jueves, 15 de enero de 2009

Como un arbol en primavera


Este blog es un diario, y hoy ha habido dos acontecimientos dignos de ser resaltados:

El primero es que me ha llegado, ¡al fin!, "Pampaluna", el famoso poemario de Rocío Arana. Lo saborearé poco a poco a partir del lunes en Riaza, donde estaré predicando un curso de retiro.

El segundo ha sido el funeral por don Carlos Escartín, el sacerdote de quien hablé hace días, que falleció en mi casa el 31 de diciembre, pocas horas antes de que en todos los centros de la Obra del mundo se rezase un Te Deum de acción de gracias por los favores que Dios nos concede cada año.

Hemos concelebrado cinco sacerdotes presididos por el Vicario delegado de la Obra en Madrid-Este, y, aunque la Iglesia del Espíritu Santo estaba bien nutrida de fieles, en realidad nos sabíamos en familia. Ha sido una fiesta de despedida a un sacerdote anciano que fue siempre un instrumento dócil en las manos de Dios. Tenemos otro intercesor en el Cielo.

Mientras celebrábamos la Eucaristía, me venía una y otra vez un pensamiento a la cabeza: la Iglesia es santa, a pesar de nuestras miserias, porque es como un arbol frondoso y joven que se alimenta de unas raíces muy hondas. Esas raíces, que no se ven, son sin embargo lo más real: son los santos que ya están en el Cielo con Jesucristo y su Madre Inmaculada; una inmensa multitud entre la que hay miles de sacerdotes que celebran la liturgia celestial, ofreciendo eternamente al Padre el Sacrificio de su Hijo.

Allí está Carlos, sacerdos in aeternum, sacerdote para siempre, para siempre, santificándonos a todos.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos unimos en oración por todos nuestros queridos sacerdotes. Los que van fortaleciendo las raíces hondas de La Iglesia con la entrega amorosa de sus vidas y ya gozan de la presencia de Dios y por los que nos siguen acompañando físicamente y fortaleciendo con su testimonio de vida. Hoy cumple un aniversario más un joven sacerdote y un grupo de laicos acaba de celebrar con alegría la consagración de su pequeño templo en un pequeño pueblo de la costa mexicana, construido sobre Roca con amor y sacrificio para gloria de Dios y llevar la Palabra a todos los rincones de la tierra.
Dios bendiga siempre a todos los sacerdotes. Un abrazo Don Enrique.
Diana Vázquez.

Anónimo dijo...

A mi, lo de tener amigos en el cielo me mola.

Lo único que conviene conocerlos antes de que se mueran (después me consta que también se puede).

La verdad es que me considero muy afortunada porque conozco a muchas personas que "apuntan" al cielo y, como la gente normalmente va a dónde quiere ir, entiendo que acabarán allí.

Ya se sabe que cuando uno no se gana un puesto por mérito lo hace por enchufe y el del cielo no me lo quiero perder. Así que ya me estoy buscando un par de enchufes...

Anónimo dijo...

Le daría el pésame, pero la verdad creo que la muerte de un amigo que ha sido tan fiel, que ha vivido una vida en la tierra rodeado de tanta gente que le quiere, y que ha muerto rodeado de ese mismo cariño, y que además seguro ya está en el cielo, no lleva un pésame, sino un "alegrame"... si es posible.....
Por otro lado, qué bueno que al fin va a lograr ampliar sus adicciones poéticas.

Anónimo dijo...

Lo poco que le conocí me pareció un sacerdote estupendo. Espero que se acuerde de mí. Es de esas personas que, cuando se mueren, más apetece pedirles cosas que rezar por ellos.

Adaldrida dijo...

hombre, y yo sin ver este post. Mmmm, qué decir... además de lo primero, a mí se me murió en accidente de coche un sacerdote con quien me confesaba. Cómo lloré en el funeral y qué calma y certeza se me quedó después en el cuerpo.