domingo, 22 de abril de 2007

Nueva estación

Carlos Javier Morales, mi poeta y amigo canario, me envía su último libro: "Nueva estación". Lo estoy leyendo muy despacio, y cuando termine comenzaré de nuevo: es un regalo demasiado valioso para dedicarle sólo una lectura.

Ayer por la noche me entretuve con estos versos:


El día que te olvide
escribiré tan solo garabatos
que parezcan poemas y novelas y palabras preciosas
que aún me den la ilusión de estar viviendo.
Pues yo, que te he hecho a ti sustancia de mi vida,
¿a quién le haré sentir con las palabras
este fuego interior que nadie ha visto,
que nadie, sólo tú, me has provocado
hasta hacer encender todo mi cuerpo?
El día que te olvide, Dios me oiga,
no habrá ya más paseos por el río,
ni más rayos de sol descubriendo colores en los peces,
ni cielos despejados para poder mirar la luna llena,
ni chopos que resguarden el misterio de lo que ya no existe.
Pues yo, que te he hecho a ti sustancia de mi vida,
cuerpo y sangre de todas mis palabras,
¿qué podré yo escribir el día que te olvide,
qué pruebas aducir de que aún existo,
quién resucitará mi cuerpo muerto,
dónde estará mi alma si tú no estás en ella?



Lo mío no es la crítica literaria, pero soy buen lector de poesía, y algunas veces —sólo algunas— descubro un poema, o todo un libro, y lo expropio: se lo confisco al autor y lo me lo injerto en la piel del alma.

Tengo en el fondo de la conciencia docenas de poemas incautados, y a veces me pregunto si los echarán de menos mis amigos. ¿Comprenderá García-Máiquez que su "casa propia" ya no es suya? ¿Y D'Ors, Urbina, Peñalosa, Carlos Morales..., habrán entendido que muchos de sus versos me pertenecen y no pienso devolvérselos?

Lo mismo ocurre con la oración vocal. Al fin y al cabo, recitar oraciones que otros compusieron es como adentrarse en un poemario para sisar piropos ajenos.

El que escribió el "Oh Señora mía, o Madre mía..." debe saber que esas palabras las robé hace muchos años y vuelvo a inventarlas cada mañana. Y el “Adoro te devote” que, según parece, lo escribió Santo Tomás, no es suyo, qué va. Lo firmo yo todos los jueves, y sé por qué puse cada coma y cada nota de la melodía. Hoy, que es sábado cantaré el Regina Coeli, que, por supuesto, también es mío.

¿Y el poema que he reproducido más arriba…? Lo siento Carlos: ya he empezado a rezar con él. Denúnciame si quieres; me pertenece.

5 comentarios:

patzarella dijo...

Eso es lo que pasa con toda clase de literatura. Cada frase cada verso se quedan en el corazón o se repelen para siempre. Nunca he leido un libro o algo que no cause eso en mi..., eso sí he de aceptar que mi memoria todavía no archiva todo eso y constantemente tengo que releer lo que me ha gustado.

Gracias don Enrique!!! Yo también he empezado a hacer oración con este poema!!!

Adaldrida dijo...

Compartimos pasiones, Don Enrique.

Anónimo dijo...

A menudo sucede... pero en el fondo las palabras pertenecen a todo como la música que escuchamos, el agua que bebemos y l' aire que respiramos... entran allí dentro de l' anima y no salen más. Las palabras son nuestras...

Un saludo de Italia y perdona a mi español.

E. G-Máiquez dijo...

García-Máiquez comprende... y sobre todo agradece. Está usted en su casa propia, faltaría más.

Jesús Beades dijo...

Pues le ofrezco mis poemas, para que se apropie de ellos como quiera, o los descuartice y use sus cachitos como mejor le venga. ¡en serio! Nada sería más exitoso que ser recitado cada mañana, como el Oh Señora mía. Pero no es posible claro. Nuestros exitos, son siempre parciales. Sin embargo, dan muchas satisfacciones, como bien demuestra nuestro Enrique García-Máiquez.