En plena calle Serrano, entre zanjas, grúas, martillos neumáticos y polvo, junto a la librería Troas, apareció Carmen con su hija Ana de 8 años. La niña llevaba en la mano un pájaro negro herido, y, como mis aficiones ornitológicas son ya de dominio público, me interpelaron en busca de un remedio.
—¿Qué le ha pasado?
—Se ha dado un golpe contra el cristal de un escaparate.
Ana me miró compungida:
—No puede volar. ¿Se va a morir?
Y para que comprobara la gravedad de la lesión, dejó el pájaro en el suelo. El animal se agitaba con movimientos velocísimos y movía las alas, pero nada…
—¿Qué le pasa?
—Le pasa que es un vencejo precioso, y los vencejos tienen unas patitas muy cortas y unas alas muy largas. Por eso nunca se posan en tierra. Si lo hicieran, no podrían despegar. Ellos se cuelgan en paredes verticales, en las fachadas de las casas y sitios así. Luego, se dejan caer y salen volando. ¿Comprobamos si funciona?
Agarré el pájaro del suelo con mucho cuidado. Algo me hizo pensar que la demostración no tendría éxito aunque aparentemente no tenía ninguna herida. Levanté el brazo a la altura de mi cabeza, abrí la mano y el vencejo salió volando como una flecha ante el asombro de la niña.
—¡Andaaa…!
El viaje duró poco. Unos metros más adelante cayó en picado como una piedra en medio de las zanjas municipales.
—¿Se ha muerto? ¿Qué hacemos ahora?
—Lavarnos las manos.
Carmen y la niña entraron en una cafetería en busca de un lavabo y yo en la librería Troas para ver si tenían ya la encíclica del Papa. Me dijeron que aún no, que mañana.
Si no hiciese tanto calor tal vez sacaría una moraleja de esta extraña parábola veraniega sobre la muerte de un viajante; pero ya os dije que no esperéis nada de mí hasta septiembre.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
jueves, 9 de julio de 2009
La muerte de un vencejo
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11 comentarios:
Usted y los pajarillos...ya veo que no los puede hacer resucitar, ¡cachis!.
Pues yo vi hace unas semanas debajo de mi balcón un canario precioso muerto, me dio una pena...pero tampoco pude hacer nada.
No pasa nada, la moraleja ya la pensaremos nosotros...
En el aparcamiento de mi oficina aparecen muchos pájaros muertos, sobre todo en verano.
Por lo visto los pájaros se estampan contra las ventanas del edificio porque son tintadas y hacen de espejo. Los pájaros deben pensar que el mundo continúa más allá del cristal y se parten el cuello al chocar.
Es una pena no poder abrir las ventanas. En las antiguas oficinas de Cabitel, en AZCA, se podían abrir. Los gorriones a veces se colaban en la oficina y se daban un paseo entre los cubículos antes de salir de nuevo a la calle.
Ah, por cierto, esa librería yo la conozco como "Neblí"...
Es que cada uno debe buscar su sitio y ya se ve que el del vencejo es otro menos hostil.
Cuidado con las zanjas, D Enrique, no se nos vaya a caer.
Gracias, Inés; hay que cuidar de los ancianos, porque somos unos descuidados.
Después de reirme con su último comentario que demuestra que el calor afecta algo pero no del todo, lo del pájaro me recuerda a algunos hijos a los que nos empeñamos en que vuelen sólos y , no sé si por temor,pereza o que tienen las patas cortas, vuelven al mismo sitio y no acaban de despegar. Pero no podemos lavarnos las manos...
A todos nos llega ese momento de no poder más y morir. Quizá fué un gran pájaro y lucho hasta el final. Quizá no perder la Fe y la Esperanza nos mantienen en la lucha por Algo que creemos poder conseguir: LA ETERNIDAD. Hay que volar y llegar... Él nos cuida y nos espera en el Cielo!. AC
Al releer lo escrito, compruebo que en la penúltima línea pongo por error "la muerte de un viajante" en lugar de "la muerte de un vencejo". Es una errata magnífica ya que el vencejo no es viajante, pero sí viajero.
La encíclica está en internet, en vatican.va.
Lo de las zanjas no es cuestión de edad es problema de que nos están convirtiendo Madrid en una pista de decathlon y no estamos preparados ni usted ni nadie.Que a este paso vamos a tener que salir de casa con el casco puesto ¡digo yo!
Gracias por explicarnos a Ana y a mi lo que es un vencejo. ¡He aprendido algo nuevo hoy!
¡Saludos desde el DF, Don Enrique!
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