Ayer
por la tarde nos reunimos un grupo de parientes y amigos de Antonio Fontán para
celebrar la Eucaristía en el aniversario de su muerte. La ceremonia tuvo lugar
en la antigua sede del Colegio Mayor Castilla y en el mismo oratorio donde dije
la primera Misa corpore insepulto a
las pocas horas del fallecimiento de Antonio.
No
es verdad que el paso del tiempo acabe con todo. Yo me emocioné ayer más que la
primera vez. Hace tres años la capilla del Colegio Mayor estaba abarrotada, y
había personajes importantes de la vida pública española, gentes de la prensa y
de la universidad, etc. Luego llegaron los reyes de España, el presidente del
Senado… Ayer en cambio, mientras predicaba sin un guión previo, tuve la
impresión de estar en una tertulia de familia.
Hablé
de fe y de fidelidad, y tomé como punto de partida un Nuevo Testamento bilingüe,
griego y latino, que manejaba don Antonio desde 1948 y que yo “heredé” sin
demasiada legitimidad. En ese libro, regalo de San Josemaría, Antonio solía introducir
papelitos con notas tomadas de los Evangelios y, sobre todo, de las cartas de
San Pablo. En uno de esos papeles había escrito en latín dos textos brevísimos
de la segunda epístola a Timoteo: scio
cui credidi! y fidem servavi. “¡Yo
sé de quién me he fiado!” y “he guardado la fe”, he sido fiel.
Al
terminar la Misa, un conocido periodista, colaborador y amigo de Antonio, me
propuso charlar “largo y tendido” para escribir “a medias” una semblanza de nuestro
maestro y amigo.
6 comentarios:
Me emociono sin haberlo conocido.un ejemplo para el resto de los q siguen ahi ....
Ya sabe que yo también estuve en el oratorio... En otro que sólo esta a unos pocos Km de distancia
Me parece muy bien, no podemos dejar en el olvido a las personas que han sido grandes maestros. Recoger sus enseñanzas es lo menos que se puede hacer quienes les conocieron. Necesitamos modelos hoy como siempre. Adiosle
Fue un hombre sabio, amable y liberal en el sentido más clásico de la palabra. Fue leal a sus amigos y fiel a su Dios y a la Obra a la que pertenecía.
Yo le invoco a diario. Sé que está en el Cielo, y me sigue escuchando y ayudando como cuando estaba en la tierra.
Permítanme que no dé mi nombre.
Fue muy emocionante.
Los que asistimos (y otros muchos que no pudieron) eran su familia. La familia de Un Gran Hombre.
Muchas gracias por compartir en el blog estas vivencias tan entrañables.
Yo le respetaba y admiraba mucho
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