viernes, 30 de mayo de 2008

Dejarse amar por Dios


Esquema para la homilía de esta mañana

Hoy es la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, una de las grandes solemnidades de la Iglesia, que pasa inadvertida para la mayoría porque se celebra siempre en un viernes laborable. La Iglesia lo ha dispuesto así porque quiere que pensemos en otro viernes, en aquél que vio morir a Jesús.

De nuevo vamos al Gólgota para mirar a la cruz y al Crucificado; pero lo haremos desde una perspectiva nueva. Ya no pensamos en el dolor, en la sangre, en la crimen, en la muerte. Sabemos que todo aquello, con ser terrible, no es lo más importante ni el centro del misterio. Jesús no nos redimió porque sufriera mucho, sino porque nos amó mucho más.

Por eso miramos sin miedo a la Cruz. Por eso nuestras cruces no presentan a un Cristo ensangrentado, retorcido en el madero, que se rebela ante el dolor, sino al Sacerdote Eterno que extiende los brazos libremente para abrazarnos a todos.

¡Si comprendiésemos el amor de Jesucristo, si no nos diera tanto miedo dejarnos abrazar por Él…!

A veces nos parecemos a esos adolescentes que, para afirmar su personalidad, se avergüenzan del cariño de sus padres y rechazan las caricias cuando más las necesitan.

San Juan lo dice bien claramente: "en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero"

Y a Benedicto XVI le gusta repetir que ser santo es sólo dejar obrar a Dios, abrir la puerta a Jesús que llama.

Yo no debo añadir nada más.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los hay que sin darnos cuenta, más o menos,quitamos el picaporte. Lo volveré a poner...

Lucía dijo...

Y¿Cómo abrir esa puerta?