martes, 8 de octubre de 2019

Salve Regina (VI)



Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos

Encarni pintó esos preciosos ojos en un cuadro de la Virgen que se fue a El Líbano

Illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Esta vez prefiero la versión castellana. ¡Cuánto puede decir una mirada!
Hay miradas asesinas, frías como el hielo, y miradas tiernas, enamoradas, como las que uno sorprende en los novios, en los recién casados y hasta en algunas parejas de ancianos, que siguen caminando, quizá torpemente, cogidos de la mano.
Hay miradas duras que se cierran ante el mendigo que solo reclama una mirada de afecto, y miradas perdidas que solo Dios sabe lo que buscan.
Hay miradas en venta, miradas sucias, miradas hipócritas, miradas vacías.
Hay ojos aprendices que quieren abarcarlo todo con una mirada, y ojos que no han aprendido a mirar.
Hay miradas esquivas, tímidas, y miradas altaneras que van reclamando aplausos a su paso.
Me gusta la mirada de los abuelos cuando juegan con los nietos. Seguro que Jesús miraba así a aquellos pequeños que se le pegaban a pesar de que algunos trataban de impedirlo. Los chiquillos  reconocían la mirada de un Dios-Abuelo en los ojos del Señor.
Hay miradas bellísimas, azules como el cielo, verdes como un campo en primavera o negras como una noche en la que brilla la estrella que siempre nos seduce.
Hay miradas que corrompen y miradas que curan. 
¿Cómo será la mirada de Dios?
Vultum tuum, Domine requiram…! Quiero ver tu rostro, Señor; quiero mirarte a los ojos, que tú me mires y que nuestras miradas se encuentren para no separarse nunca. Eso será el Cielo.
Aquí, en la tierra, Dios nos miró a través de los ojos de su Hijo: ojos de niño, en Belén, de adolescente en Nazaret, de Maestro en la playa o en el monte, de moribundo, en el Calvario. Al fin, desde lo alto de la Cruz, pidió a María que también Ella nos mirara con sus ojos de Madre. A partir de ese día, cada vez que vemos los ojos de la Señora, descubrimos que son un adelanto del Cielo, porque es la misma mirada de Dios.
¡Vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos!

7 comentarios:

Antuán dijo...

Esta todo o casi todo dicho. No hay mucho que añadir. Eso si; que hay que dejarse mirar. Igual que dejarse hacer por Dios Espíritu Santo. La Virgen sabe mucho de eso. Solo diré una cosa que hice mía de un poeta sudamericano: "Por que en tu corazón cabe mi corazón como mi amor para tu amor. Por que tu eres mi siempre y tu siempre mi nunca y así marchamos juntos por un camino de prestamos y de verdades". (Larralde) Si nos dejamos mirar por Nuestra Madre reflejaremos ese mismo cariño por todos. Adiosle

Alejandra dijo...

¡¡ Me quedé corta al llamarte catedrática, Antuán!!
D.Enrique,¡¡chapó!!.

Carmen dijo...

Gracias,Don Enrique!!!
Gracias,Antuán!!!

Isabel dijo...

Pienso que todos tenemos o hemos tenido,en nuestras vidas todas esas miradas,la hipócrita,la sucia,Las esquiva,las tímidas,las orgullosas,la enamorada,la alegre,y un sin fin....La mirada de Jesús será para cada uno distinta.Jesus tendrá la mirada infinitamente triste.,....Me ha gustado mucho la entrada.

Fernando Q. dijo...

Precioso texto don Enrique. Muy bonito.

Rosa dijo...

Don Enrique, cuando yo era pequeña en el colegio cantábamos en misa una canción que decía: dentro del Sagrario quiero yo vivir,para ver los ojos del que vive ahí,ahora de mayor muchas veces la recuerdo haciendo oración

rafaela dijo...

Pues yo imagino la mirada complice de la Virgen que me mira y me dice pasa que te conozco ....
Saludos
Rafaela.