lunes, 26 de mayo de 2008

Como autos de choque



Esta noche he recordado lo que me dijo hace muchos años Luis, un viejo párroco ya fallecido: que los curas nos parecemos a los autos de choque de las ferias.

—Nos metemos entre la gente sin que nadie nos llame, damos un consejo a quien lo pide y a veces también a quien no lo quiere, aunque lo necesite. Entramos en las casas, procuramos ayudar a los jóvenes y también a los viejos, mediamos en mil conflictos, aclaramos malentendidos… Y, al cabo de los años, algo bueno hacemos, sí; pero también hacemos daño. Somos muy brutos. Yo me veo como uno de esos autos de choque. Me gustaría evitar los golpes, pero, cuanto más trato de esquivarlos, más golpes vienen y van.

Y concluía con una consideración que me repitió más de una vez:

—Ahora le pido a Dios perdón todas las noche por el daño que he hecho sin querer. Porque queriendo…, no recuerdo.

Yo debo tener mejor memoria que Luis, porque sí recuerdo algún que otro roce no demasiado inocente. Y me ha venido a la memoria este poema de León Felipe que me envió un amigo:


Soy ya tan viejo
y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido
y ya no puedo encontrarla
para pedirle perdón.
Ya no puedo hacer otra cosa
que arrodillarme ante el primer mendigo
y besarle la mano.
Yo no he sido bueno...
quisiera haber sido mejor.

Estoy hecho de un barro
que no está bien cocido todavía.
¡Tenía que pedir perdón a tanta gente...!

Voy perdiendo la memoria
y olvidando todas las palabras...
Ya no recuerdo bien...

Voy olvidando... olvidando... olvidando...
pero quiero que la última palabra,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morir

sea ésta: Perdón

14 comentarios:

Luis y Mª Jesús dijo...

me hace temblar... Mejor empezar pronto a pedir perdon y no esperar para cuando no tengamos memoria

Anónimo dijo...

Muchas veces no apreciamos el perdon, sobre todo la suerte que tenemos con el Sacramento de la confesión.

Altea dijo...

Es lo malo de los rojos y descreídos como León Felipe: siempre fardan de reconocer sus errores, pero no se esmeran mucho por rectificar. Y como saben que deberían hacerlo, se atrincheran inventándose que los demás ni siquiera los reconocemos.
Ya he visto yo muchas de éstas.

Historias del Metro dijo...

Creo que hasta los errores, o las palabras "poco afortunadas" que puedan dirigirnos los sacerdotes, son un regalo de Dios para hacernos ver a los demás que en quien debemos confiar es en el Señor, y que el sacerdote es un hombre que lo ha dado todo, pero que está hecho de carne y hueso como el resto.
Yo no he tenido siempre experiencias buenas con sacerdotes, pero creo que Dios es tan bueno que siempre acaba por hacernos el regalo que necesitábamos para que nunca estemos solos. Yo lo pedí, hasta me enfadé con el Señor, lo recuerdo perfectamente: "No pienso seguir buscando ni un sacerdote más. Si Tú quieres, tráemelo". Y me lo trajo. A él y a muchos otros que me ayudan, aunque sólo sea con su testimonio. Así que don Enrique, usted, con sus errores y aciertos, es una pieza fundamental de muchas vidas... :-)

Anónimo dijo...

A mí pedir perdón me sale mega fácil lo que ya me cuesta más es llevar a cabo el "propósito de la enmienda!...

Enrique Monasterio dijo...

Altea, te has "pasao"...El poema es bueno y tú muy joven, supongo. Yo me identifico en todo con estos versos

Anónimo dijo...

Gracias, D. Enrique, por esta entrada tan bonita.
Como usted suele decir "es grande ser cura", por eso pueden hacer mucho bien. Y hay que rezar por ellos porque también pueden hacer daño, pero más que por sus errores humanos (que cualquiera comprende y disculpa), por su falta de entrega. Y no juzgo a nadie; la vida no es fácil, y la de un sacerdote menos.
Precioso el poema de León Felipe.

Anónimo dijo...

Cuando hay rectitud de intención, oración y cariño los errores se "sanean" solos y se convierten en "mejoras"
Saludos

Anónimo dijo...

Gracias, Señor , por tantos Sacerdotes Santos ayer, hoy y siempre.

VIVE EL CIELO en.... http://vidasobrenatural.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Y qué pasa cuando ves el presente y sientes que tus hijos andan tan errados y tan embrutecidos, porque antes de ellos, tu mismo fuiste el bestia y el errado. ¿Son ellos hoy así porque yo fui egoista,inmaduro,violento,y comodón mientras ellos fueron pequeños?¿Y ahora qué hago con eso?¿sufrirán ellos las consecuencias de mil mal hacer?¿qué hago con tanto dolor?

La Dama Zahorí dijo...

Deliciosa metáfora para describir un complicado oficio, que tendrá sus sinsabores, como todos los demás, pero seguro que ofrecerá más gratificaciones que otros muchos.

Todos hacemos daño sin querer, no solo los curas. Aunque también es cierto que no todos pedimos perdón con tanta sinceridad y valentía, como los curas.

Saludos a todos.

La Dama Zahorí dijo...

Altea: por favor, no insultes a los rojos como yo, que no todos son descreídos como tú piensas.

Anónimo dijo...

Anonimo, pedir perdon. Eso es lo unico que puedes hacer. Ellos tienen su libertad como tambien la tuviste tu. Rezo por todos.

Anónimo dijo...

Bueno, dicen que no hay mal que por bien no venga. De todas maneras, creo que en la confesión que Dios te perdone lo tenemos fácil. Lo dificil en ocasiones es perdonarnos a nosotros mismos. Hay una parte de la película de La Misión que lo describe muy bien: cuando el que cogía esclavos va cargando con su culpa y viene un indio y le corta la carga y él tiene que retroceder para recogerla, y subir a la misión por los acantilados dejándose la piel con élla...