sábado, 8 de agosto de 2009

La luz y la sombra

Continúo con la historia que empecé ayer


Terminado el funeral, Lourdes y su hermana, que acababa de llegar de un pueblo de Galicia, se me acercaron para darme las gracias y se quedaron un rato conmigo en la puerta de la iglesia.

—Gracias por hablarnos del Cielo —dijo Lourdes— y también por no dar muchos detalles. Los sacerdotes a veces quieren explicar demasiado, y supongo que, en realidad, apenas sabemos nada.

Le contesté que probablemente tenía razón y recordé el famoso texto de San Pablo a los de Corinto: “ni ojo humano vio, ni oído oyó, ni hay entendimiento capaz de concebir lo que Dios tiene preparado para los que le aman”. O sea, que el Apóstol no se arriesgó a describir el Cielo.

—Por eso me parece que no está tan claro eso que nos enseñaron en el catecismo: que el Cielo es “poseer a Dios, gozando de su infinito bien y, con El, de todos los demás bienes sin mezcla de mal alguno.”

Lourdes lo dijo de carrerilla, como quien recuerda una vieja definición muchas veces meditada.

—¿Qué es lo que te parece poco claro?

—Eso de gozar de todos los bienes "sin mezcla de mal alguno". ¿Cómo puede haber una felicidad sin mezcla de pena? Es como imaginar un cuadro en el que todo sea luz… No puede ser. Para que la luz destaque, el cuadro necesita sombras. Y para que la felicidad sea plena hace falta sufrir un poco…

—¡Qué cosas tienes, Lourditas! —intervino su hermana—. El padre te va a reñir por decir bobadas.

Pero ella seguía en sus trece.

—¿Crees que Manolo está ahora en el Cielo sin nada de pena? Por lo menos tendrá ganas de que llegue yo. Seguro que ya está impaciente. ¡Bueno es! Y cuando vayamos a allí arriba, sufriremos por los que se quedan aquí, sobre todo por los que se portan mal, igual que sufre Jesucristo, a pesar de que también está en el Paraíso y es feliz, ¿verdad don Enrique?

Por último, como en secreto, se dirigió a su hermana:

—Yo he sufrido mucho durante estos meses, pero por nada del mundo habría renunciado a ese sufrimiento. No me gusta vivir anestesiada.

Camino de su casa seguimos hablando del Cielo. Se había levantado la brisa de la Sierra y hacía frío.

Hoy, a la vuelta de los años, mientras contemplaba un retrato al óleo en el que la luz doraba magníficamente el rostro de un desconocido, he recordado de pronto el ejemplo que Lourdes empleó para hablar del Cielo: un cuadro en el que todo sea luz es un absurdo; una sinfonía sin pausas ni "oscuridades" musicales sería abrumadora y horrible. La sombra es necesaria para que la luz, el color y la música tengan sabor a gloria.

Lo mismo ocurre con la felicidad. Nos pasamos la vida huyendo del dolor, y así nos va. Por ese camino nunca aprenderemos el secreto de la alegría.

¿Qué pasará en el Cielo? Francamente, no sé. Me quedo con lo de San Pablo: “ni ojo humano vio, ni oído oyó…” Claro que en la Misa de mañana domingo leeremos otra frase del mismo San Pablo: "no pongáis triste al Espíritu Santo". Y si el Espíritu Santo es capaz de entristecerse...

* * *

Lourdes murió un año más tarde. Tengo apuntada la fecha: un 15 de septiembre, fiesta de la Virgen de los Dolores.

Como otras veces, he cambiado los nombres de los personajes. En esta ocasión, sólo eso.

11 comentarios:

Mariano dijo...

Ayer leía que la Virgen, antes de su Asunción al Cielo, su Hijo le había hecho pasar por la Cruz en el Calvario al lado de Juan.
Cuando consiguimos, en alguna ocasión, querer la Cruz que en ese momento nos toca pasar -aun siendo la mayor tontería que pudiera ser- vivimos y deseamos ese Cielo que Lourdes pensaba en que viviría Manolo.
Ese cielo con Cruz lo tenemos nosotros en la tierra y después de muchas Cruces conseguiremos el Cielo de verdad.
Si le hizo pasar a su Madre por ello ¿No lo vamoa a tener que pasar nosotros?

Marite dijo...

Don Enrique:

Gracias por compartir con nosotros en pleno agosto estas experiencias que son un verdadero ejemplo a seguir. Con usted la pluma se luce al escribir.

Saludos

Marite

Gonzalo dijo...

Además de la emoción que produce la preciosa historia, me viene a la cabeza una frase, que suelto sin pensarla: La de Lourdes sí que fue una muerte digna.

Que todos sepamos apreciar y aceptar nuestras cargas para así apreciar mejor lo mucho bueno que hay alrededor.

Saludos.

Enrique Monasterio dijo...

No quisiera confundir a nadie con esta historia. Lourdes sólo pretendía ocultar su enfermedad a Manolo para que no sufriera por ella y decidió no recurrir a tratamientos agresivos que sólo retrasarían la evolución del tumor. Eso no significa que su sacrificio sea "objetivamente" lo mejor.
Luchar contra la enfermedad es, al menos, igual de "digno", y Lourdes lo sabía. De hecho, tras la muerte de su marido empezó un tratamiento, que le proporcionó una calidad de vida razonable hasta el momento de su fallecimiento.

GAZTELU dijo...

A estas alturas del verano que bien viene una historia como estas.
Hablar de cruz te ayuda a ser mas agradecido por todo o que te rodea y a mirar tu dolor de otra manera.
GRACIAS POR LA HISTORIA,me ayudara mucho hoy el resto del dia

Gonzalo dijo...

Don Enrique, no me refería a que su muerte fuera digna por no someterse a un tratamiento agresivo, sino por la aceptación de su enfermedad y tener la capacidad de decidir cómo encararlo en función de las necesidades de los demás, en este caso de su esposo.

Por supuesto hubiera sido igual de digno el someterse a tratamiento.

Pierre Nodoyuna dijo...

Don En, eso de las luces y las sombras es más profundo de lo que pensaba... Si hay tristeza en el Cielo, estar triste no es un mal.... en el fondo la compasión, la empatía son virtudes, luego algo bueno.... Y las lágrimas de la Virgen también....Qué luces, y qué sombras, vemos sin querer!

yo dijo...

Gracias, Don Enrique, me viene al pelo hoy que tengo sombra en medio de la luz.

Rocío Ardoy dijo...

lo importante no es ver la sombra, sino la luz!

Anónimo dijo...

Pues yo creo y espero que en el cielo no haya ninguna pizca de sombra; si no me parece un poco timotei.

Carolina dijo...

Vaya que buena reflexión se saca de esta historia... yo me paso la vida huyendo del dolor para ser feliz. Que ironía que la felicidad que tanto busco está en el dolor del que tanto huyo.