viernes, 14 de agosto de 2009

La rúbrica



Hacía calor. La hierba estaba tan alta y reseca que daba miedo: cualquier chispa podía desencadenar un incendio. Instintivamente calculé el mejor modo de huir de la quema, si se producía, y me senté a descansar a la sombra de una encina. Mi breve excursión pajarera estaba resultando un desastre: sólo las aves rapaces parecían dispuestas a dar la cara: cinco o seis milanos, un águila calzada, algún cernícalo… Nada demasiado interesante.

A los pocos minutos llegó un papamoscas, un pajarillo pequeño que caza insectos al vuelo con habilidad sorprendente. Se posó a un par de metros y me ignoró por completo. Una y otra vez repitió el mismo rito: se subía a una mata, miraba al cielo en todas las direcciones, daba un salto y revoloteaba nervioso a dos metros de altura sin razón aparente y sin alejarse. Luego volvía al punto de partida.

Hice el propósito de aprender algo más sobre los papamoscas y sus curiosas costumbres volanderas, aunque no sé si algún libro dirá que, en ocasiones, el vuelo de un pájaro es sólo un adorno, es la rúbrica que Dios traza en el azul del Cielo; la firma del autor de la Creación.

2 comentarios:

Bernardo dijo...

¿Siempre sale en solitario a ver pájaros? No sé dónde leí que era peligroso ir al campo sólo, porque si se produce un accidente no hay nadie que pueda ir a buscar ayuda.

A menos que lleve una paloma mensajera con usted, para los momentos sin cobertura.

Claro que, si lo que abundan son las rapaces, igual la paloma mensajera no es la mejor idea... algún día alguien le propondrá hacer un documental.

Pierre Nodoyuna dijo...

Monasterix de la Fuente, para servirle. Lo del documental tiene su gracia.
Claro que el precedente
pereció en un accidente...
Igual le sirve para los poemas de verano.