sábado, 4 de julio de 2009

Paseo por Riaza

Ganga común en una foto nada común

Con los prismáticos al cuello, por si algún pájaro se pone a tiro y una pequeña cámara de fotos, he salido a pasear por el pueblo y sus alrededores como todas las tardes.

En la papelería-librería-chuchería compro un mapa topográfico de Riaza y otro de Madriguera y su comarca. El tendero no tiene prisa y me enseña montones de productos que me pueden interesar, según él.

En la farmacia, aún recuerdan que hace veinte días compré un medicamento y me preguntan si me fue bien. Les digo que sí, que muchas gracias.

En la droguería, mi amiga Tini trata de venderme unos zapatos del 46, “porque usted gasta el mismo número que mi hijo”. A Tini la conocí hace más de veinticinco años, cuando trabajaba en el Albergue de Valdelafuente, y era una chavala. O sea, como ahora.

Junto al restaurante La Taurina, vienen a mi encuentro Maribel y…, ¿cómo se llama la otra? Son dos crías de nueve o diez años que han montado una tienda sobre una mesa de bar, en medio de la plaza. Venden pulseras de colores que fabrican con cuentas de plástico coloreado y alguna que otra chuchería. La tienda tiene un nombre que ellas mismas han escrito con un rotulador rojo: “las artesanitas”.

—¿Y pagáis impuestos al ayuntamiento?

Maribel se ríe a carcajadas.

—¿Y esta pulsera cuánto vale?

—Cincuenta céntimos…

—¿Con IVA?

Al fin logran venderme por un euro una pulsera “que es de chico y se lleva mucho”. Luego me quitan los prismáticos, "que molan mogollón, para mirar por los agujeros" y me piden que les saque una fotografía.

—Ni hablar —les digo—. Me tienen que dar permiso vuestros padres.

En la iglesia está Antonio, el párroco, que se prepara para celebrar la Santa Misa. Me cuenta todo lo que he hecho estos días. En Riaza, un cura grande y con prismáticos no pasa inadvertido.

Al fin veo un pájaro insólito: en un secarral cerca del pueblo, se levanta veloz del mismo camino lo que a primera vista parece una “ganga común”, ave desertícola y esteparia que, francamente, uno no espera ver por esta zona. Lo más probable es que mis amigos ornitólogos no me crean. Lo entiendo: a lo mejor ha sido una alucinación.

Regreso al Albergue y me pongo frente al ordenador. La verdad, no sé qué contar.


7 comentarios:

Isa dijo...

Ya me lo imagino caminando por el pueblo...jiji...
¿Que no sabe qué contar? ¡si le pasan miles de cosas!
Por cierto, la pulserita...¿se la pondrá?

Guerrera de la LUZ dijo...

Qué suerte, qué maravilla Riaza. Y qué gozada de clima no?
Qué original, no sabía que los sacerdotes de la Obra se alojaban en albergues.
Bueno, que disfrute mucho.
Un saludo.

Verónica dijo...

Me ha encantado la entrada de hoy. Y luego dice que no tiene nada que contar... Pero si Vd. hace literatura hasta con el ornitorrinco. Por favor, no nos deje este verano D. Enrique, eh?

Pierre Nodoyuna dijo...

Y los moros? Se han ido de vacaciones?

Anónimo dijo...

Ponga una foto de la pulsera!!!

GAZTELU dijo...

Menos mal que no tiene nada que contar porque sino....
GRACIAS COMO SIEMPRE

Gonzalo dijo...

Pues no sabiendo qué contar me ha traído al recuerdo la preciosa y sencilla vida en los pueblos pequeños.

Me voy a la cama con una sonrisa, cosa que hoy ya dudaba.