domingo, 27 de enero de 2013

Hablar de Dios con sencillez


Como sabéis los habituales del globo, he empezado una nueva sección en Mundo Cristiano titulada "no hay mail que por bien no venga". Reproduzco a continuación el artículo de febrero.

Querido Juan Pablo I: 
Siempre me tiembla la pluma cuando debo escribir a grandes personajes. No resulta fácil conjugar el “vuecencia”, “vuestra ilustrísima” y no digamos nada “vuestra santidad”. Así que, queridísimo Padre, permítame que le apee el tratamiento y me quede con el “usted”.
Envío este mensaje al Cielo, y utilizo el correo electrónico porque es seguro que todos los bienaventurados tienen cobertura, y a mí me urge pedirle licencia y perdón. Licencia para apropiarme de un género literario que le pertenece y perdón por destrozarlo desde esta página.
Usted, Padre Santo, publicó un libro lleno de ternura, sabiduría y buen humor, titulado Illustrissimi, “Ilustrísimos Señores”, en castellano. Se trataba de un conjunto de cartas dirigidas a todo tipo de personajes, con los que dialogaba sobre mil asuntos. Santa Teresa de Jesús, Pinocho, Fígaro, el Rey David, y otros muchos fueron sus privilegiados interlocutores. Al final, incluso se atrevió a escribir una carta a Jesús.
Durante años he tenido ese libro en la mesilla de noche, y he pensado que yo también podría escribir a otros personajes para charlar con ellos de cosas de Dios.
Al fin me he decidido. Ya no me importa que me comparen con usted ni que me acusen, con justicia, de plagiario. Tampoco me preocupa que constaten hasta qué punto mi ingenio está muy lejos de su sabiduría. Usted tuvo la ciencia de los santos, la sapientia cordis, que se manifestaba en un sentido del humor lleno de ternura, que a nadie ofendía, pero era capaz de conmover y devolver la sonrisa a los tristes de este mundo.
Por todo eso, Santidad, le pido perdón. A lo largo de los próximos meses escribiré a Harry Potter, a Neil Armstrong, a Telmo Zarra y a gente así. No les enviaré cartas de papel, sino e-mails. El correo electrónico tiene muchas ventajas. Claro que también presenta inconvenientes.
Entre los inconvenientes, el más importante es que nos está haciendo perder el gusto por la palabra. ¡Si viera los mensajes que recibo cada día en mi correo! La ortografía produce calambre en las pupilas del lector; las palabras se comprimen hasta formar vocablos impronunciables que parecen venidos de Marte; la sintaxis es tartamuda… Nada que ver con las viejas, primorosas, aunque cursis, cartas de amor o con las que mandábamos a la familia cuando estábamos lejos.
Usted, Santo Padre, amaba su idioma y lo trabajaba como un humilde artesano del lenguaje. Nunca pretendió adornarse con palabras; no se recreaba en cada frase ni trataba de deslumbrar con ingeniosos retruécanos. Únicamente pretendía llegar con la belleza de los vocablos corrientes al corazón y a la inteligencia del lector corriente para acercarlo a Dios.
¡Qué difícil es eso! Algunas veces tengo la impresión de que los sacerdotes usamos unas palabras para hablar de fútbol o para comprar fruta en el mercado, y otras muy distintas para nuestros sermones, homilías o cartas pastorales. ¿Cuándo comprenderemos, por ejemplo, que la palabra “gozo” suena siempre con música de órgano porque ya no existe en el castellano de la calle? ¿Por qué nos empeñamos en insertar largas y tediosas subordinadas en vez de decir “una cosa detrás de otra”, como pedía mi maestro Azorín? ¿Y esa sorprendente erudición que nos lleva a hablar de “kerigmas”, “kénosis” y “epíclesis” a los adormecidos fieles que no saben de qué va la cosa?
El Papa actual, uno de los hombres más cultos de este siglo, habla y escribe con la claridad de un maestro. Nunca ha necesitado de esa facundia clerical. Y Juan Pablo II, tampoco.
Ahora hemos sido convocados para una nueva evangelización, y sé muy bien que el lenguaje no es lo más importante. Será el Espíritu Santo quien mueva los corazones; pero supongo que habrá que echarle una mano. Por eso me atrevo a rogarle, Santidad, que interceda ante el Señor para que nos mande un ángel corrector de estilo que limpie la prosa de los predicadores. Es preciso conseguir que sus palabras expresen la verdad, pero también la belleza de nuestro Dios.

Con todo el afecto y la veneración de su hijo

20 comentarios:

Altea dijo...

Me gusta el título de la sección. Con respecto a lo del lenguaje, es una verdad como un templo. Gracias a Dios, los sacerdotes jóvenes están llegando con palabras muy comprensibles para todo el mundo.

Cordelia dijo...

Menudo estreno! Es estupendo.

ppwf dijo...

Como se llama el libro deJPI ?me interesaría leerlo!muchas gracias!

yomisma dijo...

Si el lenguaje no es tan importante como el trabajo del Espíritu Santo en cada alma,¿Qué más le da que mencione kerigma en vez de apostolado, o kenosis en vez de humildad? Ya se encarga el Espíritu de hacernos entender.
(Cualquiera le mete ahora una falta de ortografía....)

Alejandra dijo...

Buena sección , promete.
(Estoy convencida que al menos reza un Acordaos, por cada uno de los que aquí comentamos. Así que, aunque no diga nada nuevo, me cuelo aquí a ver si me cae alguno. ¡Gracias!).

Enrique Monasterio dijo...

Supongo, yomisma, que no hablas en serio.
El libro de Juan Pablo I se titula "ilustrísimos señores" y estaba editado por la BAC

Anónimo dijo...

Buenos días:
Además puedes encontrar algunas de las cartas en la página:
http://www.papaluciani.com/esp/ensenanzas/cartas/ilustrisimos.htm

Joni

Anónimo dijo...

Ja, ja, nunca había pensado en lo del "gozo". Como la canción "yo tengo un gozo en el alma", que espero haya desaparecido de los cancioneros de las parroquias.

Algunos días escucho en la radio a una experta en comunicación y, además de concluir que yo no soy comunicadora (cosa que ya sabía), descubro que gente que no tiene grandes cosas que comunicar pone esfuerzo en aprender a llegar a los clientes. Y no saber comunicar no es cuestión de edad, según ella es cuestión de honestidad.

pacita dijo...

Oh q razon tiene (cdo escribo con el movil no pongo acentos.....)cto se habra alegrado con su carta en el cielo.Estoy con usted,hay q hablar en los sermones de manera q se entiendan y concretando algo.Yomisma petdons mi indiscrecion,eres neocatecumenal?tengo amigos muy queridos q lo son y utilizan ese lenguaje

Asumpta dijo...

Animo Don Enrique,me ha gustado.
Lo he notado,si,los curas predican de otra manera ahora.
Yó diría que se preparan mejor las homilias para llegar al corazón y moverlo un poquito.
La sociedad no les ayuda para nada,y se esfuerzan más.
Gracias a todos por es sobreesfuerzo pues se empieza a notar en todas partes

Papathoma dijo...

Como lenguaje propio de un movimiento eclesial, seguro que lo entienden y lo utilizan adecuadamente. Pero empezar a utilizar términos eruditos por contagio, snobismo o lo que sea, no creo que ayude al personal...sobre todo a los de la generación sin Latín ni Griego.
Cuando Dios habla al corazón, es impresionante la sencillez que utiliza.
Por mi parte, agradezco cada día al Espíritu Santo la "reinterpretación" que hace de mis palabras en el corazón de mis amigos. La última fue genial: le invito a tomar un vino y me pregunta por un sacerdote!
(Totalmente de acuerdo con Yomisma en su aprecio del buen vino....)

Anónimo dijo...

Yo también leí y releí y de vez en cuando vuelvo al sencillo y pronfundo libro de Juan Pablo I, el "Papa de la sonrisa". Y descubro en él sabiduría y buen humor.Me levanta el ánimo y el corazón y finalmente le rezo y le agradezco ese maravilloso libro.

yomisma dijo...

No, pacita, no pertenezco al camino neocatecumenal. Pero ya lo dijo Jesús: el que no está contra nosotros, está con nosotros.

pacita dijo...

Tienres razon yomisma hay q remar todos en la misma direccion,sin importar grupos,caminos.....un beso fuerte subdelegada!

Anónimo dijo...

Pacita,estas dando ideas.

Antuán dijo...

Me parece una buena idea. es como si hubiese estado fuera y me he perdido algo importante, yo tambien quiero colaborar. Y ademas me encanta que eliga como modelo al Papa de la sonrisa. Adiosle

Rocky Balboa dijo...

qué chula la carta, me gusta, me gusta...!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Le doy la enhorabuena porque el libro de JPI lo he leído varias veces y me encantó y creo que sus cartas no desmerecerán.
Respecto al lenguaje, pienso que el hablar correctamente y de modo que se entienda fácilmente y por la mayoría , es ya patrimonio de pocos. Algo debe cambiar y está cambiando. Si el Evangelio se entiende ¿por qué los que lo explican lo hacen de un modo tan complicado? Hay muchos sacerdotes que se explican perfectamente y ayudan a desmenuzar las lecturas y que uno se las pueda aplicar a su vida ¡cuánto ayudan...!
Lucía

Fernando Q, dijo...

Excelente carta, y prometedora serie epistolar.

en cuanto a a falta de estilo, don Enrique, sólo puedo estar de acuerdo con usted. Que manía de enlazar frases, subordinando el estilo a la pedantería. ¿Qué les costaría unirlas con puntos en vez de con subjuntivos? Como decía Ocón en el ABC: "escritor novel: yuxtapón".

AleMamá dijo...

Me vino "de pirinola", muy bien. Así siento que debe ser el mensaje, sencillo, pero yo me enredo de repente no sólo al evangelizar, sino en mis posts sobre lo cotidiano. Me ha dejado pensando. Gracias