jueves, 6 de septiembre de 2007

Un artículo de Juan Manuel de Prada

Teresa de Calcuta, una historia de fe

Desde hace días venía pensando la posibilidad de escribir algo sobre las últimas "revelaciones" en torno a la Madre Teresa de Calcuta. Ya tenía perfilado mi artículo cuando salió éste de Juan Manuel de Prada en abc. Es perfecto. No añado ni quito una coma.


LA historia personal de la Madre Teresa de Calcuta, de cuyo fallecimiento se cumplirá el próximo miércoles el décimo aniversario, es un modelo de fidelidad a la Iglesia Católica y de entrega absoluta a los más pobres. Su muerte provocó el clamor de los creyentes por su santificación inmediata, proceso abierto por El Vaticano y en el que, según los responsables del mismo, no influirá la próxima publicación de un libro que refleja la intensa lucha interna de Teresa de Calcuta por su fe y por su relación con Dios. La obra recopila cartas personales en las que la futura santa vuelca la ansiedad que otros muchos santos, doctores de la Iglesia, han experimentado precisamente por su cercanía a Dios y no por su lejanía. Teresa de Calcuta no dejó nunca de tener fe, pero la propia manera en que la vivía, sin beatería ni complacencias y rodeada de pobreza ilimitada, enfermedades y dolor, transformó su vida interior en un intento imposible de aprehender totalmente a Cristo. Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz muestran también pensamientos y reflexiones que se desnaturalizarían si fueran extraídos de la relación mística con Dios, pues también es misticismo lo que la Madre Teresa de Calcuta muestra en sus preguntas, a veces agónicas, sobre Dios.

A la vista de estas cartas, la tentación es mucha para quienes quieran secularizar la santidad de Teresa de Calcuta y arrebatar a la Iglesia Católica su inmenso poder ejemplarizante. Sin embargo, por más empeño que pongan en la empresa, Teresa de Calcuta representa la síntesis perfecta de fidelidad a la Iglesia, respeto a la ortodoxia litúrgica y dedicación sin reservas a los desahuciados de la tierra. El entendimiento de su persona escapa a los esquemas reduccionistas que imperan en las opiniones públicas actuales cuando se enfrentan a personalidades extraordinarias. Sin su fe combativa y sin su inserción en la Iglesia, la figura de Teresa de Calcuta no sería comprensible en toda su dimensión, y gracias a una y otra condición se convirtió en una figura distintiva del siglo XX, que además confluyó con el imponente papado de Juan Pablo II, protagonizando ambos uno de los períodos más fructíferos de la historia de la Iglesia Católica. Cada uno de ellos lleva asociada la lucha contra las peores injusticias del siglo pasado, la opresión del comunismo y el abandono de los pobres. Por eso, sus nombres significan históricamente, al unísono, libertad y dignidad para millones de seres humanos. El legado de Teresa de Calcuta es fecundo en obras y en vocaciones. Es la prueba de la universalidad y de la inmensa riqueza interior de la Iglesia Católica, a veces velada por la superposición de otras imágenes menos auténticas y menos reveladoras de su misión evangélica. También ella es la demostración de que en la lucha contra la explotación femenina y el aborto, y en la dedicación a los pobres, los leprosos, los enfermos de SIDA -a estos últimos, mucho antes de que comenzara la moda de los conciertos multitudinarios y el reclutamiento de famosos para las campañas de donaciones-, la Iglesia Católica es y debe seguir siendo la primera puerta a la que llamen los necesitados.

El debate sobre el futuro del mundo está dominado por tópicos recurrentes acerca de la globalización, el cambio climático o los movimientos migratorios. Se acumulan diagnósticos al respecto, altamente rentables para muchos de sus autores, y propuestas bienintencionadas para remediar sus males. Pero falta la voluntad de transformación y de acción que encarnaba Teresa de Calcuta, contrapunto imbatible a la deshumanización que causan la pobreza, las desigualdades, la ignorancia y las ideologías utilitaristas que priman los resultados sobre el hombre. No estaban exentos de hipocresía quienes, sin hacer nada coherente con sus protestas, criticaban a la Madre Teresa por limitarse a paliar la pobreza, pero no a combatir sus causas. El ejemplo personal de esta frágil religiosa albanesa perdura, sin embargo, de manera tangible y seguirá marcando el camino para la Iglesia de los pobres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está muy claro, la verdad. Pero también es verdad que con la formación que muchos recibimos (o recibiremos) en el cole, nos es muy difícil entender artículos como los que se han publicado estos días. Términos como "mística", "noche oscura", "director espiritual" suenan rarísimo. ¿Qué haremos?