martes, 15 de enero de 2008

La educación sexual de la abuela Enriqueta

Me lo pasé muy bien escribiendo este artículo. Hay una anécdota real como pretexto y algunas historias también reales. Han pasado diez o doce años, pero supongo que no ha perdido vigencia. Y la foto de esta abuela me ha convencido. Así me imagino yo a la tal Enriqueta.


Álvaro tiene catorce años y es un buen chico aunque algo bocazas. Por eso metió la pata.

Resulta que fue al pueblo a ver a su abuela y de paso a ponerse las botas con la empanada que cocina doña Enriqueta. Por la noche se quedaron a ver la tele y a la abuela no le parecieron bien algunos comentarios, un pelín obscenos, del presentador. Álvaro entonces puso esa cara de chuleta con granos que gasta cuando está con sus amigas y soltó:

—Mira, abuela, tía, lo que pasa es que a ti no te dieron clase de educación sexual y estás reprimida.

Doña Enriqueta sonrió:

—O abuela o tía… Las dos cosas no.

No dijo más. Pero, de vuelta en Madrid, Álvaro recibió una carta.

“Queridísimo Álvaro:

Mira que eres bruto, hijo mío. También eres bueno y cariñoso cuando quieres; pero de vez en cuando se te acatarra la lengua de tanto sacarla a pasear.

Ya sé que a estas alturas andas dolido por la impertinencia que me soltaste el domingo. No te preocupes; no necesitas pedirme perdón. Pero he pensado que a lo mejor te venía bien una respuesta serena de tu abuela Enriqueta.

Mira, Alvarito. Hoy durante la misa, se me ha ocurrido que debía dar gracias a Dios por la educación sexual que recibí de mis padres. Sí, hijo, sí. Estoy persuadida de que he tenido una formación sexual de primera clase.

Como primera lección, me regalaron cuatro hermanos y tres hermanas… No sé si comprendes lo importante que es eso. Ahora hay demasiados hijos únicos, como tú, que crecen sin saber lo que es una hermana. Yo supe enseguida que los chicos y las chicas éramos muy diferentes, y aunque vivíamos juntos y hablábamos de todo, sin hacer misterios, mis padres pusieron a los chicos en la habitación grande de arriba y a nosotras en la de abajo. Como la casa era pequeña y no daba para más, con el cuarto de baño había problemas; pero nunca se nos ocurrió compartirlo con ellos.

Yo por aquella época era algo impúdica para mis cosas, y un día —debía tener once o doce años— mamá me dijo que, cuando entrara en el baño, cerrase el pestillo por dentro.

—¿Y qué más da?, le dije.

Entonces me habló del pudor. No podría repetir todo lo que me dijo, pero sí el final:

—Mira, Enriqueta, si algún día te regalan una joya, la guardarás en un joyero, y si es muy valiosa, en una caja fuerte; no la tratarás como un juguete, ¿verdad? Bueno, pues Dios ha puesto en tu cuerpo algo más precioso que un diamante. Guárdalo con agradecimiento hasta que lo entregues por amor.

Por cierto, Álvaro, ¿habéis dado ya esa asignatura en el cole?

Es cierto que de pequeños nos contaron eso de la cigüeña; pero también me dijeron que existían los reyes magos, y ninguna de las dos fábulas nos marcaron especialmente. A los tres años descubrí que Melchor era papá, y ya por entonces ya sabía que, cuando mamá se ponía gordita, es que esperábamos un niño.

Más importante fue la lección que me daban mis padres queriéndose. Lo bonito de aquel cariño es que era tan real e irrebatible como los embarazos periódicos de mi madre; pero también era pudoroso… ¿Cómo explicarlo? Nunca se hacían arrumacos delante de nosotros —tampoco se peleaban—. Sin embargo sabíamos que entre ellos había un amor fuerte como una roca, no un enamoramiento de telefilm. Y entendíamos —esta era la gran lección— que ese amor debía expresarse en un ámbito íntimo, sagrado, al que ni siquiera nosotros teníamos acceso.

Así aprendí, por ejemplo, que los achuchones y besuqueos en público (perdona que sea tan gráfica), además de ser horteras, envilecen el amor, porque lo sacan de su ámbito natural.

No necesité un cursillo para aprender que, si el amor es auténtico, no se exhibe en la vía pública. Es como aquel tesoro escondido en el campo, del que habla el Evangelio, que, cuando uno lo encuentra, “lo vuelve a enterrar” antes de venderlo todo para quedarse con el campo.

Volver a enterrar el amor cuando se encuentra, es una forma de protegerlo de los mercaderes; es hacerlo crecer como una planta para que eche raíces cada vez más hondas y ramas cada vez más libres y frutos cada vez más sabrosos…

Lo siento, Álvaro, me he puesto cursi.

Sólo quería decirte, para terminar, que de “fontanería sexual”, como dice tu tío Santi, no me explicaron casi nada; pero tampoco hizo falta. Esa lección es la más sencilla y fue estupendo aprenderla (y enseñarla) con tu abuelo.

Recibe un beso muy cariñoso de tu abuela,

Enriqueta”



24 comentarios:

Juanan dijo...

Destila sabiduría la abuela Enriqueta.

Anónimo dijo...

Genial!!!

Anónimo dijo...

Soy madre de familia. Tenemos nueve hijos y hace diez o doce años que "cayó" en mis manos su artículo, lo usé en su momento para reflexionar sobre el tema con los niños, que ya no lo son tanto, porque me pareció que es un tema muy importante y que estaba muy bien explicado. ¡¡¡¡Todos de acuerdo... !!!!!
Ayer tuvimos una laarga conversación con uno de ellos a partir de un "permiso" . Tan laarga que casi no llego a tiempo para recoger al peque del Colegio.. .ojos en blanco, respiros profuundos...hoy me ha dado mucha alegría poder volver a "utilizar" su artículo para recordarle en lo que entonces estuvo de acuerdo.

Anónimo dijo...

Anónimo (madre de familia). Ánimo con la dulce tarea de educar a los hijos/as. Y desde luego el artículo de marras es una muy buena herramienta (por sabio). Suerte!

-... a partir de un "permiso"- ¿Qué quisiste decir?

j.a.varela dijo...

Notable la abuela Enriqueta. Lo enlazare a penas vuelva a Montevideo.

Y de cursi, nada!!!!

j.a.varela

Anónimo dijo...

muy bueno el artículo, desde luego, no tiene desperdicio

Adaldrida dijo...

Perdone, don Enrique, si discrepo un poco. No tengo novio, pero cuando lo tenga pienso que si no lo beso y abrazo en público tendré que hacerlo en privado, y eso es mucho más peligroso... a mí hay parejas en la calle que me dan vergüenza, pero otras me dan envidia... y están besándose.

Enrique Monasterio dijo...

Para todo hay matices Rocío. En todo caso, no me lo cuentes a mí sino a la abuela Enriqueta.

Anónimo dijo...

Y el tío Santi, qué más decía? Tampoco debe ser manco, no?

Anónimo dijo...

Al anónimo que me anima en nuestra dulcísima tarea de educar. Gracias!! Pero no creas que me desanimo... es más, me acuerdo de lo que fuí yo a su edad.
Te cuento; nuestros hijos nos explican sus salidas, aunque algunos son mayores de edad, si, "piden permiso" o si lo prefieres nos consultan , nos explican el plan y lo vemos juntos. Es una norma en casa. Claro que hay salidas que no hay que explicar!!! pero cuando tienen dudas... preguntan. Y nosotros agradecemos que siendo mayores sigan contando con nosotros.

Anónimo dijo...

Anónima-mamá te explicas de cine. Tomo nota de lo que dices: si algún día formo una familia me gustaría que funcionara tal cual lo cuentas.

Ah! Ya me imagino que no eres de las que te desanimas fácil (por lo que narras)... pero -supongo- nunca está de más desear unas dosis adicionales de ánimo ;-)

Benita Pérez-Pardo dijo...

Mi abuela se llamaba así. Le llamaban "Queta".

Quetita Pérez-Pardo, sus amigas.

Nada como las cartas y las abuelas!

Benita Pérez-Pardo dijo...

Mi abuela se llamaba así. Le llamaban "Queta".

Quetita Pérez-Pardo, sus amigas.

Nada como las cartas y las abuelas!

Jesús Beades dijo...

A mí me resulta muy bonito ver a dos personas que se quieren dándose un beso o una caricia. No creo que esto deba hurtarse a los hijos, sino que, al contrario, les hace ver los frutos cotidianos del amor, que no sólo es la procreación, sino también el amor afectivo, continuo. El "ámbito íntimo, sagrado" es el hogar. Y lo que es propio de la cama, pues en la cama. Pero besos y abrazos se pueden dar en la cocina, el salón, y hasta en el supermercado, en cierta medida. Entiendo que esos pudores extremos -ni un beso en público- fueran costumbre en otra época, pero no sirven de nada las recetas univesales, lo que algunos llaman "criterios". Y entiendo, don Enrique, que dirija las objeciones hacia doña Enriqueta, pues sería extraño escuchar a una persona célibe dar consejos sobre el comportamiento afectivo-sexual.
Aunque es cierto, el chaval es un niñato y no tiene que hablarle así a su abuela. Respeto y aprender.

Marta Salazar dijo...

y tiene un velo islámico!!!

????????

Enrique Monasterio dijo...

No, Marta: ese pañuelo es corriente entre las mujeres mayores en España.

Marta Salazar dijo...

ah! yo pensaba que era típicamente del Este, o bizantino, porque es desde allá de donde -se dice- que viene el velo islámico.

es interesante -historia de las culturas- comprobar que, en muchas regiones del planeta, se ha usado por siglos una especie de panuelo o velo en la cabeza...

en Alemania del Norte y en Holanda, se transformó en lo que llamamos "Haube", curioso, curioso,

de dónde vendrá esta costumbre...

tendrá algo que ver con las palabras de San Pablo?

Un saludo grande!

Anónimo dijo...

Es extraño que una persona célibe dé consejos sobre el comportamiento afectivo sexual (gran beades dixit).

Jesús, entiendo porqué lo dices pero en esta ocasión discrepo, o cuando menos me parece muy matizable tu afirmación.

Te pongo dos objeciones:

1.- ¿De verdad que una persona célibe no puede ser una buena consejera? ¿descartarías de entrada los consejos de Jesucristo, de la Virgen María, de la Madre Teresa de Calcuta...?

2.- ¿De verdad crees que para dar un consejo sobre algo (en este caso el ámbito afectivo sexual) se tiene que haber experimentado? Yo creo que no tiene porque ser necesario.

Jesús, con esto no estoy diciendo ni mucho menos que no nos den consejos las personas casadas (con más experiencia). Es más, entiendo que el consejo de éstos es casi necesario (escribo lo de "casi" porque a mí tampoco me gusta generalizar). Empezando, si es posible, por nuestros padres. Pero todo ello no quita para que, en alguna ocasión, a alguien la orientación de un célibe le pueda ir de perlas. Tal vez la clave está en la capacidad de amar de las personas, con independencia de su estado.

Un saludo cordial!

Enrique Monasterio dijo...

Yo, querido Jesús, estoy convencido de que una persona casada también puede dar consejos a un célibe, como tú mismo haces.
Y si un célibe como yo, ha charlado con centenares (quizá millares) de matrimonios sobre sus problemas, tiene un cargamento de experiencias muy superior al de la mayoría de las personas casadas.
Pero, en fin, todo esto no es importante.

j.a.varela dijo...

Comportamiento afectivo-sexual es un término muy reduccionista. Prefiero educar para el amor. Incluye lo anterior y lo ubica en su lugar.
Recomiendo ver de nuevo este video ( http://www.youtube.com/watch?v=h_y9F5St4j0 ) de una película magistral, "El violinista en el tejado".
Es en ese terreno que se juega la educación para el amor, bien lo sabemos los casados. Y aquí celibato o no celibato no es un requisito excluyente.
Cordialmente,
j.a.varela

Anónimo dijo...

J.A. Varela gracias por el link... me ha gustado mucho el video (así que tomo nota del título de la película).

Y conincido con lo que dices. Hasta otra,

Raul L.

patzarella dijo...

¡Cuando sea abuela quiero escribir así y decir esas cosas! ¡Me encantó!

Jesús Beades dijo...

Don Enrique, con su conclusión: "Pero, en fin, todo esto no es importante", me parece entrever que no desea discutir, digamos, desde este enfoque, en su blog. Pero sí le diré que no le he dado ningún consejo -Dios me libre-. Normalmente, los consejos que no han sido previamente solicitados, no gustan, y no sirven. Y "un cargamento de experiencias muy superior al de la mayoría de las personas casadas"... Si usted lo dice, será que en cierto sentido usted lo vive así, pero para mí no tiene ningún significado. En todo caso, son experiencias de otros, no las suyas. Y cuando yo me refiero a la experiencia, me refiero a "en carne propia", usando el término "carne" en el mismo sentido místico y a la vez concreto que en el rito matrimonial. C. S. Lewis es quien me proporcionó esta idea, antes de formarse por sí misma en mi propia vida: la mayoría de los libros que versan, desde una perspectiva teológica, sobre el "eros" y "venus" han sido escritos por personas célibes. Y que el efecto que la propia experiencia de "venus" hace sobre el pensamiento acerca del amor, es muy beneficioso.

A las preguntas del anónimo:

"-1.- ¿De verdad que una persona célibe no puede ser una buena consejera? ¿descartarías de entrada los consejos de Jesucristo, de la Virgen María, de la Madre Teresa de Calcuta...?"

Sí, los descartaría. No imagino a Jesucristo dándome consejos de alcoba. E imaginarse "lo que diría Jesús" es un terreno incierto y peligroso. Cuando alguien, en la narración evangélica, quiere poner a prueba a Jesús con casuismos de ese tipo (de dinero, de matrimonio, de política), el Maestro da vertiginosos giros en la conversación, que apuntan al centro de las personas, en términos de "nacer de nuevo", "como ángeles de mi Padre", etc. Como si el mensaje de Cristo fuera central, apuntando al corazón del ser, y nuestro comportamiento, en todo caso, un corolario. Jesucristo no da recetas morales, sino el Mandamiento del Amor, que se desglosa en el Sermón de la Montaña. Por eso el casuismo y esa enfermedad moral llamada moralismo son heréticos. Y por cierto, no considero a Jesús en la misma categoría conceptual que a María o la Madre Teresa de Calcuta. ¿Qué sabrían ellas de las relaciones sexuales, su goce y su disfrute, y su significado en mi vida? "Al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

"2.- ¿De verdad crees que para dar un consejo sobre algo (en este caso el ámbito afectivo sexual) se tiene que haber experimentado? Yo creo que no tiene porque ser necesario."

Uno puede dar los consejos que quiera, pero sostengo que sólo tendrá cierta relevancia, cierto peso, si el consejo viene de alguien que ha vivido situaciones parecidas. Por eso agradezco la humildad del célibe con obligaciones pastorales cuando encabeza sus opiniones sobre estos temas con un "en mi humilde opinión, aunque no soy el más indicado", "por lo que tengo entendido"... o algo así. Si no, desconecto.

Pero estoy hablando de consejos concretos -todo esto empezó por lo de los besos delante de los hijos-. Si es para decir: "Dios es Amor", o "Dios ha creado el sexo, y es algo muy bueno, y en Jesús le ha conferido un sentido sagrado, místico, y sacramental". o fundamentos morales generales, me da igual oirlos de un cristiano casado amigo mío, que del Papa.

Anónimo dijo...

Jesús, hiiijo, que estás desvariando.