Enero de 2006.
Íbamos muy despacio por la autopista, cuando se nos apareció de repente en medio de la niebla. Volaba a ciegas haciendo cabriolas en el aire para evitar a los coches. Era enorme y estaba asustado. Había nieve en polvo en el aire.
Íbamos muy despacio por la autopista, cuando se nos apareció de repente en medio de la niebla. Volaba a ciegas haciendo cabriolas en el aire para evitar a los coches. Era enorme y estaba asustado. Había nieve en polvo en el aire.
La conductora de un vehículo blanco, a mi derecha, dio un peligroso golpe de volante. El fantasma, entonces, vino hacia mí, que ya casi había detenido el automóvil, y me miró a través del cristal, con esa mirada penetrante que tienen los de su especie, antes de desaparecer definitivamente. Todo ocurrió en apenas un segundo.
Era un milano real, la rapaz más elegante de la Meseta, el mejor velero del aire. Con gran su cola ahorquillada y sus enormes alas se exhibe durante el invierno por estas tierras en piruetas que sólo él sabe realizar. La mayor parte vienen de los países del Norte en busca de temperaturas más cálidas, y también de los topillos, que tanto abundan.
Yo iba a predicar un curso de retiro en la Sierra, y, como casi siempre, aprovechaba el viaje para ir perfilando los esquemas de las meditaciones. Se me antojó entonces que aquello era una metáfora de algo, pero no fui capaz de llegar a ninguna conclusión.
Ya en mi destino, algún colega me sugirió que el milano podría servirme para hablar de la muerte, que puede llegar en cualquier curva de la vida. Me pareció demasiado obvio. Además yo siento una particular ternura por las aves; no las veo nunca como un peligro mortal, sino como ángeles protectores que nos acompañan en todos los caminos.
Desde aquel día, cada vez que atravieso el túnel de Guadarrama, espero que vuelva el fantasma para pensarlo mejor. Ayer mismo, cuando volvía hacia Madrid, otro milano me saludó desde lo alto.
¿O sería el mismo?
3 comentarios:
D. Enrique, hace unos meses me pasó algo parecido. Volvía de llevar a mi hijo pequeño, Lucas, al cole, y llovía a cántaros. La carrtera se veía mal, y a lo lejos me pareció ver una bolsa de plástico movida por el viento. Pero al acercarme descubrí que era nada menos que un Halcón ( la subespecie me perdonará que no la sepa, en USA se llaman Red tail Hawk) con la presa entre las garras: una ardillita parda. Me pare a ver la situación, y el pájaro se asustó y salió volando. De esta manera la ardilla se salvó y yo presencié algo increíble.
En América hay varias especies de halcones y de águilas que llevan popularmente ese nombre. Ninguna de ellas existe en España.
El halcón peregrino (que prácticamente sólo caza aves) se parece mucho al halcón de cola roja americano, pero no es idéntico. O sea, que no sé...
El milano real sí que tiene la cola rojiza.
La próxima vez le hago una foto y se la mando. Y si pillo un cardenal también.
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