Palabras del Papa en la presentación de cartas credenciales de la nueva embajadora de España ante la Santa Sede.
Edificio de la Embajada de España ante la Santa Sede. En primer plano, la columna de la Inmaculada
Al recibir las cartas credenciales que acreditan a Vuestra Excelencia como Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria de España ante la Santa Sede, le agradezco cordialmente las palabras que ha tenido a bien dirigirme, así como el deferente saludo que me trasmite de Sus Majestades los Reyes, del Gobierno y el pueblo español. Correspondo gustosamente expresando mis mejores deseos de paz, prosperidad y bien espiritual para todos ellos, a quienes tengo muy presentes en el recuerdo y en la oración. Reciba la más cordial bienvenida al iniciar su importante quehacer en esta Misión diplomática, que cuenta con siglos de brillante historia y tantos ilustres predecesores suyos (…)
Durante mi visita he percibido muchas muestras de la vivacidad de la fe católica de esas tierras, que han visto nacer tantos santos, y que están sembradas de catedrales, centros de asistencia y de cultura, inspirados por la fecunda raigambre y fidelidad de sus habitantes a sus creencias religiosas. Esto comporta también la responsabilidad de unas Relaciones diplomáticas entre España y la Santa Sede que procuren fomentar siempre, con mutuo respeto y colaboración, dentro de la legítima autonomía en sus respectivos campos, todo aquello que suscite el bien de las personas y el desarrollo auténtico de sus derechos y libertades, que incluyen la expresión de su fe y de su conciencia, tanto en la esfera pública como en la privada.
Por su significativa trayectoria en la actividad diplomática, Vuestra Excelencia conoce bien que la Iglesia, en el ejercicio de su propia misión, busca el bien integral de cada pueblo y sus ciudadanos, actuando en el ámbito de sus competencias y respetando plenamente la autonomía de las autoridades civiles, a las que aprecia y por las que pide a Dios que ejerzan con generosidad, honradez, acierto y justicia su servicio a la sociedad (…)
El comienzo de su alta responsabilidad, Señora Embajadora, tiene lugar en una situación de gran dificultad económica de ámbito mundial que atenaza también a España, con resultados verdaderamente preocupantes, sobre todo en el campo de la desocupación, que provoca desánimo y frustración especialmente en los jóvenes y las familias menos favorecidas. Tengo muy presentes a todos los ciudadanos, y pido al Todopoderoso que ilumine a cuantos tienen responsabilidades públicas para buscar denodadamente el camino de una recuperación provechosa a toda la sociedad. En este sentido, quisiera destacar con satisfacción la benemérita actuación que las instituciones católicas están llevando a cabo para acudir con presteza en ayuda de los más menesterosos, a la vez que hago votos para una creciente disponibilidad a la cooperación de todos en este empeño solidario.
Con esto, la Iglesia muestra una característica esencial de su ser, tal vez la más visible y apreciada por muchos, creyentes o no. Pero ella pretende ir más allá de la mera ayuda externa y material, y apuntar al corazón de la caridad cristiana, para la cual el prójimo es ante todo una persona, un hijo de Dios, siempre necesitado de fraternidad, respeto y acogida en cualquier situación en que se encuentre.
En este sentido, la Iglesia ofrece algo que le es connatural y que beneficia a las personas y las naciones: ofrece a Cristo, esperanza que alienta y fortalece, como un antídoto a la decepción de otras propuestas fugaces y a un corazón carente de valores, que termina endureciéndose hasta el punto de no saber percibir ya el genuino sentido de la vida y el porqué de las cosas. Esta esperanza da vida a la confianza y a la colaboración, cambiando así el presente sombrío en fuerza de ánimo para afrontar con ilusión el futuro, tanto de la persona como de la familia y de la sociedad.
No obstante, como he recordado en el Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz 2011, en vez de vivir y organizar la sociedad de tal manera que favorezca la apertura a la trascendencia (cf. n. 9), no faltan formas, a menudo sofisticadas, de hostilidad contra la fe, que «se expresan a veces renegando de la historia y de los símbolos religiosos, en los que se reflejan la identidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos» (n. 13). El que en ciertos ambientes se tienda a considerar la religión como un factor socialmente insignificante, e incluso molesto, no justifica el tratar de marginarla, a veces mediante la denigración, la burla, la discriminación e incluso la indiferencia ante episodios de clara profanación, pues así se viola el derecho fundamental a la libertad religiosa inherente a la dignidad de la persona humana, y que «es un arma auténtica de la paz, porque puede cambiar y mejorar el mundo» (cf. n. 15).
En su preocupación por cada ser humano de manera concreta y en todas sus dimensiones, la Iglesia vela por sus derechos fundamentales, en diálogo franco con todos los que contribuyen a que sean efectivos y sin reducciones. Vela por el derecho a la vida humana desde su comienzo a su término natural, porque la vida es sagrada y nadie puede disponer de ella arbitrariamente. Vela por la protección y ayuda a la familia, y aboga por medidas económicas, sociales y jurídicas para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia tengan el apoyo necesario para cumplir su vocación de ser santuario del amor y de la vida. Aboga también por una educación que integre los valores morales y religiosos según las convicciones de los padres, como es su derecho, y como conviene al desarrollo integral de los jóvenes. Y, por el mismo motivo, que incluya también la enseñanza de la religión católica en todos los centros para quienes la elijan, como está preceptuado en el propio ordenamiento jurídico.
Antes de concluir, deseo hacer una referencia a mi nueva visita a España para participar en Madrid, el próximo mes de agosto, en la celebración de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Me uno con gozo a los esfuerzos y oraciones de sus organizadores, que están preparando esmeradamente tan importante acontecimiento, con el anhelo de que dé abundantes frutos espirituales para la juventud y para España. Me consta también la disponibilidad, cooperación y ayuda generosa que tanto el Gobierno de la Nación como las autoridades autonómicas y locales están dispensando para el mejor éxito de una iniciativa que atraerá la atención de todo el mundo y mostrará una vez más la grandeza de corazón y de espíritu de los españoles.
5 comentarios:
Gracias por colgar el mensaje, se nota que el Papa quiere mucho a España y a los españoles; por eso nos da algunos tirones de orejas...
En alguna ocasión ya le he dicho que yo he aprendido a querer a este Papa a traves de usted, en este globo. Gracias de nuevo, me estaba perdiendo algo fantastico.
Como veo que ya está en Riaza, cuente con que va a ser muy rezado por mi parte durante estos días. En el fondo va en mi propio interes: necesito que esté en plena forma para seguir dándome caña...
Y rece un mucho por todos sus globeros porfa, y en especial en esta que hoy firma anomimamente y que necesita reduir "sus plazos".
Las cosas bien claritas, Señora Embajadora.
Esta claro. Perdone uzte d. Enrique yo pensando que se había descolgao sin avisar. y esta en su retiro que si que tambien tiene derecho y asi coger nuevos brios. Nos lo da en bandeja Cristo es nuestro mejor amigo, el Unico. Esperanza, fortaleza como un antidoto ante la decepción. Es el Corazon de la caridad cristiana y el hombre un ser humano, mas un hijo de Dios. Dice tantas cosas el Papa imposible retener pero la embajadora espero que tome nota. y nuestro gobierno se vaya preparando para su llegada porque si Dios quiere esto no hay quien lo pare. A Jesús ¿lo pararon? Y que más. Si no de que ibamos a estar aqui nosotros. ¿como se llama este señor fariseo pero no con tal mala baba que les dice a los otros: Si no es de Dios se disolverá pero si es obra de Dios estareis dando coces contra un agijón. o algo así. Adiosle
"...pido al Todopoderoso que ilumine a cuantos tienen responsabilidades públicas para buscar denodadamente el camino de una recuperación provechosa a toda la sociedad." - Todos seguimos necesitando buenos pastores en todos los ámbitos.
"...es un arma auténtica de la paz, porque puede cambiar y mejorar el mundo." - Creyentes y no creyentes debemos luchar con todas nuestras fuerzas para que esto sea así, opino yo, más allá de cualquier cosa que se nos haga. Creo que sólo así cerraremos el círculo de odio que a veces nos encontramos.
"...incluya también la enseñanza de la religión católica en todos los centros para quienes la elijan" - Éso es la Libertad, no relegarlo a lo privado porque una persona religiosa, coherente, lo expresa también en su vida pública. No es un hobbie.
En fin, citas rápidas de los que me ha gustado con mi personal opinión sobre la cual cualquiera puede discrepar. ¡Feliz Retiro y gracias por sus oraciones!
¡Viva el Papa!
Monse
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