos por defender a otros (ellos -en principio- no estaban estigmatizados) o, precisamente, por no callar.
Yo te podría dar un testimonio de primera mano,que desde luego resulta muy actual, sobre un nombre en una lista, sin más acusación que la de ser católico y la de comentarios sospechosos de "no estar con"; y de cómo pudo huir, cuando aún era posible, gracias a la ayuda de la Iglesia, que salvó su vida y permitió entre otras la mía.
¿entonces. cb, por qué Juan Pablo II pidió públicamente perdón, en nombre de la Iglesia Universal, por los pecados de omisión de la Iglesia durante el nazismo?
Con la venia del dueño de la casa, que remite en la siguiente entrada a una dirección interesantísima, que seguro que te aclara más:
Quizá, Jesús Beades, porque siempre hay algo por lo que pedir perdón.
O porque Iglesia -militante, aunque a veces militemos poco- somos todos: tú y yo, y ahí cabe de todo.
O porque Juan Pablo II siempre intentó restañar heridas y buscar la reconciliación, entre los pueblos y entre las personas, y no hay mejor modo de conseguirlo que perdonar (que es tarea previa y silenciosa) y después pedir perdón.
O se me ocurre que incluso por una cuestión personal, porque él conoció el nazismo y el comunismo: por haber visto el terror y la violencia y la indignidad campar a sus anchas, y haber salido vivo mientras otros no salieron. Ante eso siempre piensas si pudiste hacer más, si tuviste que ser menos prudente...
Y seguramente también por asuntos de imagen y de estrategia, que supongo que hay que tenerla cuando diriges la nave: Quizá es más fácil y mejor pedir perdón y desmarcarse de etapas anteriores, que no sacar los archivos y empezar a rebatir versiones interesadas. Cuando se extiende la sombra de la culpa sobre un pueblo, o una institución o una persona, es muy difícil levantarla, cualquier cosa que diga sonará a excusa, a cuento, no merecerá crédito. Por eso todos se matan por el papel de víctima.
C.B. y Jesús: ¿Ponemos punto final?
Miremos hacia adelante. Cuando puse este texto en el blog no pensaba precisamente en Hitler. Por eso dije que me parecía muy actual.
Dejémoslo estar.
Sólo una cosa: Juan Pablo II pidió perdón, e invitó a todos (personas, instituciones, ideologías, partidos, etc.) a seguir su ejemplo. Me temo que no le hicieron caso.
Por supuesto, don Enrique, punto final.
Juan Pablo II tenía mucha razón.Y usted también.
Un saludo afectuoso
Cristina
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