miércoles, 19 de agosto de 2009

Poemas de agosto (VIII)

Acabo de descubrir en la biblioteca de Molinoviejo a Jaime García-Máiquez. He dicho Jaime, no Enrique. Es su hermano, por supuesto, y tan grande como él.

Como son las ocho y media de la tarde y yo estoy en el jardín y el sol ha empezado a encender en rojo el horizonte, copiaré este poema, y esperaré unos minutos para vivir esos momentos que describe el poeta.




Mi hora

Entre el crepúsculo y la noche
hay algún tiempo en que la luz no cede
a deslumbrar o a derramarse en sombra,
que no golpea sino que rodea
la materia, la abraza con un amor platónico.
Y al quitarle a las cosas su contraste
de tosco claroscuro,
las perdona de no sé qué pecado
mezquino, las absuelve
volviéndolas más ellas,
y embelleciendo a todo el que las mira.
Es esta luz con la que Dios ve el mundo.

Otro Cantar

7 comentarios:

Carlos García dijo...

Mirar como Dios mira las cosas ... ¡qué propósito! Recuperar la esperanza, consolidar la certeza, ahuyentar el miedo, qué falta nos hace.

Descubrirle cada día para oírle decir, con voz segura, 'non abbiete paura, spalancate le porte!

Cuánto bien y cuánto cuesta.

Anónimo dijo...

Hermoso poema, sí señor.

E. G-Máiquez dijo...

Para que no quede mal del todo que yo aplauda este poema, recordaré los ilustres ejemplos de Caín y Abel y de Rómulo y Remo. Ahora sí que puedo decir, descontando el cariño fraterno que, a veces, lo carga el diablo, que efectivamente es un poema estupendo. Gracias por colgarlo.

Anónimo dijo...

Precioso. Gracias

gilca dijo...

Precioso. Y con ese atardecer de Molinoviejo, parece que tiene m'usica y todo...

Juanluís dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
KUBAN dijo...

Es hermoso el poema. Es increíble cuanta belleza puedes encontrar uno en internet sin querer. Gracias.