martes, 8 de abril de 2008

Retratar la primavera



Yo querría describir la primavera, que esta mañana me ha sorprendido en la Sierra de Madrid, en un gran jardín solitario invadido por los pájaros; pero necesitaría la palabra justa, el nombre con que Dios llama a cada cosa: a cada planta, a cada nube, a cada humilde hierba del campo. Si conociera esa palabra, podría conservar este jardín, convertido en poema, y volver a él siempre que necesite un descanso, aunque el verano queme las flores y el invierno desnude los árboles.

Porque ¿cómo puedo contar la gran fiesta de las aves? Los nombres que damos a los pájaros son opacos y sin gracia: abejaruco, gorrión, mito, escribano, carbonero, alcaudón… Seguro que Dios les dará, también a ellos, un nombre nuevo.

Lo pensaba mientras veía a los pinzones, ya con librea de fiesta, marcando su territorio con acordes musicales inconfundibles, que sonarán hasta bien entrado el mes de julio; y a los petirrojos, que sacaban pecho como esperando que alguien los condecorase; y al pequeño chochín, el pájaro polígamo y escondidizo con su cola vertical apuntando al cielo. Ya había comenzado el concierto coral de los verdecillos.

Estaba la naturaleza como recién nacida: el verde fresco y claro de las hojas nuevas, los pétalos intactos de las flores; hasta el canto de las aves parecía de estreno, como si aún ensayasen la melodía de este año.

De pronto, un cuco. La voz de este pájaro lleva un eco profundo que sugiere lejanía. Se tiene la impresión de que está muy lejos, a cien o doscientos metros, pero no: lo vi aquí mismo, agazapado en la rama de un fresno.

Eran las doce en punto del mediodía cuando llegué a un humilladero en el que hay una preciosa imagen de la Virgen.

Regina Caeli laetare, Alleluia!

Alégrate, Reina del Cielo, porque ha resucitado Aquél que mereciste llevar en tu seno.

Es una oración tan breve que dan ganas de repetirla para que la felicitación a María se nos quede más tiempo en los labios. Los Cielos cantan la gloria de Dios, y Dios canta a su Madre con el lenguaje de la primavera.

Me pregunto qué hago yo —que hacemos todos— corriendo como locos entre bloques de hormigón y calles asfaltadas. Para qué necesitamos inyectarnos tanto ruido en las orejas con aparatitos electrónicos; cómo es posible que se nos regale este espectáculo cada año y no sepamos apreciarlo.

A las dos de la tarde un nubarrón negro descargó su tormenta blanca de granizo. Pegados al cristal de mi ventana, una pareja de mirlos aguardaba el final del chaparrón.

Y yo querría retratar la primavera.

¡Quién pudiera!

ruiseñor


6 comentarios:

Bernardo dijo...

Buenos días Don Enrique. Qué bien que llueve, ¿verdad? Esta mañana he salido sin paraguas para que me llueva encima.

Entro en el blog para recordarle que la potestad de darle nombres a los animales le fue concedida al hombre. Es algo de lo que me siento muy orgulloso.

En lo que respecta a Dios, seguro que los conoce uno a uno por su nombre de pila.

Enrique Monasterio dijo...

En efecto tenemos esa potestad, pero eso no significa que acertemos. Nombres como "arrendajo", "graja", "picafollas coronado", "ornitorrinco", "pito real", "camachuelo" o "chotacabras" deberían estar prohibidos por ley.
Por cierto, ¿cómo está mi amigo Jaime? Mándame una foto para que lo vea, ya que no me invitas a tu casa.

Nuevepornueve dijo...

Buenos días, D. Enrique!
¿¿Porqué el cambio de foto?? La original de esta entrada era bastante más bonita....supongo que es porque esta ilustra más el titular.
De acuerdo 100% en lo del poco acierto con el que el hemos puesto algunos nombres a ciertas cosas...esa lista de pájaros suya lo prueba. Excepto el ornitorrinco, ¡a mí me gusta ese nombre!
Yo también me alegro de que llueva, aunque ir en moto se convierta en un peligro mayor y tenga que disfrazarme de "cebolla" y vestir por capas para llegar seca a los sitios!
¡Que tenga un buen día y saludos a Kloster!

Anónimo dijo...

hola soy elisa, haber si nos vemos y ves a mar tambien esta muy grande y me hace muy feliz, me a ayudado a madurar a ver la vida de otra manera, perdon por no dar señales de vida antes pero me daba verguenza, pero mas vale tarde que nunca.

Enrique Monasterio dijo...

¡Elisa! ¡Qué gran alegría! Te llamaré un día de estos, ¿vale?

Historias del Metro dijo...

Qué entrada tan bonita. Me ha encantado leerla. Me encanta leer palabras que casi no conozco, y paladearlas como si estuviera descubriendo algo muy grande... Tanto la descripción de la lluvia en Madrid, su sueño, y ésta de la primeravera, han sido muy refrescantes...