domingo, 23 de septiembre de 2007

Sobre la vejez



Recibí hace días un insólito mail de Juan Antonio, en el que me hacía una sola pregunta: “¿Cuántos años tienes?”.

Por un momento pensé contestarle que sé muy bien los años que ya no tengo, pero que no sé los que todavía tengo por delante. Sin embargo al fin le dije la verdad, y me miré al espejo para comprobar que, en efecto, mi edad biológica se corresponde con la que ven los demás.

En todo caso, yo sé muy bien que “la vejez comienza el día en que uno llega a la conclusión de que nada ocurre por primera vez”. Me lo dijo Kloster una tarde melancólica.

Yo aún no he llegado a ese día. Sigo de estreno permanente. No sólo porque, cada mañana, le digo al Señor “¡ahora empiezo!”, como me enseñó en otros tiempos mi colega Urteaga, sino también porque no me cuesta descubrir la perenne novedad de cada acontecimiento. Cuando veo la sonrisa de un niño, el enamoramiento de un adolescente, el entusiasmo de un chaval que se embarca en un proyecto, las lágrimas del primer desengaño…, me identifico con todos ellos sin hacer ningún esfuerzo.

Cada amanecer es siempre el primero. El sol inventa cada día nuevas formas de iluminarnos. Y la luna nunca es la misma. Nada ocurre dos veces.

Perdonadme este desahogo mañanero. Dentro de media hora voy a predicar sobre la Eucaristía y, para ayudarme, he cogido un guión que elaboré en 1988. Sin embargo mi oración será “un cántico nuevo”, como pide el Salmo. Y es que, en rigor, los cánticos siempre son nuevos, como las olas del mar, como la Gracia de Dios que “hace nuevas todas las cosas”, como la alegría, como la risa.

Como este dichoso lumbago que se me renueva cada mañana.

7 comentarios:

Juanan dijo...

Es que su edad siempre me había inquietado, porque me extrañaba esa mezcla de experiencia y entusiasmo.

Qué casualidad, están poniendo "Me siento bien" de Hombres G en Canal 2 Andalucía, que habla de eso, de levantarse por la mañana con ganas.

Anónimo dijo...

"¡Ahora empiezo!". Buen consejo. Voy a intentar decirlo yo también. Gracias.

Altea dijo...

¡Con lo poético que estaba quedando y va y termina con lo del lumbago!
Sí, yo también me he preguntado a veces lo de su edad, pero como veo que esa pregunta está cobrando peligrosidad también en el mundo de los varones, no suelo hacerla.

Cristina V dijo...

Este comentario es para Juanan: Don Enrique ha sido siempre así. Su entusiasmo e ilusión no tienen edad y..... una gran experiencia. Era el capellán del colegio donde estudiaban mis hijas y, desde entonces no le he perdido la pista. Te aseguro que la labor que realizó con padres, profesoras y alumnas, durante sus muchos años de permanencia fue extraordinaria dejando, en todos nosotros, unos estupendos recuerdos. Todavía me acuerdo del día que se despidió del colegio. Después de la misa que celebró con motivo de cierre de curso, le llevamos con un engaño, se me ha olvidado en lo que consistió, a la sala de profesoras y allí se encontró con un montón de padres y madres que queríamos darle un homenaje lleno de..........CROQUETAS.....¡NO SABES LO QUE LE GUSTAN!
Ahora lo tengo de profesor en un curso que estoy haciendo y no veas lo amenas y divertidas que son sus clases. Todos los días nos sorprende con algo nuevo. Realmente merece la pena charlar con él. ¡Ah! El lumbago diario de la mañana es diferente al del día anterior ¿A que sí Don Enrique?

Enrique Monasterio dijo...

Cristina, como vuelvas a poner estos comentarios, te saco los colores.

Anónimo dijo...

Gracias por poner esto, Don Enrique. Y qué sabio es su amigo Kloster...

chita dijo...

La edad no importa yo soy joven y mesiento anciana